Me miré al espejo y noté la inflamación en mis ojos, pues había llorado toda la noche hasta quedarme dormida, aunque solo lo hacía por unos cuantos minutos antes de que mi cuerpo se despertara para continuar derramando lágrimas por ese amor bonito que se iba de mi vida. Y para ese momento me sentía tan cansada y con ganas de solo acurrucarme debajo de mis cobijas y no salir de nuevo hasta que alguien me dijera que todo esto era una pesadilla, que no era mi nueva realidad y que no estaba perdiendo al amor de mi vida. No podía de detener el torrente de recuerdos de la noche pasada; cada palabra que salió de los labios de Frank, la forma en que me trató y me soltó como si yo no fuera importante para él. «Me soltó con tanta facilidad que parece que todo lo que me dijo era mentira», pensé e hice una mueca, ya que no deseaba pensar de que mi relación fue un engaño porque eso me destruiría más de lo que ya me encontraba en ese instante.
Anoche llegué a casa de mis padres hecha un mar de lágrimas, con el corazón y el alma tan rota que sentía que nunca armaría lo que él destruyó con sus palabras y acciones, con la forma en que me trató en el departamento que habíamos compartido juntos. Mis padres se preocuparon tanto por mí que me abrazaron mientras caía al suelo para seguir sollozando de la misma manera en que lo había hecho en todo el camino hacia su casa. Solo tenía que cerrar los ojos y recordar sus expresiones de dolor al ver el estado en que llegaba su hija, su pequeña niña a quien le hicieron añicos el ser y ahora no entendía como continuar con su vida.
Mi corazón apenas latía en el centro de mi pecho y mis manos no dejaban de temblar, lo que empezaba a preocuparme en demasía porque no entendía que le sucedía a mi cuerpo. Las lágrimas seguían deslizándose por mis mejillas y mis sollozos provocaron que más de una persona me lanzara una mirada interrogativa de que era lo que me sucedía, por qué caminaba en ese estado tan precario, ya que parecía que pronto me desplomaría al suelo. Lo único que deseaba era llegar a casa de mis padres para que me abrazaran y me dijeran que todo estaría bien, de que Frank entraría en razón y vendría a mi rescate, de que se daría cuenta de que estaba cometiendo un error y que me amaba con su alma, que no podía estar sin mí. Mis progenitores aceptaban mi relación con Frank, aunque tuvimos algunos inconvenientes antes de que me fuera a vivir con mi pareja, pues éramos cuatro personas con pensamientos y crianzas completamente diferentes.
Mis padres me apoyaban en todas las decisiones que tomaba en mi vida, pero yo no sabía cómo reaccionarían al ver a su pequeña en ese estado. Me detuve a mitad de un paso para tratar de tranquilizarme un poco, pues no quería asustarlos, pero solo al pensar en cómo se dieron las cosas con Frank provocaba que otra ola de lloriqueos apareciera en mí, sollozos que hacían sacudir toda mi anatomía y que causaban de que deseara vomitar por la ansiedad que habitaba en mi interior. «Llevaba años sin sentirme así», pensé y sacudí mi cabeza con parsimonia al darme cuenta de que Frank me había empujado a una espiral de ansiedad, dolor y mucho sufrimiento. «¿Cómo la persona que dice amarte puede hacerte esto?».
Continué caminado cuando me percaté de que la luna se encontraba en lo alto del cielo y que los faros de parterre vial se hallaban encendidas, lo que significaba que era peligroso andar por las aceras a esa hora de la noche, pero a mí no me interesaba mi seguridad porque lo único que se encontraba en mi mente era llegar a casa de mis padres. Frank y yo vivíamos a unas cinco cuadras de distancia de mis progenitores porque encontramos un departamento que se ajustaba a lo que ambos necesitábamos. Yo trabajaba desde casa, así que la locación de donde nos encontráramos no era tan relevante para mí, pero para Frank si lo era porque era un ingeniero en electromecánica y la empresa en la que laboraba se hallaba en el centro de la ciudad.
—No quiero perder mucho tiempo manejando hasta mi trabajo —comentó, encogiéndose de hombros—. Y tú quieres estar cerca de tus padres.
—Por supuesto —asentí—. Es mi familia y me gustaría visitarlos.
—Entonces, ¿este es el elegido? —indagó con una ceja enarcada—. Solo tiene una habitación y no sé cómo me siento con la idea de tener un ambiente abierto.
—Yo… —balbuceé antes de suspirar—. ¿Te gusta el departamento, Frank?
—No —respondió—. Pero es económico y está cerca de todo, no deberíamos preocuparnos de tener que ir en moto hacia el mall porque lo tienes cruzando la calle.
—Creo que eso responde a la pregunta que me hiciste, amor —sonreí—. Ya encontramos nuestro hogar.
—Lo encontramos —dijo con aburrimiento.
Sacudí mi cabeza para alejar ese pensamiento que me memoraba de que él no estuvo nada feliz con el lugar donde vivimos los mejores momentos de nuestra relación, que él terminó aceptando vivir conmigo después de una discusión que tuvimos porque Frank deseaba que yo pasara la noche con él y no me sentía muy cómoda con la idea. «Él realmente no deseaba formalizar la relación». Pensar en Frank provocaba que quisiera llorar con más fuerza, que deseara regresar al departamento y le suplicara de que me diera otra oportunidad, pero una parte de mí me decía que no debía rebajarme a él, que no debía humillarme por alguien que me estaba soltando sin ningún inconveniente ni dolor. Amaba tanto a Frank que no sabía cómo continuaría mi vida sin él a mi lado, como sería mi vida sin el hombre que sentía que era mi alma gemela y que me hacía sentir en la luna cuando sus ojos se enganchaban con los míos.