Actualizando Corazón

Capítulo 25

Elmer

El despertador suena temprano, aunque ya estoy despierto hace un buen rato. La tengo en mis brazos, su cabello enredado contra mi pecho y la respiración tranquila que me arrulla más que cualquier silencio.

Se mueve despacio, le doy un beso en la cabeza, por más que quiera seguir así, no podemos.

—Hoy tenemos la junta temprano —susurro, acariciando la curva de su espalda.

Nora abre los ojos despacio, todavía con sueño, y me sonríe perezosa. No necesito más que esto para convencerme de que puedo con todo lo que venga.

—No lo olvidé —contesta.

La abrazo un poco más antes de levantarnos. Después nos preparamos, ella va a la cocina, mientras yo le despierto al mocoso.

Es una rutina que me gusta más de lo que podría imaginar. Cuando vuelvo al cuarto, elijo mi traje azul oscuro. Me visto despacio, consciente de que ella me observa desde la puerta. Cuando intento ajustar la corbata, Nora se acerca y me aparta las manos con delicadeza.

—Déjame a mí —murmura.

Se pone de puntillas y sus dedos recorren el nudo de la seda con calma. Sus ojos se clavan en los míos y siento que todo a mi alrededor se desvanece. No me resisto, me inclino un poco, y antes de que termine, rozo su boca con un beso suave, apenas un roce.

Ella suspira sonriendo.

—Si sigues así, no vamos a salir de casa nunca.

—Tal vez eso es lo que quiero —respondo, abrazándola fuerte contra mi pecho.

La suelto despacio, porque sé que debo dejarla respirar, y al hacerlo noto que baja la mirada hacia su propia ropa. Hoy lleva un vestido sencillo, ligero, que resalta su piel, pero no es lo que usaría alguien para una gran reunión como esta.

Sin embargo, ella no necesita impresionar a nadie.

—No sé si debería acompañarte así… —susurra, insegura.

Tomo su barbilla con dos dedos y la obligo a mirarme.

—Mi amor, eres libre de usar lo que quieras. Un vestido no dice quién eres, ni como mujer, ni como profesional. ¿Entendido?

Ella parpadea, y me besa de nuevo. Esta vez no es rápido, ni tímido. Es un beso lento, dulce, lleno de un calor que me toca y me hace sonreír.

—Entendido —responde contra mis labios.

Salimos de la habitación, y desayunamos todos juntos mientras Charles, habla sin parar de un experimento que vio en internet. Nora lo escucha con atención y yo solo observo, preguntándome cómo tuve tanta suerte de tenerlos a ambos.

—Bien campeón, a limpiar los dientes, ya es nuestra hora —anuncio poniéndome de pie.

El niño lo hace sin protestar.

Después de unos minutos, estamos a camino de la escuela.

Charles se inclina hacia adelante desde el asiento trasero, con el cinturón bien abrochado y la mirada brillando, algo quiere contarnos.

—Kingsley, ¿ya vio lo de la RoboCup que se hizo en México? —pregunta muy serio, como si estuviera en una sala de conferencias.

Sonrío de lado, ajustando el retrovisor para mirarlo.

—¿Qué pasó ahí? —pregunto con interés.

—Un equipo presentó un prototipo de robot autónomo con algoritmos de visión computarizada —explica, moviendo las manos como si ya estuviera programando en el aire—. El sistema detectaba balones en movimiento a veinte cuadros por segundo y predecía la trayectoria en menos de cien milisegundos. ¡Imagínese! Eso es casi tiempo real.

Nora lo observa por el espejo y se le escapa una risita.

—¿Y qué hacían con eso, hijo?

—Jugar fútbol, mamá. —Charles frunce el ceño, como si le pareciera obvio—. Pero lo importante no es el juego, sino la optimización del algoritmo de predicción. Si lo adaptamos, Kingsley, podría servir para sistemas de tráfico o incluso para drones que eviten colisiones.

Suelto una carcajada suave, negando con la cabeza. Para este niño, todo es negocio, no me cabe duda que en sus manos la empresa irá diez veces mejor que en mis manos.

—Algún día tendrás que darme clases privadas, porque me vas a dejar atrás —comento.

El niño se encoge de hombros, con una sonrisa traviesa. La palabra “humildad”, no existe por aquí.

—Lo dudo, Kingsley. Siempre estás un paso adelante… mientras tanto —termina diciendo.

Nora gira el rostro hacia la ventanilla, ocultando la sonrisa amplia que se le escapa. El coche sigue avanzando, y por un momento el trayecto hacia la escuela parece más una reunión entre dos ingenieros que un viaje familiar.

Nora

El coche se detiene frente al edificio de Kingsley y me quedo sin aliento. La fachada de cristal refleja el cielo de la ciudad y siento que estoy a punto de entrar en un mundo que no me pertenece.

Elmer baja primero y me extiende la mano, no la suelta en ningún momento, ni siquiera cuando cruzamos el vestíbulo.

Las miradas se clavan en mí. Algunas con curiosidad, otras con un dejo de desagrado. Lo sé, puedo sentir desde aquí, no obstante, soy la señora Kingsley y debo comportarme como tal. Enderezo la espalda, levanto el mentón y, con mi otra mano, sujeto con firmeza su brazo.

Elmer me mira de reojo y sonríe, esa sonrisa suya que derrite cualquier resistencia. Por un instante, lo veo aún más hermoso que nunca. Me aferro a su calor y sigo caminando.

Entramos en el ascensor, apenas las puertas se cierran, me atrae contra su pecho. El sonido de mi respiración rebota en el silencio del metal.

—Gracias por hacer esto —susurra, su aliento rozándome el oído.

Levanto la vista hacia él, le dedico una leve sonrisa.

—Gracias por darme la oportunidad.

Él me acaricia la mejilla con el pulgar antes de inclinarse, y posa sus labios sobre los míos en un beso breve, íntimo, suficiente para robarme el equilibrio. Las puertas se abren en ese instante y ambos nos separamos, aunque mis labios aún arden.

En el pasillo nos espera una mujer de cabello castaño recogido en una coleta elegante, sonrisa amable y mirada cálida.

—Bienvenida, señora Kingsley —me saluda con cortesía.




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