Negro. Eso es todo lo que puedo ver. Es lo único que me dejan ver.
Hace días que me encuentro en la jaula, sola y a oscuras. El único rayo de luz que puedo ver es cuando abren la pequeña trampilla de la puerta para darme algo de comer.
Puedo escuchar como un guardia se acerca, no estoy segura para que, hay tantas opciones…
¿Va a llevarme con el Rey? ¿Me van a torturar? ¿Me llevaran a una jaula más pequeña? ¿El Rey vendrá a mi jaula? ¿O será Inseg la que viene hacia aquí?
Tantas opciones, y todas me aterraban por igual. Mire fijamente hacia donde yo creía que estaba la puerta, esperando a que llegase el destino que tanto temía. Pero en lugar de eso me encontré la trampilla abierta mostrando una bandeja llena de comida, el guardia me la lanzo y esta vez dejo que entrará la luz hasta que yo termine de comer. Una vez que termine vi que al lado de mi plato había una pequeña carta, con mucha emoción la abrí pensando que serían noticias sobre mi amado. Pero cuando la abrí solo pude leer la vida de todos, en esta mencionaba como mi familia era feliz y les iba tan bien en mi ausencia, como mis amigos ya se habían olvidado de mí y como mi amante ya había conseguido a otra mujer.
La carta me destrozo en mil pedazos, en ella estaba escrito todo lo que más temía. Ya nadie se acordaba de mí, ya nadie me buscaba, ahora estaba completamente sola…
Sola.. ¿Realmente terminara todo así? Que fracasada. Aguante todos estos años en vano, me aferre a una esperanza vacía, a una ilusión. Me aferre a la ilusión de que alguien todavía me buscaba, que alguien todavía pensaba en mí, que alguien todavía me amaba…
Ahora que lo pienso bien quizás la que estaba mal era yo, quizás quería aferrarme a algo porque en el fondo sabía la verdad. Muy dentro de mí sabía que todo lo que decía en esta carta era cierto.
Tres años…
Hace más de mil novecientos noventa y cinco días que llevo aquí, hace treinta y seis meses, hace ciento cincuenta y seis semanas, hacen muchas horas, hace muchos más minutos y hace muchísimos más segundos que llevo aquí en este infierno, ¿Por qué nadie me ha venido a rescatar? ¿Dónde está mi príncipe azul?
¡JA! Por favor Adalgisa, esto no es un cuento de hadas. Los príncipes azules no existen. El único que existía al parecer ya me olvido.
Quizás el Rey tenía razón, quizás debería darme por vencida.
El Rey…
El Rey…
¿El Rey?
¡El Rey! ¡Por supuesto! De seguro es otro de sus trucos.
Debe ser otra de sus sucias jugadas para hacerme perder el juego, es algo tan típico de su majestad que no sé porque a estas alturas sigo cayendo una y otra vez.
O tal vez sea cierto, tal vez esta carta sea de verdad, tal vez todos se han olvidado de mí.
¡No! ¡No debo pensar en eso! Solo estoy dejando que el Rey Mied juegue con mi cabeza, es solo un truco más. Sí, eso es. Un truco, solo es un truco.
Aunque no puedo evitar pensar en si lo que dice esa carta sea real, hay una parte de mí, una muy fuerte, que me dice que esa carta es real y que por primera vez en años el Rey Mied hizo algo bueno por mí, me mostro la realidad en una parte de mi vida.
No sé que pensar, las voces en mi cabeza no paran de discutir entre ellas, algunas dicen que confíe en el Rey y las otras dicen que me siga aferrando a la esperanza de ser encontrada. No sé que hacer, cada vez gritan más fuerte, cada vez entiendo menos, quiero que se callen. Cállense. Cállense. ¡CÁLLENSE!
Y aquí me encuentro, sola y en la oscuridad…
Comencé a tararear una melodía que me hacía sentir nostálgica, creía que la había olvidado… Esta melodía, es la primera canción que él me dedico. Recuerdo que era tan feliz por aquel entonces, recuerdo a mis amigos, a mi familia, a mis mascotas, lo recuerdo a él.
Las lagrimas no tardaron en aparecer, y por primera vez en mucho tiempo me sentí desesperanzada, abandonada, sola, triste, angustiada, frustrada y sobre todo con miedo.
Las horas pasaron, y yo solo miraba la oscuridad que me envolvía. No había nada en esta habitación, nada ni nadie.
En mi mente solo había indiferencia, ya nada importaba. Solo. Quiero. MORIR.
No sé que hacer, no puedo pensar en nada, podía sentir como la oscuridad se adhería a mi poco a poco, en mi mente solo había una niebla espesa y negra la cual iba destruyendo cada pensamiento que había en ella, en mi corazón podía sentir como algo lo estrujaba cada vez más y como un vació de adueñaba de mi cuerpo.
No me gusta sentirme así, quiero salir de esta oscuridad, pero siento que entre más lucho más me adentro a ella.
No sé cuánto tiempo paso desde que comencé a sentirme así, podrían haber sido minutos, horas o incluso días, no puedo distinguir nada entre tanta oscuridad. No puedo distinguir ni mis propias manos, siento que voy a volverme loca, necesito salir de aquí y rápido, pero ¿Dónde es aquí? ¿Hay siquiera una puerta? ¿Realmente estoy en un lugar? ¿O en verdad estoy viva aún? ¿Habré muer…?
De repente alguien abrió lo que yo creo que era la puerta, no pude ver bien quien era al principio, ya que la luz me había encandilado. Luego de que mis ojos se acostumbrasen a la luz nuevamente pude ver la silueta de una mujer con un aspecto fantasmagórico, era alta y con el cabello azabache, era delgada, demasiado. Pero era elegante, con cada paso que daba solo podía notar su elegancia y su superioridad. Ella me intimidaba.
Camino hasta donde yo estaba y al llegar con sus largos zapatos de tacón negro me pateo suavemente, creo que trata de ver si es que estaba viva.
-¡Oye tú! ¿Estas viva? -Decía mientras me seguía pateando – Levantate, el Rey quiere verte ahora mismo.
Su voz no era lo que imaginaba, era mucho más dura y grave de lo que esperaba. Intente levantarme, tal cual ella ordeno pero no pude. Estaba débil. Muy débil.