Alicia (spin off saga cliché love)

7.

Capitulo siete:

“Una vez que terminaron la clase de natación, Sergio había comprado una hamburguesa para cada uno y la comieron sentados en el banco de un bonito parque. La gente que pasaba por allí les daba una mala mirada, como si ver a dos adultos riendo y disfrutando de un agradable momento al aire libre, fuese un pecado.

Y así, esos mismos momentos agradables habían comenzado a multiplicarse. Siempre con una paciencia digna de un santo, Sergio la buscaba y salían a tomar un café, un té o simplemente caminaban hasta la casa de Alicia.

Ella se sentía como en una burbuja y comenzaba a creer en que era posible vivir en un paraíso a su lado. No tenía nada que reclamarle o sospechar de Sergio, era honesto, simpático y en varias ocasiones, en las que ella lo había puesto disimuladamente a prueba, él reaccionaba como solo lo haría un caballero. O es que Alicia tenía la vara demasiado baja y cualquier comportamiento moderadamente normal, le parecía correcto.

No quería comparar, sin embargo, era inevitable. Su ex marido se había comportado todo encantador con ella hasta que la tuvo comiendo de su mano como un manso pajarito. La convenció de casarse con él y cederle toda su voluntad a cambio de un amor que se evaporó como agua en verano.

Las banderas rojas siempre estaban flameando en su cabeza, haciendo que Alicia se negara a liberarse de la coraza en la que estaba metida. Para ella no era fácil rendirse y ceder, una vez más, toda su confianza a un hombre.

No obstante, y contra todo pronóstico, Sergio Lovenksco estaba consiguiendo cada gramo de su atención y confianza. Él ya no era ese niño púber que ella recordaba y en más de una ocasión le había enseñado al gran hombre en el que se había convertido.”

—¿Alicia, estas escuchándome? —se oyó de pronto y ella se obligó a espabilar. Bibi la observaba desde el otro lado de la pantalla de su móvil y sonreía. —¿En qué estás pensando?

En tantas cosas…

—Nada en específico —restó importancia, sin querer reconocerse a si misma o a su entorno, la cantidad de tiempo que el chiquillo Lovenksco rondaba en su mente. Por favor, Alicia era una mujer adulta, no podía estar como una tonta adolescente encandilada con la ilusión de un primer amor. La inocencia y esperanza habían quedado enterradas muchos años atrás en su vida. —Dime, ¿ya tienes el vestido para la boda de Dolores?

Bibi asintió y comenzó a contarle de sus aventuras en el principado. La muy suertuda tenía ahora una asesora de imagen que estaba al pendiente de cada centímetro de su apariencia. Incluso la piel y el cabello de Bibi se veían radiantes.

El amor podía obrar milagros en las personas, de eso estaba segura.

¿Sería que por eso ella misma comenzaba a verse de otra manera? Después de la hermosa tarde de piscina con Sergio hasta se había animado a volver a utilizar un traje de baño en casa de Dolores. Las cicatrices de su cuerpo comenzaban a no pesarle como antes y sentía como poco a poco, su cerebro las borraba de su mente.

—Me alegro de que estés tan contenta —la molestó Alicia queriendo cambiar el foco de su atención. —Es una buena señal de que el principito te atiende como se debe.

Bibi se sonrojó violentamente. Jamás se acostumbraría a los comentarios con doble sentido que le hacían respecto al hombre que amaba. ¡Por favor, era lo más normal del mundo!

—Es el rey —bromeo esta vez siguiéndole la corriente. —Y sí, me mantiene muy feliz y bien atendida. He conocido los lugares más recónditos del castillo.

—Y él los tuyos.

—¡Alicia! —gritó avergonzada y tapando la pantalla del teléfono. Del otro lado se oyó una masculina risa y esa fue la señal que Alicia necesitaba. Su amiga no estaba sola y se alegraba por ella. Al final, había resultado bueno que el príncipe no la dejara ni a sol ni a sombra. Se lo merecía después de haber pasado por tanto. Ella y Laurie habían encontrado lo que necesitaban, un verdadero hombre que los quisiera, los protegiera y velara por ambos, todo al mismo tiempo. —Qué cosas dices. Daniel está aquí y te manda saludos.

—Mentiras —bromeó. —Me lo dices para que cierre el pico.

***

El tan esperado día de la boda de su amiga llegó y Alicia se alistó como si fuese a un evento de la realeza. Aunque, si se ponía a pensar podría considerarse de esa manera. Dolores se estaba casando con el dueño de una empresa que aportaba el cuarenta y seis porciento de PBI al país…

Sonrió al hacerse consciente de sus pensamientos. Esas habían sido las palabras de Sergio y que ella ahora comenzaba a utilizar como suyas.

La boda de Dolores tenía todo lo que presumían esas revistas fifí que a Alicia tanto le gustaban. Una recepción hermosa, llena de comida y mozos predispuestos al pedido de cada invitado. El día era perfecto e incluso varios de los invitados, incluida ella misma, habían asegurado que el radiante sol era una buena señal de augurio para los recién casados.

Ella no quiso mostrarse desanimada cuando notó que Sergio no llegaría a la recepción ni a la cena de celebración. Su lado orgulloso le aconsejó no escribirle para saber el porqué de su ausencia.

Ah, su consciencia podía ser una perra algunas veces.




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