Adolecer

Capítulos 27 al 30

27.

            

          Fue demasiado agradable volver a clases, poder estar con Sally todo ese tiempo y no tener que estar trabajando en la infernal faena en el desierto, ni en la infinidad de labores domesticas que nunca terminan. Eso creí, pero si bien tuve la suerte de no tener que volver a tirar pala, no pude librarme de las tareas hogareñas. 

          Ya para ese momento mis padres vieron como una obligación el que yo hiciera gran parte de las cosas de la casa; o tal vez lo usaron de excusa para tenerme allí controlado, como sea, tuve que continuar con el mismo ritmo del año anterior, y no me quejé, sólo porque veía a mamá más tranquila con la bebé y porque mis hermanos estaban demasiado apegados a mí y se habían acostumbrado a que fuera yo quien los atendiera y los llevara a clases, a que les diera a escondidas caramelos de los que me daba Sally en los recreos algunas veces, y a que jugara con ellos antes de dormir; me alegraba ver a mi familia más contenta, aunque para mí significaba más esfuerzo, cansancio y menos horas al lado de Sally.

          Mi padre hizo todo un interrogatorio a causa de la ropa, el primer día que me la vio puesta; sentí una vez más el miedo comerme las entrañas, por lo que opté por callar y no decir nada. Callé y agaché la cabeza, pero estaba decidido a no dejar que me la quitara.

        Volvió a golpearme; según él por no responderle. Esta vez no lloré, ni le grité; sólo dejé que lo hiciera, lamentablemente delante de mis hermanos que observaban con temor, sin entender porqué yo estaba siendo castigado una vez más. Aún así, pude conservar mis cosas y aunque me había pegado, yo lo sentí como un pequeño triunfo.

        Ya había empezado abril, y Sally se veía descontenta, estaba decaída porque simplemente no podía quedarme con ella al finalizar las clases; ya no iba a su casa, ni ibamos al mirador o a la playa, además mis notas estaban bajando, y yo siempre estaba cansado y ella lo notaba. Me daba sus argumentos todo el tiempo, y me pedía una y otra vez que le dijera qué pasaba en mi casa, yo solo le decía que todo estaba bien, que debía seguir ayudando a mamá un tiempo más hasta que la bebé estuviera un poco más grande, pero ella no me creía, tal vez porque posiblemente mi rostro denotaba los sentimientos confusos que tenía… deseaba estar con ella como antes, pero no quería decepcionar a mis hermanos y abandonarlos de nuevo, tampoco quería que mamá se estresara ahora que tenía a su guaguita;  por esa minima y tensa paz familiar que había, y por que no quería ser causante de provocar una vez más la ira de papá; seguía sintiendo miedo de él; de que me golpeara, o me quitara mis cosas, o me encerrara y no me dejara ir a clases, pero aún más que eso que por algún error mío volviera a enviarme a Iquique donde esa gente. 

         Algunas veces  —muchas veces—  me sentía triste; extrañaba demasiado los momentos gratos en casa de mi tía Dina y en casa de Sally y ver a la tía Margarita, y a mí no me dejaban llevar a Sally a casa; sabían que seguía con ella, aunque no fui yo quien se los dijo, aunque era obvio, pero mi padre me prohibió extrictamente llevar a quién sea a la casa, y ni siquiera dejaba entrar al Alejandro cuando mi tía lo mandaba a husmear para saber como yo estaba, yo tenía que salir a hablar con él fuera de la puerta de la casa y él me hablaba algunas veces como en codigo, queriendo siempre que le asegurara que estaba bien, mi tía lo hacía porque cuando llamaba mamá y papá me negaban y no me dejaban hablar con ella, y a mí y a mís hermanos nos tenían prohibido contestar el teléfono.

          Hay distintas formas de lastimar a alguien y a veces las más sutiles, son también las que son más dificiles de detectar, pero son tan nocivas como cualquier otra.

          El primer semestre de ese año no sufrí demasiados castigos físicos; fueron pocas las veces que llegó a golpearme, y fueron sólo cachetadas o sacudones, y yo no hice ningún tipo de escándalo; era como tener una tregua implicita entre ambos; sólo por mamá y la bebé. Yo sentía que mientras hiciera todas las cosas de la casa que me responzabilizaban de hacer podía mantenerlo tranquilo y sin quejas sobre mi persona; en ese tiempo lo que más deseaba era que mi nueva hermanita estuviera bien y fuera feliz y mis hermanos también, aunque en el fondo de mí anhelaba una vez más la libertad que sentía volvía a serme arrebatada.

 

28.

            Durante las vacaciones de invierno de ese año, al fin pude pasar más tiempo con Sally como yo quería. Ya mamá estaba por completo recuperada, y la bebé iba creciendo bien. 

            Papá de tenía otra vez un nuevo trabajo y casi no pasaba en casa, se iba de madrugada y regresaba en la noche; creo que para todos eso era bueno, había menos tensión en el ambiente; podíamos respirar más libremente con él lejos. Mamá se veía más alegre y los niños más relajados. 

            Anaya, mi madre, me permitió salir algunos días sin mucha restricción, por lo que pasé esas vacaciones entre la casa de Sally y la de mi tía Dina, que pedía que fuera a verla, e íbamos Sally y yo a tomar onces con ella.

            Hicimos varias cosas divertidas esas dos semanas. Caminamos por el centro de la mano, fuimos a comer dulces a la pastelería de siempre, la que estaba a una cuadra de la casa de Sally, frente al mercado. Jugamos un rato en los flipers, aunque los dos eramos muy malos en ello. También fuimos a un parque de diversiones que había llegado a la ciudad y llevamos allá a mis dos hermanos, nos divertimos mucho, gracias a la tía Margarita que pagó todas las entradas. Pero de todo lo que más me gustaba, era simplemente estar en sus brazos; que Sally me abrazara, me besara, y quedarnos allí quietecitos sintiéndonos el calor uno del otro, acurrucados en el sofá viendo cualquier tontería en la tv, sin hacer nada más que acariciarnos y reirnos tontamente de cualquier cosa.




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