En Londres las cosas se estaban complicando. Cuando Marco había recibido la llamada de Vinnie informándoselo a Giovanni, éste había sentido que su corazón dejaba de latir y no se enteró de cómo salió de casa ni cuándo llegó al hospital, pero una vez superado el susto, ahora lo que amenazaba a su corazón era la ira, porque si bien había podido ver a sus hijos mientras estuvieron dormidos, una vez que Jesse recuperó el sentido, lo corrió con su dulzura característica y luego le ordenó a Charlie no dejarlo pasar de nuevo, amenazándolo, además, con romperle el cuello si no obedecía, y como Charlie tenía los mejores motivos para no dudar de eso, Giovanni no había tenido ninguna oportunidad y tenía que contentarse con lo que le decía Vinnie.
Dèjan por su parte, tuvo su primer enfrentamiento con Giovanni y esperaba que fuese el último, aunque en realidad no sería así, la noche del accidente y cuando había abandonado la habitación antes de romperle los huesos al hermano del payaso que lo era tanto como su hermano.
Aunque de alguna manera, porque no era sordo, había registrado el llamado, como nadie se dirigía a él de aquella grosera manera, salvo la pequeña bruja a la que acababa de dejar, no prestó atención, mientras que Paulo y Charlie que vieron a Giovanni apresurarse para alcanzarlo, lo hicieron más que él.
Era posible que aquel tono surtiese algún efecto entre sus hombres o incluso con algunas otras personas, pero perdía miserablemente su tiempo con Dèjan que lo miró de arriba abajo como solo él podía hacerlo, y que indicaba con claridad al destinatario, su desprecio, y luego intentó seguir su camino. No obstante, Jesse no había adquirido la terquedad en una tienda de saldos, sino que era herencia directa de su progenitor.
Giovanni tenía pésimo aspecto y por varios motivos, comenzando, porque aquella molesta forma de hablar le recordaba la razón por la que su hijo menor lo exasperaba. De seguido, lo descomponían aquellos niños ricos que se creían los dueños del universo solo por tener mucho dinero, y aunque ahora él también lo tenía, se había pasado casi toda su vida trabajando para llegar donde había llegado, y pensaba, equivocadamente en algunos casos, que individuos como Dèjan, solo se dedicaban a tirar las fortunas de sus padres. Y por otro lado, que a Dèjan le estuviese permitido ver a su hija y a él no, lo molestaba quizá más que todo lo anterior.
Si la situación no tuviese tantas posibilidades de terminar muy mal, Paulo habría podido reír ante el impreciso extremismo de padre e hija, porque mientras Jesse había dejado claro en muchas ocasiones que consideraba a Dèjan viejo, el padre de la criatura lo llamaba niño.
En ese momento Paulo adoptó una actitud alerta, porque efectivamente y como había dicho Charlie, Dèjan perdió su discutida paciencia y sujetó a Giovanni por las solapas de la chaqueta.
Mientras esto sucedía, Paulo por instinto se había llevado la mano al bolsillo, pues los que acompañaban a Giovanni, y aunque bien vestidos, tenían todo el aspecto de matones de barrio. Como Charlie sabía esto mejor que Paulo y de hecho recordaba vagamente algunos rostros, había dado una silenciosa orden a sus chicos y todos apuntaban a un objetivo, así que si alguno se hubiese movido solo un poco más de lo que considerasen prudente, habría sido rápidamente sacado del juego. Giovanni por su parte, ahora tenía más ganas que antes de sacudir a aquel arrogante sujeto, pero a menos que sacara su arma y comenzara a dispararle, no podría hacer nada, porque Dèjan no se limitó a soltarlo, sino que lo lanzó contra la pared. Sin embargo, Giovanni era Giovanni y le había heredado a sus hijos todos sus defectos, y en aquel momento hizo gala de la locura que caracterizaba a Donatello, pues soltó una retahíla de groseros insultos, pero como lo estaba haciendo en italiano, lo que dejaba claro a ojos de los suyos el nivel de su ira, entendió con rapidez que quien no estaba entendiendo era Dèjan.