Adiós, Amor

Prólogo

Ese fatídico día

Mis piernas temblaban de una manera que no comprendía y que no sabía cómo controlar, ya que era como si mis extremidades no pudieran soportar el peso de mi cuerpo y pronto caería de bruces al suelo. Alcé mi mirada con ligereza y observé al hombre que amaba con locura, al hombre con quien me veía formando una familia y llegando al altar, el hombre que en ese momento me estaba destrozando de una forma en que no entendía y me hacía sentir tan embarrullada con todo lo que pasaba a mi alrededor. «¿Por qué está sucediendo esto?», me cuestioné. «¿Ya no me ama? ¿Por qué me suelta de esta forma?». Las preguntas nadaban en mi mente, causando de que me sintiera mareada y la falta de oxígeno no ayudaba, pues mis fosas nasales se encontraban obstruidas por mis mocos después de llevar varios minutos llorando como magdalena, ya que ni podía controlar el torrente de lágrimas que salían de mi interior.

—Por favor… —supliqué con la voz rota—. Por favor, no me dejes así. Yo… —balbuceé sin saber que más decir—. Yo te amo, amor.

—No lo hagas más difícil, Gwendolyn —bramó—. No nos lastimemos más.

—Pero…

Frank me miró de esa forma en que siempre me miraba, esa manera en donde sus ojos me decían que me amaba con fiereza y que siempre lo harían, de que era su alma gemela y el amor de su vida. Sin embargo, la postura de su cuerpo era tensa y me daba a entender que no deseaba que yo siguiera en nuestro departamento, en ese lugar donde habíamos sido felices por los últimos tres años de nuestra vida. Tres años donde hubo momentos buenos como malos, pero que siempre sostuvo mi mano cuando más lo necesitaba y prometió nunca dejarme ante cualquier adversidad que el destino nos pusiera de frente. Mi respiración era errática y sentía un vacío en la boca del estómago que me asustaba, pues era la primera vez que pasaba por una situación como esa. Cuando conocí a Frank, sentí que él era el hombre de mi vida y el amor que siempre esperé encontrar, e hice cosas por él que nunca me imaginé hacer, así que no comprendía porque me estaba dejando justo en ese preciso instante cuando yo sentía que todo en nuestra vida estaba alineándose para que por fin diéramos ese paso que tanto yo deseaba.

Agaché mi mirada y observé ese anillo de promesa que me había dado en nuestro primer aniversario, ese anillo que representaba todo ese amor que decía sentir por mí y los sueños que deseábamos cumplir al lado del otro. Sin embargo, ahora solo veía una joya que me traería mucho dolor cada vez que la viera en mi dedo, cada vez que sintiera su peso en mi falange. Alcé con ligereza mi mirada y di un paso tentativo hacia a donde él se encontraba parado, Frank se mantuvo estoico como siempre, un gesto que me hacía molestar ya que no entendía por qué nunca quiso abrirse conmigo y contarme que sucedía en su interior. Frank se mostraba al mundo como un hombre sin sentimientos, pero yo sabía que en el fondo solo era alguien que deseaba ser amado y aceptado por quien realmente era, no por su apellido o el legado que poseía. No obstante, en ese momento me estaba destruyendo para siempre y eso me daba miedo. «¿Por qué es tan fácil para él dejarme?».

Me detuve a escasos centímetros de su cuerpo y llevé mis manos temblorosas hacia el frente de su camisa, enterré mi cabeza en su pecho mientras me aferraba a la prenda con brío, pues no deseaba que me dejara, que me soltara de esa forma tan atroz y absurda, pero principalmente dolorosa. Yo lo amaba con locura y no podía ver mi vida sin él, no quería concebir un día sin él a mi lado o sin sus abrazos que me hacían sentir como en casa cada vez que me abrazaba cuando yo más lo necesitaba. Las lágrimas seguían descendiendo por mis mejillas mientras escuchaba el sonido de mi corazón rompiéndose en el centro de mi pecho, ese crujido que nunca olvidaría porque no podía aceptar que todo esto estaba sucediendo frente a mis ojos, que el hombre que decía amarme me estuviera destruyendo el corazón y el alma para siempre.

»¿Por qué? —susurré tan bajo que apenas pude escucharme a mí misma.

—Gwendolyn, por favor —gruñó—. No lo hagas más difícil.

—Pero…

Abrí mis ojos en demasía cuando escuché mi nombre completo en sus labios, pues Frank nunca antes me había dicho Gwendolyn de esa forma, nunca usó mi nombre completo ya que siempre me decía amor o Gwen, así que sabía de que no solo estaba terminando conmigo y nuestra relación, sino que se hallaba molesto conmigo. Frank se encontraba tan enojado que me asustaba, pues no sabía que era capaz de hacer con tal de que me fuera del departamento que habíamos compartido todo ese tiempo. Me aferré con más fuerza a su camisa y sollocé, lloriqueé con todo el dolor que habitaba en mi interior, ese sufrimiento que me acompañaría desde ese instante hasta el último día de mi vida porque no podía soltar a quien veía a mi lado en mi presente y en mi futuro.

Mi novio, porque todavía no podía decirle ex, solo se quedó parado sin mostrar un pequeño ápice de remordimiento o arrepentimiento por lo que hacía, por el dolor que me estaba causando con su actuar o su forma de destrozar todo el amor que yo siempre le di. Cuando lo conocí, sentí que Frank era mi comienzo y mi final, que era el hombre con quien me casaría y tendría hijos. Y en ese momento no podía imaginarme una vida sin él, no deseaba saber que serían las noches sin sus abrazos o sin su compañía. No quería conocer que sería de mí sin él en mi vida. «¿Por qué no muestra que me ama?», me cuestioné y tiré mi cabeza hacia atrás para verlo a los ojos, aunque eso no era posible. Frank era un par de centímetros más alto que yo, así que para poder estar al mismo nivel tenía que ponerme en puntillas de pies, pero en ese instante mis piernas no cooperaban y sentía que con cualquier momento caería de bruces al suelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.