Algo de ti

Prólogo

Ambos miraban sin parpadear al pequeño aparato frente a ellos, la agonía los tenía casi sin respirar. Sus mentes estaban en blanco esperando la respuesta que esa prueba fuera a mostrar, pues dependiendo del resultado su vida cambiaría grandemente. Uno de ellos estaba con las emociones al cien por ciento mientras que el otro sentía que algo agarraba fuertemente su garganta hasta sentir que la vida se iba de su cuerpo.

— Estos han sido los cinco minutos más largos de toda mi estúpida vida. — expresó Delfina con impaciencia. Decidió no seguir viendo la prueba de embarazo, creía que si seguía ahí parada esperando el resultado sus pies se terminarían pegando al suelo y entonces ya no habría una escapatoria.

— No te impacientes, ya pronto tendremos el resultado — Federico por otra parte estaba esperando con ansias el resultado que no quería perder de vista la prueba.

Delfina sabía que nada lo haría quitarse de ahí, él mismo fue quien había comprado esa prueba, así que si alguien estaba más ansioso por el resultado era él.

Delfina salió casi a pisotones de la sala al cuarto, necesitaba algo para tranquilizarse. La prueba aún no era positiva así que no tenía nada de qué preocuparse, pero... maldita sea, ella no estaba planeando esto, claro que era de esperarse que al tener sexo esto podría ser una posibilidad, pero ella había sido muy cuidadosa porque claramente ella no esperaba en su vida tener que pasar por esto.

"Tranquila. Respira. Deja de pensar en ello que sólo empezarás a sudar y no tendrás la mente clara para pensar bien" - Mientras pensaba en tranquilizarse tomó un cigarrillo de su escondite, Federico odiaba verla fumar porque sabía que planeaba algo que para nada iba a ser razonable o al menos no para él, y esta vez no era la excepción.

Cuando Delfino escuchó una exclamación de la sala supo lo que él había visto, así que con la idea clara y definitiva en mente le dio una calada a su cigarrillo y caminó despacio por el pasillo hasta estar unos cinco pasos frente a Federico.

— Seremos papás — dijo Federico con los ojos brillantes y agarrándose del cabello corto. Respiraba por la boca buscando palabras para describir lo que estaba sintiendo. Estaba emocionado. Volteo a ver a Delfina pero no se percató del cigarrillo que tenía en los labios. Con pasos lentos se acercó a ella y la tomó suavemente por los hombros, en su mente estaba la idea de que tenía que tocarla con cuidado porque ahora tenía una cosita pequeña formándose dentro de ella, acaricio sus hombros y acuno su rostro con sumo cuidado y casi con adoración.

— Estoy tan feliz de esto que no tengo palabras para decir, solo sé que te amo y prometo... — No lo quiero — Delfina interrumpió a Federico y exhalo sobre él el humo del cigarro.

— ¿De qué hablas? Delfina...— Federico fue cauteloso al decir su nombre, ahora era consciente del cigarrillo y de la expresión fría que yacía en el rostro de ella.

Delfina se movió inquieta de las manos de él hasta apartarse y poner más distancia que antes.

— Yo no quiero ser madre. Esto — dice apuntando hacia su vientre — es un error que debe ser solucionado, porque esta cosa solo vendrá a interrumpir mis sueños y metas.

Federico se quedó sin palabras. La veía y no podía creer lo que pasaba, si tan solo el cigarrillo no estuviera entre sus dedos él podría asegurar que ella solo estaba bromeando pero lastimosamente no era así.

Él trató de acercarse pero ella dio un paso atrás y volvió a exhalar el humo a su dirección, una clara advertencia de que no se acercará, y Federico sabía que si quería hablar con ella calmadamente no debía exaltarla o de lo contrario saldría corriendo.

— Hablemos de esto, no deberías tomar una decisión tan apresurada.

— Yo no estoy tomando nada a la ligera. Sabías muy bien que en mis planes no estaba quedar embarazada y aceptaste diciendo que tampoco lo pensabas.

— No lo pensaba hace dos años, pero...

— Yo sigo pensando de la misma manera. No pretendo ser madre. Abortaré.
— ¡NO! — Federico se exaltó por la seguridad con la que ella hablaba. La conocía tan bien que comprendía que ella hablaba en serio. — Ese bebé no se hizo solo. Yo soy el padre y lo quiero.

— ¡Entonces ven y ponlo en tu panza! ¿Verdad que no puedes? Así que no me vengas con que lo quieres porque no puedes albergar esta cosa en ti, por lo tanto yo decido que hacer con esto.

— No me vengas con esas tonterías — Federico no estaba dispuesto a entrar en discusiones, lo que quería era una solución. — Por favor, hablemos de esto.

— No hay nada de qué hablar, desde que te dije que tenía un atraso no dejaste de hablar de esta posibilidad y fuiste directo a la farmacia a comprar la prueba. No me preguntaste que quería, solo actuaste y me dejaste afuera. ¿Ahora me pides que hablemos?

— Lo que hablaremos es mucho más importante que la compra de una prueba.

— Ya he tomado una decisión y no hay vuelta atrás.

Federico tensó la mandíbula, y con paso firme y rápido se acercó a ella acorralándola contra la pared antes que ella se echara a correr.

— Hablaremos de esto, y llegaremos a un acuerdo.

8 meses después.

Federico estaba sudando más que cualquiera en la sala. Su corazón se hallaba en un hilo, el miedo que sentía era tan cruel que le hacía pensar en los peores escenarios.

— Falta poco — le dijo un enfermero.

Federico no quiso ni voltear a ver al chico, solo tenía la vista clavada en el suelo.
Los meses habían sido tan breves que apenas recordaba algún disgusto o discusión con Delfina. Todo lo que podía tener ahora en su mente era el nacimiento de su bebé, que ni siquiera sabía si era niño o niña porque Delfina se había negado a saber el género. Pero no importaba, ahora lo importante era que su bebé estuviera sano pues no se esperaba que naciera antes de tiempo.

Se culpaba a sí mismo de ello. Se maldecía por no poder mantener la boca cerrada y haber tenido una discusión con Delfina, él sentía que esa conversación fue la causante de su estrés y que ahora ella estuviera pasando por una cesárea.




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