Desde chico siempre he sabido las cosas que me gustan, mi problema siempre ha sido poder expresarlas... Cuando tuve la edad suficiente para entender ciertas cosas lo supe y acepte todo sobre mi, pero también descubrí que no porque yo me aceptaran significaba que el resto del mundo lo hiciera. Lamentablemente dentro de lo que incluía al resto del mundo, también se podía contar a mi familia.
Comentarios como: "Es algo amanerado", llegaron a mis oídos y a los de mi familia desde que puedo recordar. Estos tipos de comentarios eran recibido de manera distinta por mis padres, él le echaba la culpa a ella diciendo que me sobreprotegía demasiado, y ella nunca me dijo nada, pero notaba su preocupación.
Cuando decidí unirme al grupo de danza de la iglesia, mi madre rápidamente lo vio como mi "oportunidad de salvación". Estaría sirviendo en la iglesia, y eso era bueno. Pero a mi padre no le gustó idea.
Al final terminé uniéndome de todas formas porque mi madre me quería asistiendo a la iglesia con ella de una u otra forma, mucho más cuando mi hermano comenzó a rehusarse en ir. Claro, nuestro padre se lo puso fácil ya que lo inscribió en deportes, así que nunca tenía tiempo y después de que comenzó la universidad ya sí que conseguía cualquier excusa para no asistir.
Yo simplemente quise acercarme a la danza porque era lo más cercano que tenía disponible. Y genuinamente disfrutaba danzar. Pero, con todo esto, temía lo que diría mi familia si se enteraban de que era mi sueño poder ser un danzarín profesional.
—¿Cuál sería el problema con que quieras bailar ballet? —Me respondió Daniel cuando le comenté parte de lo que tenía en mente, más que nada, me habia limitado a contarle que quería inscribirme en una academia para bailar ballet.
—Mi familia no lo tomaría bien —Le contesté con la voz de Josué en mi cabeza repitiendo lo que pensaba sobre los que bailaban ballet.
—Tienes que dejar de pensar en ellos y pensar en lo que tú quieres.
—No es tan fácil —Le dije, en parte arrepintiéndome de haberle contado, y pude escuchar un suspiro al otro lado de la línea. —Mi familia es complicada —Añadí sintiendo que debía de explicarle un poco mejor las cosas, pero tuve miedo de contarle los detalles. —Te pedí el paquete número tres, así que quiero que seas sincero, ¿Crees que vale la pena aún si mi familia no está de acuerdo?
—Sé cómo es este país, y sé cómo son las señoras en la iglesia Jacob y tu madre es una de ellas. Por lo que entiendo tu preocupación, créeme. Pero, si de verdad quieres mi opinión sincera: pienso que es tu vida y que debes vivirla como a ti mejor te parezca.
Con sus palabras todas mis dudas se disiparon y sin pensarlo dos veces me senté nuevamente en la cama, y le di a "enviar". La solicitud ya tenía todos mis datos agregados, por lo que con un simple clic y habia aplicado para ser admitido.
—Gracias por todo Daniel.
—Estoy aquí para lo que necesites —Me dijo y era como si pudiera ver la sonrisa dibujada en su rostro. —Buenas noches, Jacob.
Cuando dejamos de hablar dejé mi celular sobre la mesita de noche. Acomodé la laptop en mi escritorio, volví a ponerme los audífonos y le di al botón de reproducir. La música inmediatamente ahuyentó el silencio y me quede en mi cama recostado mirando a la nada. Mi habitación estaba a oscuras y estaba bien con eso, a través de las ventanas entraba un poco de la luz de la calle, suficiente para hacer siluetas.
Una persona asustadiza estaría viendo figuras de todas formas entre los distintos rincones de la habitación en ese momento. Hubo un tiempo en que esas mismas figuras me asustaban haciéndome sentir que eran demonios acechándome entre las sombras, siempre al tanto de todos mis pecados, riéndose de mis miedos, burlándose de mis inseguridades. Hubo un tiempo en el que pensaba que por ser como soy merecía el infierno, pero ¿cómo no iba a pensar así? Desde siempre me habían sembrado esa clase de pensamientos en la cabeza.
Siempre pensé que una persona merecía ir al infierno por ser como soy... hoy en día ya no veía todo en blanco y negro. Ahora existían tonos grises.
Nuevamente quedé dormido sin darme cuenta, pero este sueño era diferente. Otra vez estaba en un escenario bailando, pero esta vez no había público, éramos sólo yo y la música. Di vueltas, y me dejé llevar. Ya no existían temores, ni preocupaciones, ya solo éramos la música y yo siendo uno. En un momento abrí mis ojos y vi de hacía donde debería estar el público, pero en este sólo estaba una persona que caminaba hacia donde mí, aplaudiendo lento.
Las luces de los reflectores alumbraron hacia donde él. Daniel subió al escenario.
—¿Qué haces aquí? ¿Estás loco? —Le pregunté sin poder contener la sensación de felicidad que sentía en ese momento.
—Puede que sí, que este un poco loco —Me respondió sonriendo y se acercó a mí. Sentí como mi corazón empezaba a latir más deprisa.
Daniel se acercó un poco más y cuando estuvo a una distancia suficiente como para poder sentir su aliento sobre mi piel, la alarma empezó a sonar.
—¿Viste?, te dije que de seguro lo que de seguro no era nada. —Comentó Josué tan pronto entró por la puerta de mi habitación, plantándose como siempre en mi laptop. Siempre con una razón distinta para usar mi laptop en lugar de la suya —¿Viste que ya están contentos otra vez? Anoche tuve que ponerme unos audífonos porque me despertaron —Agregó acompañado de un exagerado gesto de asco.
—Demasiada información Josué —Le respondí mientras terminaba de vestirme. —Yo sólo espero que no vuelvan a discutir. Odio cuando discuten.
—Como si de verdad te dieras cuenta de nada con esos audífonos que siempre llevas puesto.
"Justo por ellos es que lo hago", pensé. Pero no era algo que le diría a mi hermano.
—¿A dónde vas que te estas arreglando a esta hora?