Alma Mia

CAPÍTULO VIII (parte 5)

Mika seguía de pie en el mismo lugar en el que se quedó luego de que Damon se marchara, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. No estaba seguro de si había pasado un segundo o una hora; pero su cuerpo no podía reaccionar, cuando su mente estaba tan ocupada estudiando con detenimiento lo que había percibido. Amor. Ese amor que bailaba en la oscuridad, y que desafiaba lo imposible.

Por si fuera poco, para el demonio no fue suficiente haberlo arrollado con tan inesperado sentimiento. No. Encima también se había esmerado en su declaración. El "La amo" fue concreto y certero, directo al punto... estaba bien, algo simple, pero bien; sin embargo, fue lo que dijo a continuación lo que le tenía sumido en un estado totalmente analítico.

Eso no había sido una amenaza, se viera por donde se viera; y tampoco una advertencia, lo repitiera tantas veces como quisiera. Era diferente, algo más sutil, pero infinitamente más profundo. Porque él lo sintió, el pequeño ángel notó cada detalle dentro de las letras que formaban las palabras, las expresiones y los gestos que formaron aquella frase.

Había lealtad, paciencia, y ese marcado respeto que mostraba cada que si quiera pensaba en Violeta. Como si la sola idea de obligarla a algo le repugnara, en contraste con la devoción de ser su apoyo cuando lo necesitara.

No, no podía superarlo; y todavía no sabía si brincar de alegría o rendirse a su apariencia actual y llorar de miedo, porque estaba bastante seguro que las cosas no serían sencillas; ya fuera que se diera algo entre ellos, o que no pasara nada; todo, absolutamente todo sería difícil.

Cosa que solo confirmó cuando un destello plateado apareció frente a él; lo que le hizo corregir a que sería muy, muy extremadamente complicado. Como si no fuese suficiente ya todo lo que tenían encima...

De inmediato apagó el interruptor con lo referente al demonio, y medito en lo que estaba metido. David podía estar allí por varias razones, dónde de hecho la mayoría no lo vinculaban directamente a él; así que podía irse antes de que se mostrara. Es más, sería sensato marcharse, especialmente cuando mientras menos encuentros tuviera con él, menos posibilidades había de ser descubierto. Pero, como no esperarlo lo haría verse como que estaba escapando... cosa que haría... decidió aguardar, decir hola, y luego salir volando (literalmente).

Hasta que el ángel se mostró al completo, y lo único que salió volando fue su idea de huir.

David estaba cubierto de sangre; su ropa se ceñía sobre su cuerpo en escarlata, mientras que pequeñas gotas escurrían desde sus alas, manchando la pulcritud de la hermosa plata en sus plumas. La batalla había sido rápida y brutal; desafortunadamente también había sido perdida, lo que explicaba la ausencia del dolor en sus facciones, y la lacerante irritación. Todo eso enfocado en el niño que tenía enfrente.

-¡¿Pero qué te pasó?!-. Mika se acercó sin tomar en cuenta la forma en que era observado, y expandió un sello sobre el concreto que los encerró a ambos. Pequeñas chispas de luz esmeralda se levantaron desde el suelo imitando una lluvia que iba en sentido contrario, y que poco a poco iban sanando las heridas en el cuerpo del ángel.

Uriel ni siquiera se había inmutado por su apariencia.

-Acabo de enfrentarme a un ángel tipo cupido y a un íncubo, que trabajaban juntos para robar el alma de una humana, cuya apariencia por cierto, era extremadamente similar a la de Violeta-. Sus ojos clavados en el círculo mágico. Analizando, estudiando, recordando... entendiendo... -Más exactamente, la maestra que tú y el Arcángel Uriel me enviaron a vigilar...

La garganta de Mika se movió de arriba a abajo. Acababa de dejar claro que ambos, lo enviaron en dicha tarea. Cosa nada buena.

-¿La salvaste?-. ¿Qué hacía? ¿Qué debía decir? Evadió el tema...

-No...-. Decir la palabra fue igual a escupir alfileres. Había atenuantes en su derrota, sí, pero si hubiese estado más atento a la batalla, tanto física como mentalmente, quizás habría logrado salvarla... -Azahín se las entregó...

-¿Qué?-. Eso hizo que el niño levantara la vista para enfrentarlo -¿Por qué hizo eso? Espera ¿Él también estaba peleando? ¿Cómo terminaron juntos?

David lo miró, lo miró y lo miró.

-No lo sé ¿Debería reportarme ante ti?-. Preguntó incapaz de contenerse por más tiempo, el abismo en su interior tomando ventaja con la incertidumbre que lo embargaba. Estaba excediendo los límites, pero no le importaba, no en ese instante que se sentía insultado por todas las cosas que le estaban ocultando...

Los movimientos de Mika se detuvieron, aunque no su poder, ese seguía fluyendo a su alrededor para aliviar las heridas. Sabía que en algún momento se tendría que dar cuenta, pero no esperaba que fura tan rápido, o mejor dicho, no quería que fuese tan rápido; porque entonces eso no era lo único que habría descubierto.

De pronto el sello sobre el que estaban giró modificando ligeramente sus trazos, y el poder que les rodeaba se volvió más denso al transformarse en una barrera. No muy poderosa, pero si suficiente para ocultar su conversación del exterior.

-Con excepción de Uriel, nadie sabe que estoy aquí...-.No podía engañarlo, e intentar seguir evadiendo lo obvio solo provocaría más problemas... -Lo mejor es que siga de esa manera...-. Respondió asumiendo su identidad.

David sintió como hielo puro se instalaba en su piel. Ya lo sabía, la arcángel se lo dijo indirectamente; pero escucharlo de él, era diferente; lo volvía completamente real...

-Damon...-. Se estaba retorciendo por dentro. Cada recuerdo golpeando su cordura. -¿Es él?-. La pregunta fue firme, en un tono que demandaba respuesta. Quería decir su nombre solo para probarse que estaba equivocado, que no pasaría nada porque no se trataban del mismo ser; pero no podía, sus labios se negaban a decirlo en voz alta evitando las consecuencias...




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