Acordes del Corazón (libros 6. Беспомоћан)

Cap. 4 Preparándola

 

Ivar había sido extraordinariamente cuidadoso para escoger a quien se encargaría de guiar a Jesse, porque conociéndola, era muy probable que alguien como André, que era quien se encargaba de los chicos, dijese algo incorrecto, aunque sin intención, que pudiese lastimarla. De modo que había recurrido a una vieja conocida que contaba con su confianza, lo que le permitó ser muy sincero con ella. Aunque creía haber cubierto todo lo importante, en cuanto Milinka Ristic arribó, la hizo pasar al estudio.

  • Bien, ya estoy aquí – le dijo ella
  • Y te lo agradezco
  • ¿Dónde está la niña? – preguntó y él sonrió
  • Te sugiero no utilizar ese término
  • ¿Puedo preguntar algo?
  • Por supuesto
  • ¿Por qué?
  • Deberías ser más específica
  • ¿Debo serlo? – insistió, pero como él no dijo nada, agregó – ¿Por qué te interesa tanto esto?
  • Ya te expliqué que Isabella no tuvo oportunidad…
  • Sí, eso lo dijiste, así como recuerdo que va a casarse con Dèjan, pero lo que no has dicho, es por qué te tomas esto tan a pecho
  • Porque no quiero que le hagan daño – dijo con seriedad y ella se dio por enterada que era mejor no seguir por ese camino
  • De acuerdo, entonces creo que es hora de conocerla o no podré enseñarle nada – dijo poniéndose de pie y él la imitó
  • Gracias, Milinka
  • Aun no he hecho nada, razón por la cual no era necesario ese bonito brazalete que apareció misteriosamente en mi habitación

Ivar se limitó a sonreír, pero si bien él no pensaba agregar nada más, ella sí.

  • Es posible que haya pasado mucho tiempo, pero no he olvidado que esa es tu costumbre, porque no he conocido a nadie más que la tenga, Ivar

Después de eso, la condujo a conocer a Jesse, y aunque se había esmerado en encontrar a alguien con paciencia, comprensión, honestidad y simpatía, seguía sintiendo algo de aprensión. Sin embargo, Jesse y Milinka parecieron llevarse bien desde el primer momento, de modo que él abandonó discretamente el salón, aunque Jesse lo notó.

  • Pareces una buena persona – le dijo a Milinka
  • Gracias
  • Ahora falta ver si eres sincera – agregó y la mujer elevó sus perfectamente arqueadas cejas – ¿Qué pasó entre ustedes? Porque es obvio que babeas por él

En primera instancia, Milinka abrió mucho sus almendrados ojos, pero luego recordó lo que le había dicho Ivar con relación a la brutal honestidad de aquella chica, y acto seguido soltó una alegre carcajda.

  • Creo que es evidente que no sucedió nada, Isabella
  • ¿Por qué? – insistió, pensando en lo que sabía de Ivar, aunque no iba a decirlo
  • Si te soy honesta, no lo sé, pero creo que a Ivar no le interesaba una relación a largo plazo, de modo que lo nuestro duró lo que debía durar y cada quien siguió su camino
  • Aja, pero tú sigues enamorada de él
  • Lo que no me hace especialmente inteligente
  • Tengo un amigo que dice que nunca debemos renunciar a nuestros sueños, porque en algún momento el de allá arriba podría decidir que es un buen asunto o algo así – dijo parafraseando bastante mal a Mihailo
  • Tal vez tu amigo tenga razón, pero no en mi caso, porque no estoy más cerca ahora de lo que lo estuve hace quince años. Pero ya basta de hablar de mí, señorita

Jesse no insistiría, pero ella era de ideas fijas y quien lo pasaría mal sería Ivar, porque esa noche y cuando se suponía que debía estar metiéndose en la cama, se fue derecha a la habitación de él, aunque casi se regresa al ver que Andrija estaba allí.

  • Esto debe ser una broma – dijo el chico – ¿Ni siquiera lo vas a dejar dormir?
  • No veo que tú lo hagas tampoco
  • Niños…
  • ¡Largo! – dijeron ambos al mismo tiempo – Tú no tienes derecho a correrme de ninguna parte, italianita
  • Supongo que tienes razón, porque eres su hijo – acentuó en forma odiosa – y esta es tu casa
  • ¡Eres una…!
  • ¡Andrija! – lo detuvo Ivar

El chico no dijo nada más, sino que abandonó la habitación azotando la puerta.

  • ¿Qué haces levantada, Isabella?
  • Tenía que decirte unas cuantas cosas

Durante los próximos diez o quince minutos, Ivar sería víctima de una muy cruda e injusta descripción de su persona, pero escuchó pacientemente hasta que ella hizo silencio.

  • En primera instancia, lamento mucho que Milinka tenga esa opinión…
  • No seas necio, hombre. ¿Acaso aparte de sinvergüenza también eres sordo? La pobre mujer sería incapaz de ver nada mal en ti, aunque francamente todo lo está si eres capaz de…
  • Isabella – la detuvo – Te juro que nunca quise hacerle daño, y es más, en verdad me enamoré de ella, pero…
  • ¿Pero qué? – preguntó con sospecha
  • Ya sabes quién soy
  • ¿Y qué hay con eso? Porque si ella no lo sabe, no creo que eso la hiciese quererte menos
  • Tal vez, pero tampoco quería ponerla en riesgo
  • Eres un mentiroso, porque me dijiste que nadie se atrevería a atacar a un pariente tuyo, y si la hubieras querido, te harías casado con ella y asunto resuelto
  • No podía
  • Seguro, no podías renunciar…
  • No podía, porque estaba casado, Isabella




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