Acordes del Corazón (libro 5. Персегуидос)

Cap. 30 ¿Aceptas?

 

Jesse se había ido derecha a ver a su hermano, mismo que evidenció un enorme alivio al verla. Después de saludar al mayor, fue a acomodarse al lado de Nick.

  • Cuidado Bella, recuerda que tiene…
  • Déjala en paz – lo interrumpió Nick

Aquella era una costumbre con la que Donatello no estaba para nada de acuerdo, y les  peleaba aquella manía de meterse uno en la cama del otro, y no eran celos, porque había discutido lo mismo cuando Jesse se metía en la suya.

  • ¿Te sientes bien, Nick? – le preguntó ella un rato después y apoyando el mentón en su pecho
  • Sí, claro
  • ¿Y entonces por qué tienes esta arruga aquí? – le preguntó pasando el dedo por su frente
  • Porque te marchaste sin avisar a nadie, Bella – dijo Don
  • Debí imaginar que ese estúpido no les diría nada
  • ¿Quién?
  • El señor Civljané – acentuó en forma odiosa – Y por cierto ¿dónde está Jack?
  • Tuvo que marcharse, ya sabes, tiene compromisos y Liana estaba muy preocupada por eso – dijo Nick
  • Demonios, no había pensado en eso, pero me habría gustado despedirme y darle las gracias
  • Ya lo hiciste – dijo Charlie – a menos que quisieras que se llevase la clase de recuerdo que sueles darle – agregó riendo
  • Estúpido
  • Mihailo llamó…
  • ¡Mihailo! – exclamó ella incorporándose
  • Cálmate – la detuvo Nick

Después de eso procedió a contarle que le había explicado al chico cómo y dónde estaban, así como también le dijo que hablaría con Ivar para que le permitiese al chico ir a verla.

Jesse estuvo un rato más allí y luego dijo que iba a bañarse, pero una vez que se había marchado, Donatello miró a su hermano con preocupación.

  • ¿Y bien?
  • Y bien ¿qué?
  • ¿Cuándo vamos a decírselo, Nico?
  • No veo cuál es el apuro

Sin embargo, lo viese o no, un poco después de la comida, Zêgar fue con el mensaje de que Ivar los esperaba en el salón, de manera que Donatello y Charlie ayudaron a Nick con la chaqueta, pues le resultaba simplemente imposible colocarse la remera con el brazo escayolado; después lo colocaron en la silla de ruedas y salieron. La última en presentarse fue Jesse, pues había estado hablando con Giuliana.

  • Lo siento, Ivar, pero…

Ella había entrado en carrera, pero se detuvo en seco cuando los vio a todos allí, pero lo que desató su angustia fue ver a Mihailo, pues si bien Nick le había dicho que hablaría con Ivar para arreglar que él pudiese ir y en teoría debió alegrarle verlo, por algún motivo aquella reunión le produjo susto. Sin embargo, después de echar un rápido vistazo y comprobar que estaban sus hermanos y Dèjan, se obligó a tranquilizarse y a componer la expresión que le era habitual a Nick.

  • ¿Sucede algo? – preguntó mirando a Dèjan
  • Siéntate por favor, Isabella – le dijo Ivar – Solo queremos hablar contigo

Ella sintió que los pies le pesaban como si llevase unos zapatos de plomo, pero se las arregló para llegar hasta el sillón y sentarse. Sin embargo, su cerebro trabajaba a toda máquina buscando un posible motivo para las expresiones que estaba viendo, especialmente la de Nick, y si esta le resultaba tan especial, era porque tenía una y eso no era lo normal, pero lo más alarmante para ella era que la misma se le antojaba más de culpabilidad que de preocupación, así que siéndole virtualmente imposible guardar silencio, miró a Ivar.

  • Si hicimos algo indebido, te aseguro que…
  • Calma – la detuvo él – nadie ha hecho nada
  • ¿Nick? – dijo ella
  • Niña…
  • Dèjan, déjame a mí por favor – le dijo Ivar

Ioan decidió sujetar el brazo de su primo con la esperanza de que guardase silencio, pero la que no lo guardó fue Jesse.

  • ¿Qué demonios está sucediendo?
  • Isabella, ya te expliqué la situación que estamos atravesando, y aunque teníamos la vaga esperanza de que Albert no hubiese sobrevivido después de lo ocurrido, siento decir que sigue vivo.
  • ¿Cómo lo sabes?
  • En principio, porque su cadáver no estaba entre los restos de la explosión

Y después de dicho esto, Ivar miró a Nick, pues pensaba que él le habría dicho lo sucedido en el departamento, pero como evidentemente no era así, pasó a explicárselo y ella se giró con violencia hacia su hermano.

  • Me mentiste
  • ¡No! – exclamó él
  • Te pregunté qué te sucedía y no me lo dijiste
  • Isabella – dijo Ivar atrayéndose su atención de nuevo – Aquí lo importante es que siguen estando en peligro, pero tú más que nadie
  • ¿Por qué yo más que los demás?
  • Primero por lo que tú misma me contaste con relación a este hombre, y segundo, porque también me dijiste que cuando estabas con él, habías visto a otro a quien él se había dirigido como si fuese su jefe
  • Bueno sí, pero eso qué tiene que ver
  • Tiene que ver, porque si en efecto lo era, ese individuo tendrá tanto o más interés en deshacerse de ti que el tal Albert
  • ¿Por qué?
  • Porque podrías identificarlo
  • Pero no puedo. Ni siquiera lo vi bien, no podía, porque con dificultad veía algo después de los golpes y…
  • Isabella – dijo Ivar deteniéndola, pues su voz había adquirido velocidad




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