Querido tú,
Creí que estaba lista para seguir sin mirar atrás, pero hoy el recuerdo volvió a colarse como un fantasma en medio de la tarde. Caminaba tranquila, con esa sensación nueva de que la vida todavía podía tener colores, y de repente vi a alguien con tu misma manera de inclinar la cabeza. Fue suficiente para derrumbar la calma que había ganado con tanto esfuerzo.
Me senté en un café y me sorprendí buscando tu reflejo en cada vidrio, como si aún existiera la posibilidad de encontrarte esperándome. Me odié un poco por eso, porque pensé que ya había avanzado, que había tejido una piel más fuerte. Pero tal vez sanar no es un camino recto: es un ir y venir, una suma de pasos adelante y tropiezos inevitables.
No quiero engañarme todavía me asusta el vacío que dejaste. A veces pienso que mi resistencia no es valentía, sino una manera de aferrarme a lo único que aún me recuerda a ti la tristeza. Como si soltarla fuera también perderte para siempre. Y sin embargo, sé que algún día tendré que aprender a sostenerme sin usar el dolor como excusa.
Hoy recaí, sí, pero al menos lo reconozco. Y eso me da una pequeña certeza: aunque tropiece, sigo avanzando. Aunque te recuerde, sigo respirando. Aunque duela, sigo aquí.
Con la fragilidad expuesta,
Yo