Querido tú,
Hoy amanecí distinta. No sé si fue el sol entrando por la ventana, o el silencio que no pesaba como otras veces. Por primera vez en mucho tiempo no me dolió abrir los ojos. No hubo un nudo en la garganta al recordar tu ausencia, ni la punzada de la costumbre buscándote en la cama vacía. Fue como si mi cuerpo hubiera decidido regalarme un respiro.
Salí a la calle y todo parecía nuevo, como si hubiera estado viendo en blanco y negro durante meses y, de pronto, alguien subiera el volumen de los colores. El aire sabía a limpio, las voces en la plaza sonaban dulces, incluso los pasos de los transeúntes parecían bailar a un ritmo secreto. Me descubrí sonriendo sin razón, y esa sonrisa era solo mía, sin raíz en tu recuerdo.
No sé si mañana volverá la sombra, si otra recaída me obligará a escribirte desde la herida abierta. Pero hoy no. Hoy celebro que puedo sentirme viva sin necesitarte. Que puedo ser dueña de mi risa sin que tu imagen la sostenga. Que mi piel aún responde al sol, a la brisa, a la vida.
Tal vez esta sea la primera página que no lleva tu nombre escondido entre líneas. Tal vez este sea el inicio de algo nuevo, aunque todavía no sepa nombrarlo.
Hoy, sin ti también brillo.
Con un rayo de esperanza,
Yo