Alessandro

Capítulo 5

Mientras escuchaba el sermón de su abuela, Fiorella mantenía la mirada baja. Aunque le tenía mucho cariño, tenía que admitir que odiaba cuando Cornelia quería controlarla; ya no era una niña, ahora era una adulta y tenía derecho a tomar sus propias decisiones. Entendía que después de perder a su única hija quisiera protegerla, pero su sobreprotección estaba empezando a asfixiarla.

—Fiorella, ¿me estás escuchando? —preguntó con rudeza sobresaltándola.

—Sería imposible no hacerlo —, mintió. Lo cierto era que luego de escuchar su primera palabra, su mente empezó a divagar.

Cornelia le dirigió una mirada reprobatoria, sabía que estaba mintiendo.

―Creo que es momento de que dejes de jugar y comiences a hacer los preparativos para entrar en la universidad ―soltó con brusquedad. ―Si tus padres estuvieran vivos, estoy segura de que no hubieran permitido que pospusieras tu entrada a la universidad.

Que su abuela usara la memoria de sus padres para intentar manipularla sí que fue un golpe bajo. Con el corazón arrugado, decidió que era momento de hacerle entender a Cornelia que solo ella tenía derecho a elegir cuál camino tomar.

―Valoro que te hicieras cargo de mí cuando mis padres fallecieron; sin embargo, tengo que decirte que te has equivocado en algo, abuela.

―¿De qué estás hablando ahora? ―Cornelia la contemplaba esperando su respuesta.

―Mis padres nunca me impondrían su voluntad, todo lo contrario, me apoyarían sin importar la decisión que tomara; ellos confiaban en mi sensatez, algo que sin duda tú no haces.

―Solo estás diciendo tonterías, tus padres te mimaron demasiado. Además, eres aún muy joven y piensas que puedes comerte el mundo, pero yo estoy aquí para evitar que cometas errores. ―Aunque ahora su nieta no la entendiera, estaba segura de que en el futuro le agradecería por ser tan dura con ella.

―No puedes evitar que tropiece, abuela, tarde o temprano lo haré.

―Si me escuchas, no tropezarás.

Rayos, intentar razonar con su abuela, era agotador; lo sentía por ella, pero no pensaba hacer lo que le pedía.

―Parece que tenemos un pequeño problema.

―¿Qué significa eso?

―No pienso hacer lo que me pides, abuela, soy una adulta y como tal tomaré mis propias decisiones. Tengo derecho a equivocarme y a aprender de mis errores. ¿Por qué te cuesta respetar mis elecciones?

―Si no haces lo que te pido, entonces no me dejarás más opción que hacer que te despidan.

―Puedes hacerlo, porque no pienso cambiar mi decisión, ya elegí mi camino y espero que lo entiendas.

Si perdía su trabajo, buscaría otro; con lo que tenía ahorrado podía alquilar un pequeño piso; aunque eso retrasaría su entrada a la academia de baile, no le importaba; ella no pensaba permitir que su abuela organizara su vida. Sus planes estaban claros: ingresaría a la universidad, pero a la vez cumpliría el sueño de su madre de verla convertida en una bailarina de ballet. Deseaba que, donde quiera que el espíritu de su madre estuviera, se sintiera orgullosa de ella.

―¿Es eso acaso una amenaza?—expresó visiblemente molesta.

Fiorella estaba por decirle que lo tomara como quisiera cuando escuchó a Alessandro llamar a gritos a Carlton.

―Tú y yo aún no hemos terminado esta conversación ―declaró Cornelia antes de ir a averiguar qué era lo que estaba sucediendo.

―Para mí sí que está terminada ―susurró antes de seguirla; tenía curiosidad por ver qué había sucedido para que Alessandro se escuchara tan enojado.

―Señor, por favor, discúlpeme ―sollozó Lucía―, le aseguro que solo fue un error.

―Cierra la boca, mujer. ―Le tiró una sábana para que se cubriera y la sacó a rastras de su habitación. ―¡Carlton! ―gritó furioso.

―Se lo suplico, señor, no me haga esto.

―Te dije que cerraras la boca ―apretó su brazo con más fuerza, haciéndole gemir.

Cuando llegaron a las escaleras, además de Carlton, varios miembros del personal los observaban con interés desde el vestíbulo. Por lo visto, sus gritos habían alertado a todos en la mansión.

Al ver a Alessandro sostener del brazo a Lucía mientras la mujer cubría su cuerpo solo con una sábana, dejó a Fiorella estupefacta.

―Señor, ¿qué sucedió?—lo interrogó Carlton.

―Quiero que te encargues de sacar a esta mujer de la mansión, dale su liquidación y asegúrate de que no regrese, porque si vuelvo a verla, no seré tan condescendiente como ahora.

―Por favor, deme otra oportunidad, le aseguro que no volveré a cometer el mismo error, necesito este trabajo ―le suplicó de rodillas.

Alessandro la miró con asco; su sola presencia le desagradaba.

―Eso debiste pensarlo antes de meterte en mi cama.

Por algún extraño motivo que no deseaba analizar, escuchar aquello enfureció a Fiorella. Imaginar a Lucía desnuda en la cama de Alessandro le dejó un mal sabor de boca.

―Hermano, ¿qué es todo este escándalo? Tus gritos se escuchan hasta el jardín.




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