Quererte vino de forma natural, como si mi corazón hubiera sido hecho a medida para alegrarte. Fuiste un inquilino, llenaste todos mis vacíos e incluso suturaste mis desgarros. Poco a poco mis cicatrices empezaron, incluso a parecerme bellas marcas de mi historia, como las arrugas de un libro que ha sido leído muchas veces, o el desgastado marca páginas que guarda sus hojas.
Empecé a pensar que tal vez serias el hombre que no se cansará de leerme una y otra vez, desde el principio, hasta el final y que quizás volvieras a maravillarte con cada pequeño descubrimiento, en cada una de tus lecturas.
Quería convertirme en el culmen de la literatura, tu obra favorita, la única novela a la que siempre regresaban, mientras las demás cogían polvo como recuerdos de tus estanterías...
Fue entonces cuando comprendí que eras el lector para el que había estado escribiendo todas mis páginas.
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Editado: 24.10.2020