Al borde de la obsesión pero es amor

TRES

Audrey se desenredaba los cabellos con los dedos en un movimiento felino, que lo dejó sin aliento, pero respiró profundamente para evadir las artes de seducción de la chica, las cuales habían mejorado considerablemente con los años. Recogió el pantalón del suelo y empezó a colocárselo, mientras ella ni se inmutaba.

—Audrey vístete, es tarde… rápido. —Le pidió, y ella recogió su ropa y lanzó sobre el diván la capa. Se puso la falda y su blusa, sin detenerse a colocarse las pantaletas, ni el brassier. Calzó sus zapatos—. Sígueme. —Ella obedeció y él salió del camerino, encontrándose las luces apagadas—. No… no ¡No puede ser! — exclamó desesperado, casi arrastrando a la pelirroja a la cual tomaba por un brazo.

—¿Qué pasó? —preguntó ella sin comprender.

—Creo que nos han dejado encerrado. —Respondió.

—¿Crees que nos han dejado encerrado? Eso es imposible, Nicholas. —La voz denotaba la angustia que inmediatamente se apoderó de ella—. ¿Cómo es posible que se larguen y no se cercioren si estabas o no en tu camerino? La luz estaba encendida, tuvieron que darse cuenta por la rendija inferior de la puerta —protestaba Audrey molesta y temerosa.

Caminaron hacia la puerta principal y se encontraba cerrada, Nicholas giró el pomo con energía y tiró de la puerta, pero no cedió. Estaban encerrados en el área de los camerinos.

—No me gusta que me molesten, solo doy permiso para que entren por la mañana —explicó él, sintiéndose frustrado.

—Yo no me puedo quedar aquí, tengo que irme, tengo que salir de aquí, tiene que haber otra salida. —Audrey se encontraba realmente asustada y desesperada, no podía pasar la noche fuera del hotel donde se estaba hospedando con la familia de su prometido.

—No… no la hay. ¿Acaso no te has dado cuenta de que es un callejón sin salida? —inquirió molesto.

—Yo no quiero pasar toda la noche aquí y menos contigo, no puedo —hablaba empezando a caminar de un lado a otro, amenazando con hacer una zanja en el piso con sus tacones.

—¿Y crees que yo quiero estar a tu lado? —inquirió con furia ante las palabras de la Audrey—. Si no te hubieses aparecido desnuda en mi camerino, nada de esto hubiese pasado, yo estaría… ¡No eres más que un desastre! Solo sirves para un buen revolcón nada más. —Se alejó dando largas zancadas.

—Al menos para algo sirvo, no como la estúpida lisiada de tu prometida ¡Impotente! —Le gritó colérica.

Nicholas ignoró el cometario satírico de la chica y continuó hasta su camerino, lanzando la puerta. Agarró una de las botellas de aguas y la destapó, bebiéndose el líquido de un solo trago, aunque estuviese caliente. De alguna manera debía calmar la rabia que lo estaba calcinando, porque si algo odiaba, era dar explicaciones y al día siguiente debía exponérselas a Susana, entonces ella empezaría con su llanto estúpido cargado de reproches.

Audrey se sentó en el suelo en medio de la oscuridad, mientras imaginaba a su futura suegra buscándola en su habitación, para ir por Malcom a la estación de trenes y no estaría. Debía ir planeando una excusa sumamente creíble.

El tiempo pasaba y ella no enhebraba nada, se sentía exhausta y el calor la debilitaba físicamente, sumiéndola en un sopor que término venciéndola, hasta que se quedó completamente dormida.

Cuando sus ojos se abrieron nuevamente después de unas cinco horas en un sueño profundo, se encontró sobre el diván y no en medio de la oscuridad. Desconcertada sin saber cómo había llegado a ese lugar, supuso que tal vez había caminado dormida. Joshua, su hermano se lo decía, que de pequeña lo hacía muy seguido, pero nunca le creyó.

El olor a humo inundó sus fosas nasales, sabía que Nicholas estaba fumando, aun cuando el paraban le bloqueaba la visibilidad. Se puso de pie y se encaminó hasta donde se encontraba el actor. En silencio admiró esa sensualidad y elegancia que emanaba con solo fumar y alumbrado por la triste luz de una lámpara en la mesa a su lado.

—¿Qué hora es? —preguntó ella, rompiendo el silencio, y la reacción tranquila de él fue como si supiera que llevaba minutos observándolo.

Estiró la mano y agarró un reloj de pulsera que reposaba al lado de la lámpara y el cenicero.

—Son las dos y diez —contestó con voz profunda.

—¿Cómo llegué aquí? —Caminó y se sentó frente a él en el banco de la peinadora.

—Eres sonámbula… ¿No lo sabias? —inquirió, mirándola y elevando una ceja con sarcasmo. Esa era la excusa para no explicar que él la había traído en brazos.

—No soy consciente de ello, pero Joshua me decía que de pequeña lo era —acotó y su voz se tornó ronca.

—Me enteré de lo de Joshua por los periódicos, aun cuando no era santo de mi devoción, siento lo que pasó. —La voz de él era suave como el terciopelo y profunda como el mar. Demostrando que lo que decía en serio lo sentía.

Joshua había sido su compañero de clases, pero era un reverendo hijo de puta que se creía superior a todos los demás, por eso nunca empatizaron.   

—Está bien… —susurró y apretó los labios para que Nicholas no viera que temblaban ante las ganas de llorar, quizá porque cuando alguien conocido le recordaba lo sucedido con Joshua el sentimiento la golpeaba con fuerza.



#28734 en Novela romántica
#3213 en Novela contemporánea

En el texto hay: pasion, amor, venganza

Editado: 24.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.