Al Desnudo

Carta 11

Querido tú,

Hoy la calma se quebró. Bastó un recuerdo mínimo —tu risa apareciendo en la memoria sin que la buscara— para que todo se desbordara otra vez. No sé si alguna vez dejará de dolerme que ya no estés. Quizá hay ausencias que no se curan, solo aprenden a convivir con uno, como cicatrices que no sangran pero siguen ardiendo cada vez que cambia el clima.

Pienso mucho en la palabra “reemplazo”. Todos me dicen que el tiempo traerá alguien más, que volveré a amar, que el cuerpo aprenderá otros gestos. Y me pregunto: ¿acaso no entienden? No quiero. No quiero desnudarme frente a miradas que no sean las tuyas. No quiero besar labios que me obliguen a cerrar los ojos para imaginarte. No quiero inventar un nuevo olor que me arranque el tuyo de la piel. Mi negación no es terquedad, es fidelidad a lo que fuimos.

Te confieso algo: a veces temo convertirme en un fantasma de mi propio amor. Que todo lo que viva de ahora en adelante esté teñido de ti. Pero, al mismo tiempo, me aterra la idea contraria: olvidarte. ¿Cómo se sigue respirando cuando la memoria decide soltar la mano de lo que más has amado?

Por eso escribo. Porque cada palabra es una forma de retenerte, de sostener tu sombra aunque el mundo insista en que siga adelante. Quizá sea egoísta, pero esta carta no busca soltar: busca prolongar lo inevitable.

Con la herida latiendo,
Yo.



#308 en Joven Adulto
#4764 en Novela romántica

En el texto hay: desamor, superacion, dolor

Editado: 05.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.