La música suena a lo lejos, los acordes de la guitarra suenan como arte y la voz de la cantante es tan dulce que parece adictiva y reconfortante. Cualquier alma en pena sería capaz de ver un destello de luz si se concentra en escuchar su melodiosa voz. Y para Oliver ese canto parece un bálsamo para su corazón roto.
Sentado de espaldas a la multitud que observa encantada a la cantante, se sumerge en pensamientos que parecen ser de ánimo pero más bien son una repetición de su mantra diario.
"Todo va pasar. Lo mejor está por venir. La muerte solo es un nuevo comienzo" — Oliver trata de no pensar tanto en la muerte, pero es difícil no hacerlo cuando al salir nota las hojas muertas de un árbol caer, cuando ve un jardín cuyas rosas ya no son de colores brillantes, cuando al atardecerla noche cubre todo su espacio, cuando ve a una persona con canas y sabe que eso solo significa que así como el color se va la vida también.
Con un suspiro lamentoso cierra los ojos y fuerza una sonrisa para alejar los pensamiento negativos que lo invaden y no le dejan vivir con tranquilidad. El sol reluciente le acaricia el rostro y pareciera que el viento quisiera llevarse lejos su dolor. Pero es el sonido de una llamada que lo saca de sus pensamientos.
Toma su celular en mano y ve que su madre está volviendo a llamar. Ya es la tercera vez de la mañana, si está vez no le contesta sabe que su madre llamará a medio mundo para contactarlo.
— Aló, mamá.
Por unos segundos su madre no contesta y le hace pensar que quizá colgó por equivocación. Pero la verdad es que su madre solo le estaba dando tiempo a que él dijera algo más, pero como siempre, es imposible que él quiera hablar de sus sentimientos. De su dolor.
— Amor mío. ¿Dónde estás? — su madre no iba a preguntar cómo estaba porque sabía que le iba a responder la misma palabra de siempre: ahí, ni siquiera bien, solamente ahí.
— En el parque. Ya iré a casa, solo paso a comprar pañales.
A su madre le alivio que él estuviera en un lugar público. Además el día estaba soleado y fresco, así que se sentía calmada de que su hijo estuviera bien.
— ¿Podrías comprar lechuga, chile pimiento y elote? Tu padre quiere hacer algo que vio en Pinterest.
Oliver sonrió, sabía que su padre es un mal cocinero pero como le gustaba verlo vestido con una gabacha y con ganas de experimentar nuevas recetas.
— Llegaré antes de que se le ocurra incluir a Lucy como asistente, la última vez termino bañada por salsa de aguacate.
Recordar ese suceso le hace reír grandemente. Son los recuerdos de Lucy los que logran calentar un poco su corazón.
La gente volteo a verlo, era extraño escuchar a alguien reír tan alto, pero no solo a ellos les llamó la atención sino que a una chica le pareció que era una risa muy bonita.
— Entonces ven pronto que la pequeña acaba de terminar su baño y no quiero volver a bañarla que luego termino toda mojada y con jabón en la nariz.
— Te veo un rato, madre. — y antes de colgar se atrevió a decir algo más — hoy saldremos a buscar un lugar donde cenar. Hasta pronto.
Tanto su madre como él se sorprendieron de esas palabras. Hacía mucho tiempo que no salían de casa a comer; sin embargo, él sentía un extraño anhelo de salir. Quizá fue el sol y sus milagrosos rayos que le dieron el deseo de salir. Bueno, fuera lo que fuera, él ya estaba pensando a donde ir, tenía claro que quería un lugar diferente con postres dulces hacía mucho que no comía algo dulce, quizás eso fue lo que le animó a querer salir.
Cuando se puso de pie listo para irse alguien se acercó y le entregó un volante.
Era una invitación a un nuevo restaurante, prometía ser un lugar para encontrar la felicidad.
— Pequeños Placeres — leyó en voz alta.
El lugar parecía tener un espacio al aire libre, muchas recetas dulces y conciertos en vivo.
Las personas cercanas a él que también habían recibido un volante murmuraban en que tenían que ir.
Oliver pensó en que el destino le estaba ofreciendo lo que buscaba, quería algo dulce y justo le ofrecen eso. Así que no lo pensó más y aguardo el volante en la bolsa de atrás de su pantalón.
Sin más se fue directo a comprar lo que su madre le pidió sin olvidar los pañales.
Luego de una horas, y un almuerzo con sabor a más ajo que a verduras, Oliver encendía el auto para llevar a su pequeña familia a cenar, no les había dicho a donde irían pero les hizo saber que era un lugar nuevo.
Sus padre estaban emocionados, y Lucy, quien se había quedado dormida en el segundo que entraron el auto, tenía en su carita la imagen de la satisfacción misma porque para la niña era su primera paseo en carro con una dirección diferente a la del pediatra.
A Oliver no le costó encontrar el lugar, y que suerte que había decidido salir temprano porque ya eran poco los estacionamientos disponibles. Era sorprendente ver el lugar lleno, parecía que era un restaurante de alguien famoso, como si la misma Adele fuera a estar allí.
— Que bueno que venimos a tiempo. Que haya multitud habla de una buena reputación. — dijo su padre mientras trataba de sacar a Lucy de su cochecito.
— Parece como si todos hubieran estado esperando la apertura del lugar. Para ser un nuevo restaurante ya cuenta con cierta fama.
Eso puso un poco ansioso a Oliver, no creía que el lugar fuera a ser tan conocido. Por un momento pensó en cambiar de idea solo que al ver a sus padres con sonrisas inmensas no quiso dar vuelta atrás.
— Iré a reservar lugar, ustedes salgan despacio.
— Gracias hijo — su padre salió al fin del auto. — vamos todos juntos mejor, el destino dirá si alcanzamos lugar disponible.
Oliver asintió, era mejor estar todos juntos.
Cuando estaban a medio camino su madre lo tomo del brazo.
— Oliver, mira allá — dijo ella señalando una esquina del lugar — parece que la pobre muchacha tiene problemas con poner algo, ver y ayúdala, sé un buen caballero.