Afterglow

8

–¿Tienes una hora de llegada? –preguntó Sebastian, observándome con ojos brillosos y ligeramente tristes.

–No –dije pensativa. Realmente no tenía un ahora fija para regresar a casa o al hospital, pero mi padre había dicho que me llamaría cuando fuese momento de regresar con él. –Pero tal vez no debería de llegar tarde a casa... -pensé un momento mientras dejaba que el aire acariciara mi nuca. –Algo así como a las cinco de la tarde estaría bien.

Lo miré, atento a cada palabra que decía, como si fuese una gran cosa que necesitase ser escuchada y aclamada. Cuando pronuncié la hora que me parecía adecuada, él miró su reloj, analizando.

–Eso nos da aproximadamente... –pensaba. –Unas seis horas juntos. -Me miró, como si espera a que estuviera de acuerdo con él.

–Bueno, hay que aprovechar cada minuto.

Caminábamos rumbo al centro de la ciudad. Había escuchado historias o grandes asombros de las personas que lo visitaban, pero cada que venía de visita me era difícil salir debido a que no conocía bien cada parte del lugar y siempre me invadía ese miedo de que me sucediera una cosa. Las calles eran agradables, moldeadas rústicamente, las fachadas de grandes casas, edificios y demás hacían juego con todo aquello. Podía notarse detalles precisos, acabados que nunca imagine que se pudiesen elaborar en paredes o en cimientos. Las casas eran chillantes, con colores llamativos y decoraciones agradables. En cada calle que cruzáramos os encontrábamos con turistas rebosando cada banqueta. Sabía que ésta era una ciudad turística por toda la historia que tenía, pero realmente era sorprendente lo lleno que estaba de personas.

Sebastián iba guiándome por cada rincón que caminásemos. De vez en cuando volteaba a ver si seguía detrás él cuando una manada de turistas nos acorralada en nuestro pasar y cuando hacía eso sólo me encogía de hombros y le sonreía tímidamente. Me iba explicando lo que antes era cada cosa, quedaba realmente impresionada. No sólo por el hecho de todo lo que me contaba, sino por el simple acto de que tuviese toda esa información en su cabeza. Podía notar que tal vez era una persona inteligente y que combinado con todas aquellas cualidades que pernotaba en su ser, era casi increíble. También notaba que observaba mucho su reloj y me ponía un poco ansiosa que hiciera eso, mi mente aceptaba una idea y luego procesaba otra, buscando una aceptación.

–Si no tienes tiempo, podemos irnos –le dije cuándo por novena vez observó su reloj. No es que llevara una cuenta, pero si era algo que no se podía evitar notar. Cada que estaba hablando lo veía o cuando regresaba a mi lado porque un par de turistas nos separó, lo hacía. Me incomodaba que hiciera eso, si realmente no podía estar aquí o si no quisiera estarlo, era mejor que me lo dijera o que no me hubiese hecho una propuesta de salir.

–No –dijo con na voz calmada y sueva al notar me un poco sería. –Sólo veo la hora para que no se nos pase el tiempo y no llegues tarde –dijo dulcemente.

En ese momento los pensamientos se me esfumaron. La respiración se me detuvo un segundo y regreso después. Era un caballero, preocupado por mí. Un nerviosismo me recorrí y sentí como mi corazón dio casi un vuelco por completo, emocionado por lo que había escuchado. Me sentí un poco mal por pensar cosas que no eran. Estaba preocupándose por mi puntualidad. Fue gratificante en ese momento saber que era atento conmigo.

–Oh, esta bien –dije levemente en forma de disculpa.

–No quiero que te regañen, ¿está bien? –me miraba con unos ojos tristes.

–No creo que pase eso, pero te lo agradezco.

Me miró y sonrió. Tenía una sonrisa peculiar y encantadora. Estaba llegando a un punto en dónde me gustaba verlo sonreír y sabía a qué se debía eso. Era un chico agradable y atractivo, casi fuera de mis gustos naturales, pero para ser un poco sincera, te hacía sentir bien con su presencia, divertida y cautivadora como su mirada llena de vida.

–Pero no debemos arriesgarnos –asintió, diciéndolo cómo si podría depararme un gran castigo. –¿Quieres comprar algo de comida? –preguntó acercándose un poco a mi para dejar pasar a unas cuantas personas.

Al tenerlo un poco cerca pude percibir su colonia, perfume que olía tan grandioso y maravilloso. Se asemejaba a ese tipo de fragancias que se quedan impregnadas en las fosas nasales y que sin importar cuantos días hayan pasado, la nariz siempre lo reconocería. Suspiré un poco y el corazón comenzó a acelerarse al tenerlo casi tan cerca que podía percibir el subir y baja de su pecho. Otra corriente de aire me golpeo la cara, sacándome del ensimamiento y trague saliva para disimular que disfrutaba de su perfume.

–Quiero un poco de agua –dije cuando se apartó.

–Okay, podríamos pasar a esa tienda. –Señaló una tienda que se encontraba unas cuantas casas de nosotros y que yo no había notado.

Asentí observándola. Cuando llegamos, entramos. Dentro del lugar estaba un señor recargado en un mostrador haciendo quien sabe que cosas con una libreta y una calculadora, pero cuando nos vio cruzar la cerró y nos dedicó un aligera y grata sonrisa. Yo me quedé en la parte de los refrigerados viendo que botella de agua me convenía comprar. No quería una de muchos litros, pero tampoco deseaba comprar una con poca agua, porque sabía que me daría más sed conforme siguiésemos caminando. Sebastian siguió derecho buscando quien sabe que mientras yo seguía inmersa comparando precios. Saqué dos botellas de agua, una contenía un litro y medio y la otra un litro y trecientos más de producto gratis. Ambas eran de marcas distintas y la primera estaba más cara por unos cuantos pesos más. Pará cuando está por elegir cuál llevarme, Sebastian llegó a mi lado cargando dos sobres.

–¿Qué haces? –preguntó frunciendo el sueño al verme seria.

–Comparo qué bebida es mejor –dije sin mirarlo.

–Mmm... –Sentía que me observaba esperando a que hiciera un movimiento y eso me puso nerviosa. –Traje sándwiches. –Dejé lo que hacía para mirarlo. En las dos manos traía dos envoltorios de plástico en forma de triángulo y los alzó cuando notó que le prestaba atención. –Espero te guste el de queso con jamón... porque solo había de eso –se encogió de hombros.



#27724 en Novela romántica
#6481 en Joven Adulto

En el texto hay: tristeza, amor, dolor

Editado: 28.09.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.