Algo de ti

5

— ¿Estas segura que no quieres que te acompañemos?

Margarita había recibido una afirmación por parte de Oliver para reunirse. Fue corta y precisa. Solo e dijo que sí y le mando la dirección del lugar. Aunque el mensaje había sido tan frío ella estaba nerviosa y un poco ansiosa.

Estaba a quince minutos del lugar donde habían quedado, pero sus amigos al ver que no dejaba de ver el reloj y de dar vueltas alrededor de la mesa de la sala le propusieron ir ellos o al menos acompañarla, pero ella no quería.

— Ya les he dicho que no hace falta. He hecho esto muchas veces.

Los dos amigos de ella, Matías y Mario, se miraron entre sí y arquearon la ceja. Ella no estaba actuando para nada como otras veces. No se había despegado del teléfono y los ojos le brillaban.

— Pues parece que vas a otro tipo de cita. — dijo Matías mientras hacía como si nada y tomaba su maletín. Pues mientras ella va a encontrarse con Oliver ellos dos tienen que ir al restaurante a trabajar, ya las otras chicas se habían retirado.

— No digas estupideces. Estoy emocionada porque es la primera vez que haremos esto para un aniversario de una pareja que ya duraron más de cinco años — contestó Margarita e inconscientemente volvió a revisar el reloj y el celular para ver la hora. — ya saben que las parejas que duran más de cinco años ahora son como un unicornio.

— Entonces nosotros somos unicornios porque llevamos desde el bachillerato — dijo Mario. Pues su amistad había sido fuerte desde el primer día.

— Pero tú eres el unicornio más raro, porque acá todos hemos estado con alguien, pero tú no. — dijo molestando Matías.

— Porque yo soy el unicornio más valioso que tienen y si tengo pareja me ire del grupo. — sentencio ella ofendida y tomo su chaqueta para salir de la casa.

Sí, compartían casa los cinco.

— ¡Pero que sentida eres! Sabes que te queremos, eres nuestro unicornio. — dijo Mario.

— Por eso nos ocupamos de alejar a todos los hombres, para que siempre estemos juntos — dijo Matías dándole unas palmaditas en el hombro.

— Por eso iremos contigo a cuidar que no...

— ¡No! No van. Yo me voy. — Margarita corrió como si la estuvieran persiguiendo. Saco las llaves de su moto navi del overall y la encendió.

Sus amigos veían un tanto perplejos la situación. ¿Qué diablos había pasado? Si bien ella era siempre espontanea, esa forma de irse les pareció muy divertida.

— Creo que está vez hicimos bien en darle la carta con el baile al guapo de la mesa seis. —comentó Matías y le hizo señas a Mario para que lo siguiera y así subirse al auto.

— Por un momento pensé que no iba a funcionar cuando vi que tenía a una niña en brazos, pero parece que hasta el universo quiere que Margarita ya tenga su primer amor.

— Y que así deje de arruinarnos las citas. Sigo sin entender cómo es que sabe dónde encontrarnos.

— Lo único malo de esto será que no tendremos quien nos cocine los fines de semana.

— Alguien más disfrutará de sus nuevas creaciones.

Ambos rieron, porque aunque Margarita amaba cocinar no siempre le salían las recetas y terminaba comiéndose todo y compartiendo diciendo que la comida no se puede tirar.

Mientras ellos iban tranquilos al trabajo, Margarita trataba de ir lo más rápido pero lo más tranquila posible al lugar.

Ni ella comprendía que era lo que le estaba pasando.

Quizá estaba emocionada por algo.

Bueno, ella siempre está emocionada.

Tal vez su período se iba a adelantar.

Pero ella es irregular, no puede ser eso.

Sea o que sea le tenía latiendo el corazón como loco y con mucha pero mucha emoción.

Oliver ya se encontraba en el lugar donde había citado a Margarita. Había escogido la mesa al fondo, no habían muchas personas, pero la mayoría quería estar cerca del patio del lugar, pues la flores que decoraban el lugar eran lo más hermoso del lugar, además, si tenías suerte podrías ver a los colibrís volar alrededor y hacer sus nidos por un lugar ahí.

El rostro de Oliver era de completo cansancio, no solo por el trabajo, sino porque su pequeña hija no había dejado de llorar en toda la noche sino hasta la madrugada.

Oliver tenía la vista clavaba en una columna de la estructura del lugar, la estaba pintada de un color verde claro pero esa parte parecía que estaba siendo dañada por el agua y ya no se veía en sintonía con el lugar.

"Así mismo me siento. No tengo color, quizá sea porque no he comido bien o porque la muerte me acaricia cada noche" — fue su pensamiento. Aunque su familia supiera de su desánimo no sabía sobre sus pensamientos recurrentes a la muerte y de cómo durante la noche esta viene y la acaricia la espalda.

Mientras él seguía dando vueltas a la situación y se preguntaba porque había aceptada ir al lugar, Margarita estaba entrando y lo buscaba con una sonrisa en el rostro. El viento y el casco hicieron que su cabello ondulado se esponjará más pero eso solo hacía que se viera mucho más hermosa. Pues parecía una mujer sacada de una novela de los ochenta, con su atuendo colorido y su rostro natural con un cabello voluminoso.

Cuando lo vio se acercó a paso rápido. Pensaba en si darle la mano o darle un beso en la mejilla. ¿Cuál era la mejor forma de saludarlo?

"Un beso" — decía su corazón. "Dale la mano" — contestaba su mente.

Al acercase más notó que Oliver no se movía ni un poquito, parecía hechizado, hipnotizado.
A tres pasos de él pudo notar una tristeza agobiante. Ella pudo sentir el muro de desesperanza que rodeaba al chico más bello que había visto.

Porque si bien él estaba tan triste, ella no podía dejar de ver sus manos delicadas y grandes, su cabello largo y semi ondulado, su rostro con pecas, sus labios delgados...

Oliver sintió la mirada ardiente de alguien y volteó su rostro. Cuando ambos conectaron miradas, ambos supieron porque estaban ahí.




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