Acordes del Corazón (libros 6. Беспомоћан)

Cap. 31 Planes

 

Dèjan no durmió prácticamente nada y en realidad se acostó por puro trámite, pues su cerebro estaba invadido por imágenes que no colaboraban en lo más mínimo con su causa, de manera que se incorporó  a toda prisa y se dio un baño, pero cuando salió, notó que apenas eran las 04:45 am, de modo que bajó, se colocó un bañador y comenzó a nadar. Era improbable que supiese cuántas veces había cruzado la piscina, pero durante ese tiempo había mantenido su mente en frenética actividad en otras cosas que había venido planeando.

  • ¿Papá? – escuchó y se detuvo sacando la cabeza – ¿Te entrenas para las próximas olimpíadas?

La pregunta obedecía a que había ido a buscarlo al no verlo en el comedor y llevaba rato allí parado. Dèjan le consultó la hora y salió a toda prisa hacia el vestidor.

  • ¿Le digo a Wilfrid que nos traiga el desayuno aquí? – preguntó caminando tras él
  • No, iré a vestirme y nos vemos en el comedor

Aunque Dàmir lo miró con curiosidad, luego decidió que quizá solo se había distraído y se le había hecho tarde. Comieron de prisa, o al menos Dèjan lo hizo y se despidió sin muchas explicaciones.

A pesar de que había pasado una pésima noche, el recibimiento del que fue objeto, y si bien los hacía muy feliz, también empeoraba su situación. Los Aliano en pleno venían saliendo del comedor y Jesse corrió hacia él colgándose a su cuello y dándole un fugaz beso que él encontró muy mezquino y apresó sus labios junto con el resto del conjunto.

Giovanni tenía expresión de ira, Nick se había limitado a juntar las cejas, mientras que Donatello tenía una sonrisa maligna y los hermanos Facelli los vigilaban a todos con atención. Giovanni dio media vuelta con Vinnie tras él. Nick dijo algo que debió ser alguna clase de despedida y también se marchó, de modo que Don se aclaró ruidosamente la garganta haciendo que Dèjan soltase a Jesse.

  • No es que sea un espectáculo apropiado para la hora del desayuno – les dijo
  • Si serás descarado. Me gustaría saber qué hacías tú, incluso antes del desayuno, porque ni siquiera amaneciste en tu cama, y no te molestes en negarlo – algo que en efecto estaba pensando hacer – porque traes la misma ropa de ayer.

Dèjan tenía muchos deseos de reír ante la incomodidad de Don, pero juzgó poco juicioso hacerlo mientras Jesse sacudía a su hermano y hasta que este se marchó.

  • ¿Y tú qué? – preguntó ella cuando se quedaron solos – ¿Acaso te caíste de la cama?
  • Suelo ser madrugador, señorita, Claro que tú no tienes por qué saberlo, pero ya lo notarás cuando amanezcas a mi lado – le dijo dándole un beso en el cuello
  • ¡No hagas eso!
  • ¿Por qué? – preguntó con cautela
  • Porque… bueno…
  • ¿Sí? – preguntó elevando una ceja
  • ¡Porque me distraes y…!
  • ¿Y…? – dijo mientras lo hacía de nuevo
  • ¿Eres sordo?
  • Sordo, ciego… y loco, pero por ti

Aunque sin duda Jesse estaba enamorada, seguía siendo terca y le parecía que aquello no debía suceder, aunque no estaba muy segura de la razón. Lo que ella no sabía, era que luchar contra un instinto natural de su cuerpo, era más difícil que liarse a puñetazos con alguien. Para su buena fortuna, Dèjan estaba librando su propia batalla en aquel terreno y parecía llevarle ventaja, pues logró separarse antes de que las cosas se le salieran de las manos y terminasen en una situación muy comprometida en medio del salón, pero demoró un momento en recuperar la calma y el total dominio de sí.

  • Quería pedirte… – como ambos hablaron al mismo tiempo, ninguno concluyó
  • Dime – le dijo el con cierta extrañeza, pues ella casi nunca expresaba ningún deseo
  • Es que estaba pensando que… bueno… que no es justo que solo Jonathan y Sara asistan al matrimonio

Aquello se había decidido después que Dèjan aceptase tener un matrimonio en una iglesia católica, algo de lo que se había encargado un diligente Donatello, pues a Jesse la traía sin cuidado, pero siendo que los Aliano eran católicos, ella terminaría por aceptarlo y Don encargándose de hablar con Dèjan al respecto. Evidentemente sus padres no estaban nada contentos, aunque Admir en realidad no lo habría estado, aunque el matrimonio hubiese sido celebrado por el mismísimo  patriarca de Alejandría, pero encontró otro motivo de disgusto y a decir verdad un insulto, el hecho de que su hijo hiciese a un lado las tradiciones ortodoxas. La cuestión era que habían decidido que Jonathan y Sara llevasen los anillos.

  • Entiendo – le dijo Dèjan
  • ¿De veras?
  • No soy el monstruo que pareces creer
  • ¡Nunca he dicho eso!
  • ¿No? – preguntó en tono divertido
  • Tal vez guardes cierto parecido con los ogros
  • ¡Óyeme! – exclamó, pero al verla reír, se olvidó de la protesta o de cualquier otra cosa
  • ¿Y tú qué querías decirme? – pero como él seguía mirándola embobado –  ¡Jefe! – le gritó
  • También quería hablarte de los niños – dijo finalmente
  • ¿Por qué? ¿Qué sucede?
  • Cálmate, solo se trata de algunas cosas en las que he estado pensando y me gustaría consultarlas contigo – le dijo y ella abrió mucho los ojos – ¿Qué? – preguntó mirando hacia atrás para verificar si había entrado alguien
  • ¿Conmigo? ¿Por qué?
  • Sí, contigo. Y aunque esperaría  no tener que recordarte que dentro de unos días serás mi esposa, parece que así es y…
  • No he olvidado nada, pero…
  • Debes ir haciéndote a la idea de que, aunque no ahora mismo, eventualmente espero que nos ocupemos juntos de la Fundación
  • ¿Cuál fundación? – preguntó, aunque Ivar ya le había hablado de aquello ella parecía haberlo olvidado




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