La torpeza con la que Fiorella lo estaba besando lo llenó de calidez; de inmediato su hambre se tranquilizó y empezó a besarla con ternura. Disfrutar de su sabor lo embriagó; era la primera vez en todos sus años de vida que disfrutaba tanto al besar a una mujer. Alessandro se dejó llevar por las sensaciones que aquel beso había despertado en él, se sentía sediento y solo los labios de la florecilla mitigarían su sed. Por su parte, Fiorella estaba aturdida; no podía creer que Alessandro la estuviera besando; aquel era su primer beso y el hombre se lo había arrebatado. Molesta con él por su atrevimiento y con ella misma por dejarse llevar, mordió con fuerza su labio inferior, haciéndole sangrar.
—Suéltame. —Lo empujó con todas sus fuerzas y se apartó de él.
Alessandro la contempló sin entender lo que estaba sucediendo. ¿Por qué se veía tan enojada cuando era evidente que ella también había disfrutado con aquel beso?
—Fiorella —intentó tocarla, pero ella se alejó.
—No vuelvas a tocarme —expresó con voz temblorosa.
—¿Por qué estás tan enojada? Solo fue un beso.
Fiorella lo miró con ganas de asesinarlo; tal vez para él ese beso no había significado nada, pero para ella era todo lo contrario. Ser besada por Alessandro le gustó demasiado y eso le aterraba, no podía darse el lujo de tener sentimientos por él. Ella era la niñera de sus hijos y él su jefe, eso era algo que no debía olvidar. Enamorarse de él sería un grave error, pertenecían a mundos diferentes, sin mencionar la diferencia de edad que existía entre ellos.
—Quizás para ti no tiene importancia; sin embargo, yo no puedo decir lo mismo, me acabas de robar mi primer beso, imbécil.
Alessandro se quedó pasmado; descubrir que era la primera vez que la besaban lo sorprendió enormemente. Ahora entendía por qué había respondido a su beso con tanta torpeza.
—Así que le he robado la castidad a tus labios —soltó con deleite.
Las feministas podían llamarlo machista, pero el hecho de ser el primer hombre en besar a la florecilla lo llenó de regocijo. En pleno siglo XXI, encontrar a una chica que aún conservaba su pureza era todo un tesoro.
—Deja de burlarte de mí; el hecho de que no tenga ese tipo de experiencia con los hombres, no significa que voy a permitir que me uses como tu juguete.
—Yo no… —Trató de defenderse, pero Fiorella lo interrumpió.
—Cierra la boca, aún no he terminado de hablar.
Que Fiorella lo mandara a callar, lo dejó mudo; era la primera vez que una mujer se atrevía a darle órdenes.
—Admito que eres un hombre guapísimo, pero eso no significa que me voy a meter en tu cama; solo soy la niñera de tus hijos, así que espero que me respetes. No estoy interesada en calentar la cama de mi jefe, no me postulé para ser tu amante de turno, ¿entendido?
Alessandro solo asintió.
—Espero que sea cierto, porque si me vuelves a besar, te dejaré sin pelotas —soltó enfadada antes de salir de la habitación dando un portazo.
Una vez en el pasillo, se sostuvo contra la pared; sus piernas le temblaban y su corazón palpitaba como un caballo desbocado. Aún podía sentir el sabor de Alessandro sobre sus labios; maldito hombre, le había hecho perder los estribos. Ahora, ¿cómo iba a mirarlo a los ojos?
¡Aaah!, gritó internamente; estaba en problemas. Por un segundo se olvidó de que Alessandro era su jefe y lo trató como a su igual. Bonita manera de iniciar su primer día como niñera.
Cuando la puerta se cerró, Alessandro estalló en carcajadas; la dulce y escurridiza flor al fin había mostrado su lado salvaje. Al tocar su labio lastimado, suspiró; aunque estaba sangrando, no se arrepentía de haberla besado. Fiorella estaba resultando ser una ráfaga de aire fresco en su vida.
—Estoy impaciente por tenerte solo para mí, florecilla —susurró para sí mismo. Su estancia en Milán con Fiorella iba a resultar ser toda una experiencia placentera.
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A la mañana siguiente, mientras esperaba a Fiorella en el salón, Tiziano y Hanna se unieron a él; la pareja se había levantado temprano para despedirlo.
—¿Qué le sucedió a tu labio? —lo interrogó Tiziano con solo verlo.
Alessandro apretó los dientes; a su fastidioso hermano no se le pasaba nada por alto.
—Buenos días a ti también, hermanito. —No pensaba responder a su pregunta.
—Si no lo deseas, no respondas, pero déjame darte un consejo: si no quieres que la próxima parte de tu cuerpo que resulte lastimada sean tus pelotas, asegúrate de no llevar al límite al demonio de Tasmania.
—¡Besaste a Fiorella!
Tiziano le tapó la boca a su mujer; si Cornelia la escuchaba, sospechaba que armaría un escándalo.
—Ten cuidado con lo que dices, mi amor.
Alessandro hizo una mueca; ese par era igual de entrometido.
—Fiorella es una buena chica, no la lastimes, así que si solo la estás usando para divertirte, te pido que no lo hagas, porque en ocasiones el cazador termina convirtiéndose en presa —agregó su cuñada.