Al borde de la obsesión pero es amor

DIECINUEVE

Dos semanas después se encontraban en su destino. Nicholas se la había llevado a Puerto Rico donde había rentado una cabaña en el mismo paraíso, alejado de todo y de todos, a la orilla del mar y al fondo una selva exótica, que contenía ríos y saltos de aguas con pozones de agua cristalina, toda esa maravillosa naturaleza había sido testigo de sus encuentros pasionales.

El color de la piel de ambos había cambiado considerablemente, parecían unos camarones ante el bronceado que llevaban.

—Robert dará el grito al cielo cuando vea lo que has hecho con la palidez de Drácula —bromeó Audrey, acostada en una tumbona bajo una palmera, mientras disfrutaba de una piña colada y de la brisa marina.

—Valdrá la pena cada grito de Robert —respondió, desliando un cubo de hielo desde la rodilla hasta la ingle de Audrey. Le gustaba ver cómo la piel caliente de ella resumía en su totalidad al cubo.

Cada minuto al lado de esa mujer le reafirmaba que había tomado la mejor decisión, los momentos junto a ella eran extraordinarios, sin tapujos ni testigos podía vivir plenamente sus sentimientos, burlándose de un pasado al que ya no deseaban mirar, solo querían tener todos sus sentidos puestos en el presente.

De repente el sol empezó a ocultarse tras una espesa nube gris y el viento se hizo más frío.

—Parece que se arruinará el día —bufó Audrey, quitándose los lentes de sol y miró al cielo—. En serio, no lo puedo creer.

—Será mejor que regresemos a la cabaña.

—Esperemos a ver si solo es una nube.

—Realmente no creo que solo será una nube, mira nada más el horizonte.

No les quedó más que regresar y encerrarse en la cabaña, justo al cerrar la puerta empezó a llover.

Nicholas buscó la manera de hacer el encierro más entretenido, con pocos besos y caricias, consiguió excitar a su mujer, por lo que terminaron rondando entre las sábanas, en medio de un encuentro explosivamente sexual, lo hicieron hasta quedar agotados y rendidos.

Cuando Audrey despertó se encontraba sola en la cama, ya había dejado de llover, se levantó con ganas de ir al baño, pero antes de que pudiera salir de la cama miró la nota que estaba sobre la almohada de Nicholas, la tomó y leyó:

 

Tenemos cita esta noche, espero que despiertes a tiempo, no quiero esperar mucho.

 

Será especial, puedes sorprenderme.

 

 Ella sonrió y miró el reloj, que marcaba las dieciocho.

—Tengo que darme prisa —se dijo y desnuda salió corriendo al baño.

Después de ducharse, se puso una falda blanca, estilo hindú de tela ligera y una camiseta sin mangas, ajustada a su diminuta cintura.

Se dejó el pelo suelo, porque sabía que así le gustaba a Nicholas, y decidió quedarse descalza, se dirigió a la orilla de la playa donde él la esperaba con una cena especial; en realidad, para ella cada segundo al lado de Nicholas era inigualable.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver la mesa y las dos sillas, una de las cuales él ocupaba.

Nicholas cuando la vio acercarse se puso de pie, y como el caballero que era, la guio y le sacó la silla para que tomara asiento, seguidamente él tomó asiento y sacó de la hielera la botella de champagne, llenó dos copas y le pidió que brindase.

La atención de Audrey se fijó en los tres hombres que se acercaban con instrumentos musicales en mano. Inevitablemente su sonrisa se amplió y el corazón le latía cada vez más de prisa.

Después llevó su mirada a los ojos azules, sintiendo que la hechizaban y la enamoraban de forma desmedida. Ese hombre, con el que no se había casado, le estaba brindando una luna de miel jamás imaginada.

Tenía la certeza de que junto a Malcom no la hubiese disfrutado tanto, posiblemente estar con quien no era su esposo lo hacía todo más excitante.

—Por esta obsesión. —Brindó él, elevando la copa, y sonriéndole con una sensualidad, que provocaba que en Audrey volviera a encenderse ese fuego interior que horas atrás, él mismo se había encargado de extinguir.

—Por nuestro amor, este amor que quema y que no obedece estándares, un amor egoísta que no permitirá que otros lo dañen —comentó Audrey con la copa elevada, segura de que había descubierto en Nicholas su otra mitad, o posiblemente siempre lo supo y por eso la cautivó desde el instante en que lo vio.  

—Este amor que es tan poderoso en mí como en ti, un amor por el que estoy dispuesto a hacer cosas horribles si se precisa —dijo con total seriedad mirándola fijamente a los ojos, para que no le quedaran dudas de que lo decía en serio.

Chocaron sus copas y bebieron un trago, que fue acompañado por las notas musicales que los hombres implementaban con los instrumentos de cuerda y viento.

Nicholas dejó su copa sobre la mesa y le tendió la mano a Audrey.

—¿Quieres bailar?

—Estaría loca si rechazo esta invitación —dijo sonriente y se levantó, aferrándose a la mano de Nicholas, que la guio a un lado de la mesa, sin salirse del círculo que había creado con velas y arreglos florales.



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En el texto hay: pasion, amor, venganza

Editado: 24.02.2021

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