Algo de ti

3

Ya habían pasado dos días desde que Oliver y Margarita se habían conocido y desde entonces ninguno de los dos había podido pensar en otra que no fuera la electricidad que sintieron cuando se habían tocado levemente.

Los padres de Oliver habían notado como él tenía el rostro iluminado como si hubiera tenido una experiencia afrodisiaca.

Los amigos de Margarita notaron que sus mejillas estaban más rosadas que de costumbre como si el frío le provocará esa reacción.

Sin embargo, todos ellos sospechaban que cupido era el culpable.

A Oliver se le resplandecía el rostro cuando pensaba en ella y su voz, y sin dudar alguna cuando rememoraba las carias que le había dado.

A Margarita se le tornaban rosadas las mejillas cuando recordaba cómo se había sentido al estar tan cerca de él, pero eran las carias que él le había dado lo que le hacía sonrojarse pues muy en su interior ella hubiera deseado que le hubiera acariciado por más tiempo.

Y a pesar de todas esas sensaciones emocionantes, Oliver se ha levantado con la cara larga y los emociones desactivadas.

Él había atrasado el día en que volvería a trabajar, pero su padre le dijo que ya no podía aplazar su responsabilidad más tiempo.

— Sabes que te amo, hijo. Y te acompaño en tu dolor. — le había dicho Adrián ayer antes de irse a dormir — Y es porque te amo que te obligo a que vayas a trabajar, es lo mejor para ti, allá tu mente se despejará y así volverás a retomar tu vida... Tienes que hacerlo por ti y tu hija.

Su padre no espero a que le contestará, le dejó solo en la sala. Su madre quiso darle ánimos, pero Adrián le tomó del brazo antes de que ella se pudiera acercar a Oliver.

Por eso ahora Oliver estaba caminando por su cuarto como si fuera un zombi, pensando en todo pero en nada a la vez. Tenía puesta una calzoneta negra que le caía por la cadera pues había perdido un poco de peso en los últimos seis meses, pero su cuerpo seguía viéndose bien. Siempre había sido de complexión ancha, así que sus piernas seguían teniendo la apariencia de grandes y fuertes, su espalda ancha y brazos gruesos ya no estaban tan marcados pero no perdían encanto con esas venas resaltadas, y su abdomen era lo suficiente terso para ser cómodo. Su metro ochenta y cinco era lo que hacía que toda su apariencia fuera más difícil de pasar por alto.

El celular sonó, o mejor dicho vibró sobre la mesita de noche. Se acercó sin ganas y cuando vio el mensaje se sintió más pesado.

Espero verle pronto jefe, ya tengo todo listo. No se preocupe por nada, que hemos sido muy eficientes.

Era su secretaria. Una jovencita de 27 años, cabello negro y sonrisa coqueta.

Oliver respiro hondo y decidió que era mejor no responder el mensaje, pues podría decir algo que no sonora adecuado y su padre le corregiría por eso y para nada quería estar de malas con su padre.

Cuando Oliver dejo de hacer el ejercicio de respiración se levantó y se acercó a la pequeña cuna que había al otro lado de su mana, vio a su pequeña dormir plácidamente, se veía tan tranquila que la dejó así no sin antes darle un beso.

Después de una ducha de quince minutos, de otros diez minutos vistiéndose, bajó con su maletín en mano y fue directo al refrigerador.

— Tu desayuno ya está hecho y listo para que te lo lleves. Tu madre también ya guardo tu almuerzo y espera que te lo comas todo y no traigas nada.

Oliver no se había percatado que su padre estaba en la esquina de la cocina regando unas suculentas que parecía que salían de la pared.

— Buenos días, padre — dijo Oliver. — dale las gracias a mamá por cocinar.

Mía solo se había levantado temprano para hacerle de comer a su hijo, pero no estaba ya que tenía la costumbre de meditar en su jardín hasta cerca de las ocho de la mañana. Y é no quería ir a interrumpirla.

— Yo le diré, tu solo asegúrate te comer todo. — Adrián se acercó y le extendió las llaves del auto, pero Oliver se negó — ¿Te irás en un Uber? — preguntó su padre mientras dejaba las llaves en otro lado.

Oliver tomó la lonchera que su madre había preparado. Por el peso parecía que le había puesto comida hasta para tres días.

— Iré en bus, sé que llegaré un poco más tarde, pero no quiero manejar. Solo espero que no hayan hecho un cambio en los transmetros — contestó Oliver.

Aunque Guatemala ofreciera transporte más cerca de las zonas centrales de la capital siempre había alguna novedad sobre el cambio de paradas por algún arreglo o porque sí.

— Solo llama a tu madre cuando llegues y cuando salgas. — Adrián sabía que Oliver iba a estar de mal humor durante unos días, pero también sabía que era lo mejor para él — y no olvides cambiar el chip cuando llegues a casa que tu hija te espera para que juegues con ella y le des su biberón antes de dormir.

Oliver sabía que se refería a no traer un mal humor a casa luego del trabajo. Pero no quiso decir nada al respecto. Porque la realidad es que aún no sabía cómo iba a reaccionar después de un día de trabajo.

— Traeré pizza para cenar. — fue lo que contestó en su lugar — qué tengan un buen día. Y si necesitan que este acá por Lucy me llaman rápidamente.

Con eso dicho salió de la casa. Y para su mala suerte empezó a lloviznar.

Sujeto con más fuerza su maletín y troto hasta la salida, donde tuvo que caminar unas cuadras más para tomar un taxi. Al menos el taxista lo llevó seco hasta la parada del transmetro, porque cuando bajo no noto que había un gran charco de agua. Maldijo por lo bajo y corrió para subirse al transmetro.

Tuvo suerte que varias personas bajaron y así pudo encontrar lograr donde sentarse y poder así asimilar su día.

Obviamente sentía que iba a explotar de rabia. Algo tan pequeño como la lluvia le hacía sentir enojado. Quizá no era la lluvia en sí, sino el recuerdo que tenía de ella, de su expareja bajo la lluvia.




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