Afterglow

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–Así, nos complace anunciar cada formato que se lograra implementar en el nuevo modelo de enseñanza de este reconocido hospital, pera que nuestras futuras generaciones estén altamente preparadas ante las circunstancias presentadas como sus exigentes y grandes retos que la carrera de medicina demanda para con ellos –decía el jefe del hospital, un hombre adulto de tez bronceada, ojos grises, cabello canoso, de un metro setenta y cuatro centímetros de altura y de unos cincuenta y nueve años de edad. En su aura se reflejaba autoridad, paciencia y sus ojos brillaban cada que hacía mención del nuevo modelo que implementarían. –A su vez, cada interno tendrá la posibilidad de participar en las diferentes rondas marcadas para cada área de cirugía, como cardiocirugía, cirugía general, ortopedia y más –señalaba a las diapositivas que mostraban lo que decía y las cuales marcaban con un a imagen a los jefes de cada departamento. –Con esté nuevo plan, se busca expandir el conocimiento de cada uno de los jóvenes, integrando nuevos incentivos, nuevas áreas de interés que darán un gran cambio y apoyo a los estudiantes, como la cirugía fetal, pediatría y entre otras, de las cuelgas me complace dar y obtener el apoyo por cado uno de mis jefes de departamentos en los cuales confío y en quienes sé que son unos grandes expertos en su rama, los cuales explicaran paso a paso como manejaremos este gran paso. –Las personas aplaudieron y las seguí. Llevaba casi dos horas sentada aquí que sentía como mi trasero se entumía y pedía a gritos salir, pero la presentación era larga. –Para comenzar, pido un gran aplauso a mi nuevo jefe de cardiocirugía, el Doctor Alexander Castellano, persona reconocida por sus esfuerzos y aportaciones a la comunidad. Le damos la más grata bienvenida, Doctor.

Los aplausos se alzaron como alabanza cuando mi padre se levantó de panel que estaba frente a nosotros, el público, y en donde permanecían atentos y gustosos, más doctores, entre ellos estaban tres mujeres, una que perecía mayor de edad, le calculaba unos cuarenta y ocho años, otra era casi muy joven, su rostro no parecía aparentar arruga alguna y su cabello suave y sedoso le daba un aire jovial. También, en lugares distintos estaban dos doctores más. Junto a mí y a unos a cientos adelante, se encontraban periodistas que ponían mucha atención a lo que el jefe del hospital explicaba y que de vez en cuando hacían cuestionamientos. Unos cuántos jóvenes con batas blancas yacían sentados muy cerca del panel, atentos y que frecuentemente entraban y salían con prisa. Yo estaba sentada casi hacía atrás, cerca de la salida y a la cual rogaba para que me tragara y me escupiera en las afueras del hospital, pero tenía que seguir esperando a que esto acabará y a que mi padre me mostrara cualquier cosa doctoristica. Estaba abriéndome así que le escribí a mi mejor amigo.

Eso está acabando conmigo

No aguanto.

Sálvame.

Aplaudí fuerte cuando el nombre de mi padre fue presentado y después de enviar el mensaje. Había conocido a mi mejor amigo en una época muy vacía para mí, pasaba por momentos muy difíciles y las decepciones amorosas habían acabado conmigo, estaba quedándome sin sentido de la vida cuando él apareció. Y es que las mejores personas aparecen cuando menos te lo esperas. Llegan lentamente, tranquilas y sin esperarlo, te abrazan el alma, se quedan en tu corazón y siempre te tienden una mano. Era el inicio de algo, y es que cuando la luz se apagó, la oscuridad me abrazo. Él se había convertido en algo que no imaginaba. Borró las lágrimas de mi cara y me levanto sin importar cuando lastimada estaba. Era alguien en quien siempre confías y que simplemente hacía un poco mejor la vida. Sabía casi todo mí y yo de él, así que estaba bien informado lo que hacía aquí.

Su mensaje no tardó en llegar.

No seas tan exagerada.

Apenas llevas casi doce horas allí

Y apuesto que no has hecho nada.

No respondí debido a que mi padre se había levantado y estaba apuntó de hablar. Vestía su bata blanca y sus antiguos lentes, los cuales se asentaban muy bien. Se acerco a su jefe para estrecharle la mano y darle las gracias, para después posarse sobre el panel que se encontraba a la izquierda.

–Muchas gracias -comenzaba a decir. –Es un gran placer para mí ser partícipe de esta nueva y gran experiencia que con llevaremos todos los presentes aquí. También agradezco a mis chicos, que sin ellos todo esto estaría perdido –dijo señalando a los jóvenes de batas blancas, internos. Los aplausos estallaron cuando los jóvenes hicieron reverencia en agradecimiento. –Es gratificante poder estar aquí, con todos ustedes, para compartir un poco de mí y de mis conocimientos. Me alegra mucho tener esta oportunidad de demostrar que la medicina no sólo es algo casual, sino, pasión, entrega y una sensación de alegría cada que salvas una vida. También, es un placer poder darles orientación a nuestros jóvenes internos a una de las ramas más increíbles de la medicina, la cardiocirugía en la cual trabajaremos adecuadamente dando paso por paso para que sea de una manera entendible... –el discurso quedó a medias, pues desde la bata de mi padre algo comenzó a hacer ruido, como una alarma, pero eran unos pitidos constantes. –Oh –expresó sacando su localizador de bolsillo. –Me gustaría seguir con ustedes, pero el deber manda. Jefe. –Volteó a ver al director y los dos asintieron.

Mi padre bajó del podio en dirección a la salida, camino por el pasillo y cuando llegó a mi lado me hizo una señal con su rostro para que lo siguiera. Me levanté y salimos dejando la voz del jefe ahogarse detrás de nosotros. Así comenzaba mi tortura, quien sabe a qué aventura me llevaba o que cosa desagradable me mostraría. Me preocupe un poco al no saber que me de pararía el destino, deseaba que no fuese heces fecales. Caminos por el pasillo que llevaba al auditorio, de donde salimos, hacia un ala de cirugías y de una sala de espera. Llevaba un poco de prisa y me costaba seguirle el paso. Perecía serio y pensativo debajo de esos lentes.



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En el texto hay: tristeza, amor, dolor

Editado: 28.09.2020

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