Alessandro

Capítulo 9

Presenciar cómo Leandro abrazaba y besaba a Fiorella lo irritó; le resultaba desagradable ver a otro hombre tocarla. En aquel momento deseaba acercarse a la pareja y arrebatar a la florecilla de los brazos de Leandro. A su lado, Tiziano ocultó una sonrisa; su hermano podría engañarse a él mismo, pero no podía engañarlo a él; cada vez era más evidente el interés que Alessandro tenía por Fiorella.

—Tranquilo, hermano, Leandro y Fiorella solo son amigos —susurró Tiziano.

—Eso no es lo que parece —expresó sin apartar los ojos de la pareja.

Los vellos de la nuca de Leandro se erizaron; la muerte parecía estar respirándole en la nuca. Con lentitud volteó la cabeza, al ver la mirada salvaje de Alessandro, lo entendió todo. Estaba claro que su amigo quería asesinarlo.

Fiorella se tensó a la vez que un escalofrío recorría su cuerpo; no sabía por qué, pero Alessandro había sonado molesto. ¿Acaso se levantó con el pie izquierdo? Ella solo esperaba que lo sucedido la noche anterior no le causara problemas en su trabajo.

—Creo que lo mejor será que te suelte antes de que pierda mi cabeza —murmuró Leandro con un tono de voz burlón.

—¿De qué hablas? —Fiorella no estaba entendiendo nada.

—Pronto lo descubrirás, diablilla. —Acercó los labios a su mejilla y la besó.

Ya había tenido suficiente; sin poder controlarse, sujetó a Fiorella del brazo y la apartó de Leandro. Si el hombre no fuera su amigo, en aquel momento estaría sin trabajo.

—Lamento ser el que dañe su momento romántico, pero Fiorella y yo tenemos un avión que abordar —habló con más rudeza que antes.

Fiorella lo contempló aturdida; no entendía su actitud tan hostil; se estaba comportando como si quisiera golpear a Leandro.

—Suéltame. —Se zafó de su agarre y lo enfrentó. —No sé qué te tiene tan irritable esta mañana, pero será mejor que controles tu carácter, porque no estoy de humor para soportar tu expresión de perro rabioso.

—Tú, cómo te atreves a hablarme de esa manera, ¿has olvidado que soy tu jefe? —vociferó sin importarle los ojos curiosos que los estaban observando con interés.

La poca paciencia que Fiorella tenía se esfumó; estaba cansada de que todos se creyeran superiores a ella.

—Te recomiendo que moderes tu tono de voz, porque yo también puedo gritar, y no, no he olvidado que tú estás por encima de mí en la cadena alimenticia; sin embargo, eso no te da derecho a tratarme como se te dé la gana. No soy un conejito que se dejará comer por el león sin luchar.

Alessandro iba a refutar, pero al ver su mirada asesina, decidió guardar silencio.

—Tipo inteligente —señaló con sarcasmo. —Ahora dígame, señor Vanetto, después de descubrir que tengo garras, ¿sigue en pie su propuesta de que sea la niñera de sus hijos?

—Súbete al auto. —No era tonto, sabía que esa discusión la había perdido. Sin embargo, en juego largo hay desquite, la próxima vez que se enfrentaran sería él quien tendría la última palabra.

Fiorella giró los ojos; estaba claro que trabajar para el voluble Alessandro Vanetto no iba a ser una tarea sencilla.

—Hanna, espero volver a verte pronto. —Decidió ignorar la orden de Alessandro; se subiría al auto cuando a ella le diera la gana. Quería dejarle claro al cascarrabias de su jefe que no tenía pensado dejar que la controlara. Ella era su empleada, no su juguete.

—Yo igual —dijo Hanna antes de abrazarla.

Cuando se separaron, miró a Tiziano; le tenía mucho cariño; a pesar del caos que había generado en su hogar, nunca se enojó con ella.

—Ven aquí. —Tiziano le abrió los brazos y ella lo abrazó sin dudar.

—Gracias por todo lo que hiciste por mí mientras estuve en tu casa.

—Para mí fue un placer —acercó los labios a su oreja y susurró—, hazme un favor, Fiorella, no le pongas las cosas fáciles a mi hermano, déjalo sufrir un poco.

Fiorella estaba por preguntarle qué quería decir, cuando Alessandro la agarró del brazo.

—Es hora de irnos. —Sin darle tiempo a hablar, la tomó de la cintura y la subió al auto.

Ella iba a maldecirlo, pero al percatarse de la presencia de Luna y de Angelo, tomó una respiración; necesitaba ser un buen ejemplo para los niños.

Luego de encerrar a Fiorella en el auto, Alessandro se despidió de su familia.

—Pórtate bien, hermanito —dijo Tiziano como despedida.

Alessandro lo fulminó con la mirada.

Una vez que el auto se puso en marcha, Tiziano miró a Leandro.

—Por lo visto tienes ganas de morir.

—Solo estaba comprobando si mis sospechas eran ciertas.

—¿Conseguiste la respuesta que buscabas?

Leandro le ofreció un asentimiento de cabeza en respuesta.

—Presiento que pronto tendremos una nueva parejita.

—Yo opino lo mismo —soltó Hanna con una sonrisa.

—¿Cuánto tiempo creen que tarden en enredarse? —preguntó Tiziano.

—Hacemos una apuesta —dijeron Hanna y Leandro al unísono.




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