Querido tú,
Hoy me descubrí diferente, incluso después de la tormenta de anoche. Lloré tanto que pensé que el llanto no terminaría nunca, pero al despertar había en mí una calma inesperadamcomo si las lágrimas hubieran limpiado una parte del dolor que me negaba a soltar. Tal vez eso sea lo que llaman sobrevivir espertar una vez más, aunque la herida siga abierta.
Caminé por la ciudad sin rumbo fijo. El viento en mi cara, el sol entre los edificios, la gente apurada sin saber que yo cargaba contigo en cada paso. Por un instante me sentí libre, como si la vida quisiera recordarme que también me pertenece a mí, aunque tú ya no estés. Y comprendí que no todo tiene que ser oscuridad. Que hay pequeños momentos en los que respiro sin que me duela tanto.
No quiero mentirte aún no sé qué hacer con la idea de otro cuerpo, otra voz, otro olor. No quiero fingir que alguien más puede ocupar tu lugar. Pero esta vez esa negativa no me asfixia, sino que me da tiempo. Tiempo para sanar, para reconocer que merezco vivir sin prisas, sin obligarme a olvidar lo que todavía forma parte de mí.
Quizá nunca deje de doler por completo, pero hoy descubrí que puedo sostener el dolor sin romperme. Y eso aunque sea pequeño, me da una forma de esperanza. Tal vez sea cierto que después de perderte todavía puedo aprender a seguir.
Con un hilo de fe,
Yo