Alessandro

Capítulo 12

Alessandro llevaba treinta minutos mirando por la ventana de la suite del hotel a la nada. Ser consciente de que Fiorella dormía con sus hijos en la habitación contigua, no lo dejó pegar ojo. Durante toda la noche tuvo que controlar su deseo de entrar a hurtadillas en la habitación de la florecilla. Todo lo que estaba sintiendo era nuevo para él; con su actitud escurridiza y lengua afilada, Fiorella lo estaba cautivando. La chica era como un imán que lo atraía con su magnetismo. Nunca antes se había sentido de esa manera; le estaba costando controlar sus impulsos. Imaginarla dormida al lado de sus hijos era suficiente para que su corazón se acelerara. ¿Quién diría que un hombre de su edad caería deslumbrado por una chiquilla sin experiencia? Resultaba irónico que, mientras otras mujeres hacían alarde de sus encantos para llamar su atención, Fiorella mantenía la distancia entre ellos.

Desde el momento en que la vio atrapar a aquel ladrón, la dulce chica despertó su interés. Se preguntaba cómo reaccionaría Fiorella cuando le dijera que sabía que tenía una muy buena puntería.

Dejando de lado sus pensamientos, miró al cielo; el sol se alzaba en lo alto con su habitual esplendor. Antes de lanzarse a la caza, necesitaba ordenar sus pensamientos; su fallido matrimonio le dejó una gran enseñanza. La carrera traía cansancio, así que no deseaba volver a equivocarse. Si realmente estaba enamorado de la florecilla, entonces no dudaría en trabajar para ganarse su corazón, pero si solo se trataba de una obsesión pasajera, la dejaría partir. Lastimarla era lo último que deseaba.

En su bolsillo el teléfono móvil empezó a sonar; al sacarlo y ver que se trataba de su hermano, respondió de inmediato.

—No tienes nada mejor que hacer —fue su saludo.

—Buenos días a ti también, hermano.

—¿Qué pasó, hermano, no me digas que la dulce Hanna ya se cansó de ti y te abandonó antes de la boda?

—Eso quisieras tú, pero no es el caso. Mi mujer y las brujas tuvieron una noche de chicas, así que aproveché para hacer algunas investigaciones.

—Es una lástima, ya estaba empezando a pensar qué debería hacer para consolarte.

Al otro lado de la línea, Tiziano soltó un improperio. Su teatral respuesta lo hizo sonreír.

—Mi mujer nunca me abandonaría.

Alessandro sabía que tenía razón; su hermano y Hanna estaban locamente enamorados. Era más probable que el infierno se congelara a que ellos se separaran.

—No creo que me llamaras para restregarme en la cara lo feliz que eres.

—Tienes razón, te llamé por otro motivo.

Alessandro esperó pacientemente a que Tiziano continúara; a su hermano le encantaba el dramatismo.

—Hermano, ¿qué tan interesado estás en el demonio de Tasmania?

La pregunta de Tiziano lo pilló desprevenido.

—¿Por qué lo preguntas?

—Solo responde y sé sincero, por favor, de eso depende si te ayudo o no a conquistarla.

Alessandro iba a decirle que se metiera en sus asuntos; pero al final decidió ser sincero; después de todo, necesitaba ayuda para entender lo que le estaba sucediendo, y quién mejor que su hermano para escucharlo.

—La verdad es que no tengo ni idea de lo que me está pasando. Lo que Fiorella me hace sentir es nuevo para mí.

—Lo sabía, no hay nada más que decir, te has enamorado.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque tu mirada no miente, hermano, cada vez que la miras tus ojos se iluminan.

—¿De verdad estoy enamorado?

—Por supuesto, aunque me temo que no te será fácil conquistarla.

—Gracias por animarme —dijo de manera sarcástica.

—No hay de qué.

Alessandro hizo una mueca; si lo tuviera frente a él, lo golpearía.

—Deja de burlarte de mí.

—Está bien, está bien, me disculpo, pero volviendo al tema que nos importa, Fiorella piensa abandonar el trabajo transcurridos los seis meses que están en el contrato.

—¿Es una broma? —La noticia lo desconcertó. La florecilla no podía abandonarlos, sus hijos y él estaban encariñados con ella.

—Ojalá lo fuera, la noche antes de marcharse, Fiorella tuvo una fuerte discusión con su abuela. Cornelia no está de acuerdo con que trabaje para ti.

Así que esa era la razón por la que había llorado.

—No comprendo, ¿por qué a Cornelia le desagrada la idea de que Fiorella sea la niñera de mis hijos?

—Teme que te metas en la cama de su nieta; le aterra la idea de que juegues con ella y luego la deseches.

—¡Qué demonios! ¿Acaso cree que soy una basura de hombre?

—Culpa a nuestro padre por ello, hermano.

Su ceño se frunció; no estaba entendiendo nada. ¿Qué rayos tenía que ver su padre?

—Puedes ser más claro, no te estoy entendiendo.

—Escucha con atención lo que voy a decir, hermano. —Tiziano le contó todo lo que había averiguado. —Es por ello que Cornelia le hizo prometer a su nieta que se mantendría alejada de ti. Al parecer, su instinto maternal le advirtió que tú podrías representar un peligro para su nieta.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.