Hoy cierro estas páginas y siento que algo en mí ha cambiado. No porque el dolor haya desaparecido, sino porque aprendí a habitarlo sin miedo, a sostenerlo sin que me rompa, a mirarlo y reconocer que también forma parte de mi fuerza.
He descubierto que estar al desnudo no significa estar roto, sino ser valiente. Significa mirar la vida sin máscaras, aceptar las cicatrices y abrir los brazos a la ternura que aún puede entrar. Significa caminar con mi propio ritmo, con mi propio brillo, con mi propio corazón intacto en su vulnerabilidad.
No sé qué me traerá el futuro. Tal vez nuevos amores, nuevas pérdidas, nuevas heridas. Pero hoy sé que puedo recibirlos con las manos abiertas y el alma despierta. Porque he aprendido a confiar en mí misma, a encontrar luz donde antes solo había sombra, a recordarme que soy suficiente, completa, viva.
Este libro termina, pero mi viaje continúa. Y aunque la nostalgia pueda volver a rozarme, ya no me define. Hoy camino al desnudo, sí, pero con la fuerza de quien ha aprendido que incluso en la fragilidad existe la libertad.
Bienvenida, vida Estoy lista