Al borde de la obsesión pero es amor

NUEVE

Audrey se encontraba desayunando con Malcom en el restaurant del hotel Palace, sería su último día en Nueva York, ya que por la tarde regresarían a Chicago.

Los padres de su prometido retornaron, la noche anterior, por lo que el rubio se había escurrido a su habitación a media noche e hicieron derroche durante la madrugada, razón por la cual el desayuno lo tomaban a las diez de la mañana.

La pelirroja muchas veces se perdía en sus pensamientos, pero sobre todo en las comparaciones que no pudo evitar hacer mientras estuvo con Malcom, y a quien muchas veces llamó mentalmente Nico, disponiendo de su autocontrol para que su prometido no la descubriese.

Sería una mentirosa si dijese que no había disfrutado, que el chico no le había hecho alcanzar el cielo. La diferencia estaba en que Nicholas con un orgasmo le había hecho conocer a Dios, al dueño de los cielos a los cuales Malcom la transportaba.

Todo fuese realmente perfecto, si pudiese quedarse con los dos, al mismo tiempo, en la misma cama, tal vez algún día podría presentarlos.

Malcom era un hombre que le gustaba aceptar retos, le gustaban los juegos y no sería primera vez que la compartiese, recordaba ese viaje que hicieron a la India el año pasado, donde por primera vez, su prometido y ella tuvieron un invitado y a la noche siguiente, aunque se moría de celos, le tocó aceptar a la invitada.

—Buenos días, señorita Davis. —Saludó con respeto y disimulo un mesonero acercándose a su mesa, por lo que la chica levantó la cabeza y elevó una ceja con sarcasmo, sin saludar al hombre—. Disculpe, esto es para usted. —Le dijo entregándole un sobre.

—¿Para mí? ¿Quién lo ha enviado? —preguntó desconcertada.

—No tiene remitente señorita. —Le dijo el joven.

Audrey le dio vuelta al sobre ante la mirada de curiosidad de Malcom, quien tampoco comprendía lo de la correspondencia.

—Bueno… —dijo tomando su cartera estilo sobre y la abrió sacando una propina—. Gracias. —Le tendió el dinero.

—De nada señorita… no, no es necesario —rechazó amablemente lo que la pelirroja le estaba ofreciendo e hizo una reverencia y se retiró.

—¿Y bien de quién es el misterioso sobre? —preguntó el rubio con la mirada en lo que las manos de Audrey sostenían.

—No lo sé amor… —dijo sintiendo algo de temor, podrían ser algunas fotografías que Susana se habría encargado de hacer, aunque ella se percató de que no llevase nada, no le gustaba confiarse, y lo peor era que sentía sobre ella la mirada de Malcom. Trató de disimular y tragó en seco para pasar la angustia y se dispuso a abrir, catalogándose como estúpida porque las manos le temblaban.

Abrió el sobre siendo lo más cuidadosa posible, no quería que nada se le escapara. Sacó una hoja y la desdobló con cuidado, dentro había algo más.

Lo revisó, y cuando se dio cuenta de que era un pasaje en primera clase a California, lo mantuvo detrás de la hoja, mientras el corazón le brincaba en la garganta y los ojos querían salir de sus órbitas; sin embargo, trataba de controlarse. Se dispuso a leer la breve nota.

 

Ven conmigo, hemos emprendido la gira por varios estados, estaremos quince días en California. Lo que me has hecho aún no está pago, una noche no fue suficiente para una apariencia de toda una vida.

Cuando llegues, te diriges al hotel Beverly Wilshire, das tu nombre y te llevaran a la habitación 239, yo estaré en la 238, no te preocupes, todo estará pago.

 

N.M

P. D: El placer da lo que la sabiduría promete.

 

—Voltaire. —susurró Audrey ante la posdata.

—¿Y? —preguntó Malcom al ver que había terminado de leer.

Audrey dobló rápidamente la nota, resguardando el pasaje, lo metió en el sobre y lo guardó con manos temblorosas en su cartera.

—No… no es nada importante, es una nota de mi amiga… ¿Recuerdas de la que te hablé?

—Sí… sí de la invalida ¿cómo sigue? —Inquirió regresando la mirada al desayuno.

—Mejorando. —Fue la respuesta escueta y se dispuso a desayunar, tratando de parecer lo más relajada posible, mientras en su interior las emociones se habían convertido en un mar embravecido.

Lo sentía por Nicholas, pero no podría ir. Era imposible, por la tarde debía regresar a Chicago con Malcom, estaba a un mes de casarse, no podía darse un viaje a California solo para someterse a los placeres y juegos de Nicholas, aun cuando su corazón le gritase que saliera corriendo y agarrara el primer tren a los Ángeles, disimuladamente se llevó una mano al pecho, justo al lado izquierdo.

Contrólate imbécil, deja de ser tan débil, no brinques con tanta emoción, deja al cerebro que actúe y tú solo limítate a bombear sangre. —Le decía mentalmente al corazón, pero sintió su centro palpitar. —¿Ahora se han confabulado? He dicho que no y punto… —Apretó las piernas. — Quiero a Malcom, me voy a casar con él… Es mi seguro, mi sentido, no voy a perder al hombre que me aprecia, y de verdad me quiere, para ser el mero capricho y un intento de venganza de Nicholas Mansfield, por un estúpido pasado… Sé que solo busca hacerme daño, por todo lo que le hice con mi prima, porque estoy segura de que se hace el imbécil. Así como supo donde me hospedaba, también debe saber que estoy comprometida, ya obtuve lo que quería; bueno, es hora de retirarme del juego y no dejarle opción a revancha. 



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En el texto hay: pasion, amor, venganza

Editado: 24.02.2021

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