Alessandro

Capítulo 7

Cuando Fiorella entró en su habitación, se quedó de piedra; después de que su abuela se marchara del salón tan enfadada, no había esperado verla tan pronto. Su suerte parecía empeorar con cada segundo que transcurría. Primero tuvo que enfrentarse a Alessandro y ahora a su abuela.

—¿Qué quería Alessandro?

Por su tono de voz tan seco, Fiorella pudo comprobar que todavía seguía enfadada; no entendía por qué le molestaba tanto que aceptara trabajar como niñera para Alessandro; no era un pecado ganarse la vida honradamente.

—Hablar conmigo de trabajo. —Decidió ocultar la verdad; lo cierto era que si le decía que Alessandro le pidió que lo llamara por su nombre, a su abuela le daría un infarto.

—No quiero que seas la niñera de sus hijos.

—Es una pena porque no pienso dar marcha atrás.

Cornelia se levantó de la cama y se acercó a ella.

—Deja de ser tan testaruda y hazme caso.

—¿Qué sucede, abuela? ¿A qué le tienes miedo? —Necesitaba una explicación para su comportamiento tan irracional.

—Te lo advierto, Fiorella, si no haces lo que te digo, no te gustarán las consecuencias —la amenazó.

Cansada de la actitud autoritaria de su abuela, Fiorella decidió enfrentarla; era momento de que Cornelia entendiera que ya no podía controlarla.

—Puedes amenazarme todo lo que quieras, pero no cambiaré mi decisión.

Su atrevida respuesta terminó por acabar con su paciencia; cegada por la rabia, levantó su mano y la abofeteó.

—¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? Ya olvidaste que gracias a mí no terminaste en una casa de acogida. —Una vez las palabras salieron de su boca, se arrepintió; ¿qué demonios acababa de hacer? —Fiorella, perdóname, yo solo quiero lo mejor para ti —se justificó, intentó acercarse a ella, pero no lo consiguió. Fiorella se apartó.

Con una mano en su mejilla y los ojos húmedos la miró; su abuela acababa de herir profundamente su alma; su bofetada no dolía tanto como sus palabras.

—No quiero escuchar nada más, abuela, lamento que me consideres una molestia, pero no te preocupes, ya soy una adulta, así que no tienes que seguir cargando conmigo; a partir de ahora me las arreglaré sola.

—Mi niña, de verdad no quise decir lo que dije, me dejé llevar por mi enojo y no pensé en lo que decía. Te aseguro que no me arrepiento de cuidarte; eres mi familia y te quiero.

—El rastro de un golpe se borra; sin embargo, las heridas causadas por las palabras dejan una huella difícil de ocultar; una disculpa no eliminará el daño que ya se ha hecho.

—Fiorella, yo…

—Abuela, no digas nada más, ya has dicho suficiente —se acercó al armario y sacó su maleta, dando así por terminada la conversación.

Cornelia no tuvo más remedio que marcharse; sabía que había cometido un grave error; lo que le hizo a su nieta era imperdonable. Nuevamente, el pasado estaba haciendo estragos en su vida. Le daría tiempo a su nieta para calmarse y luego intentaría arreglar las cosas entre ellas.

Apenas Cornelia salió de su habitación, Fiorella se derrumbó sobre la alfombra y dejó que las lágrimas que había estado conteniendo se derramaran. Necesitaba poner distancia entre su abuela y ella para calmarse; aunque antes había estado aterrada por dejar Sicilia atrás, ahora se alegraba; su viaje a Milán le serviría para sanar su alma herida.

—Mamá, papá, no saben cuánto los extraño, anhelo tanto que me abracen y me digan que todo estará bien —susurró entre lágrimas.

********

Milán, Italia.

La noticia de que Alessandro ahora era un hombre libre, llenó de euforia a Aria; su sueño se había hecho realidad, ahora tenía el camino libre para ganarse su corazón.

—¿Estás segura de que se divorció?

Su secretaria asintió.

—En la empresa no se habla de otra cosa, pero si quiere estar segura, puede preguntarle a Esteban.

—Gracias por la información, puedes retirarte.

Seguiría el consejo de Violeta; antes de hacer su primer movimiento, necesitaba asegurarse de que el rumor de pasillo era real. No deseaba hacer el ridículo ante Alessandro. Con ese pensamiento en mente, salió en busca de Esteban.

—Limpia bien la oficina, ya sabes lo quisquilloso que es el señor con el tema de la limpieza y el orden.

El regreso de Alessandro traería muchos cambios dentro de la empresa; su amigo tomaría las riendas de su familia, lo que aumentaría su trabajo.

«Espero que mi salario también aumente». Ser el asistente de Alessandro era agotador; su jefe era un adicto al trabajo. Aún no había regresado y ya le había encargado una infinidad de tareas extras.

—Así que es verdad que el jefe está de regreso —soltó Aria desde la puerta.

Antes de girarse, Esteban le dio un par de instrucciones más a la chica de la limpieza.

—Todavía no, regresa mañana.

—Ya veo.

—Si eso era todo, me despido, tengo cosas que hacer.




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