Alma Mia

CAPÍTULO X (parte 2)

Eric sintió que su cuerpo se tensaba de pies a cabeza, suprimido por un miedo visceral y primario que le nublaba el juicio; porque aunque ya se había enfrentado antes a demonios, conocía el temor que provocaban y sabía cómo manejarse en su presencia; igual que con los ángeles, nunca antes vio uno de forma tan directa... tan real.

Este ser se movía en el plano mortal con cuerpo propio. No era una posesión, definitivamente no era un fantasma, y por más agraciado que su disfraz fuera, el aura que desprendía su esencia era puramente infernal. Terror, dolor, sufrimiento, lamentos, sangre, muerte, desolación... perversión y lujuria... lo peor que pudieras imaginar, nómbralo, él era su viva imagen.

Así que se paralizó. Por un instante, por un segundo, sus neuronas se sacudieron aterradas en un rincón de su cerebro, dispuestas a suplicar clemencia aun sabiendo que no serviría de nada. Era humano después de todo, podía darse el lujo de sentir miedo; sin embargo, por la misma causa también podía ser valiente.

Si ese era el final, si no tenía oportunidad alguna contra aquella entidad emergida del mismo averno; entonces al menos trataría de comprarles una a los que estaban con él, porque ese era su trabajo. Así que respiró, ignoró los latidos de su corazón retumbando en su cabeza, apuntó, y disparó, disparó, y disparó; inconsciente de que ese acto, abriría grietas en una eternidad sellada...

El viento silbó con la furia de un grito de guerra avivando las llamas sobre sus cabezas, y haciendo a los perros retroceder en su avance, mientras que un círculo mágico brillaba justo frente al demonio, cortando el paso de tres balas que por sí mismas, tenían luz.

El sello no estaba en el suelo como normalmente ocurría, sino frente a él, y girando como una maldita ruleta rusa que impedía vislumbrar el diseño que lo formaba; aun así, el aire que desprendía de sí como afiladas cuchillas, y el color transparente que se enlazaba con un morado iridiscente, delataban a su invocador.

Joel tenía una mano levantada hacia el círculo, y la otra por delante de Violeta para asegurarse de que no se había movido de su sitio. La verdad, es que no tenía idea de que había pasado; bueno, lo sabía, solo que su cerebro todavía estaba procesando la información ya que había actuado, literalmente, en automático. Era como cuando respiraba; algo tan natural que su cuerpo lo hacía por sí solo. Defender a ese demonio, fue exactamente así de simple, a excepción del tatuaje que brillaba en su cuello sobre la cicatriz de la herida, y que hacía juego con el que llevaba la descendiente de Salomón en el mismo sitio, solo que sobre una piel libre de marcas.

Por su parte, Luc seguía a espaldas de la exorcista, camuflándose con su sombra y el muro, con los ojos atentos sobre los tres perros que les rodeaban; particularmente se tardaba más en el que estaba agazapado tras los detectives. En él también había un tatuaje que era su insignia como tercer pilar, solo que el suyo se mantenía invisible en su lengua.

-Detective...-. Violeta había dejado atrás el gesto nervioso, sus hombros estaban echados hacia atrás, y su barbilla se mantenía ligeramente levantada dándole un aire insolente a su mirada bicolor, que apuntaba como la de un halcón sobre Morgan. -No hay necesidad de asustarse. Ese demonio en particular, es mío...-. Lo señaló sin verlo, y lo dijo tan casual, como si estuviera hablando de una mascota

Las palabras fueron un rayo sobre el abismo dentro de David, que brindaron energía a los tentáculos que se alzaban desde el interior, y que su paso atrás había mantenido a raya. Ella no lo sabía, no tenía ni idea de la naturaleza real del ser al que apuntaba.

-Estas arruinando mí entrada Violeta...-. Frunció el ceño levemente al verla, para luego recuperar la postura altanera de un rey. Lo que la exorcista dijo ni siquiera le hizo cosquillas. Ya lo sabía, no había necesidad de alterarse por un derecho que él mismo le concedió ¿O ya era suyo? La verdad no importaba; a esas alturas ya no. -Como decía, yo soy...

-Innecesario...-. Las alas de plata se replegaron en su espalda, pero las plumas parecían moverse como si vibraran al sonido de una batalla futura. Los ojos de David adquirieron el tono celestial, cuando chocaron con un dorado tan candente como el infierno que los forjó. -Con nosotros es más que suficiente para controlar la situación. Puedes irte...

Damon no supo si fue la orden que le dio, el atrevimiento que tuvo al hacerlo, la estupidez por decirlo en voz alta, o su simple y mera existencia; pero de pronto ese ángel pasó de nada, a bufón de corte. Y joder era bueno, porque enserio le había provocado gracia... lo que en cierto punto era muy curioso, ya que la verdad sea dicha (era un demonio, no podía ser de otra manera), debería estar molesto ¡Lo había interrumpido! y una cosa era que lo hiciera la última descendiente de Salomón, y otra muy diferente, cualquier otro...

No obstante, antes de que siquiera sus labios pudieran pronunciar una respuesta, captó un movimiento por el rabillo del ojo que lo hizo cambiar de golpe el enfoque de su atención. Con la misma rapidez de una víbora al atacar, Violeta se apartó de sus pilares y empezaba a caminar a pesar del peligro que la rodeaba; porque obviamente, su control con perros infernales era tan bueno como el que tenía sobre sus impulsos: nulo.

El demonio torció el gesto pensando que iría corriendo a ponerse delante del ángel, temerosa porque él lo rostizara por su osadía (debería); y evocando sus propias llamas encerró en pequeños torbellinos a los hellhouns que había encontrado a su paso, y luego sofocó tanto el sello del Sacerdote, como las balas que seguían luchando por perforarlo (eran buenas, luego investigaría más detalles al respecto), todo para que su majestad fuera libre de pasar.

Por su reina, haría lo que fuera... incluso se alejaría si se lo pedía, solo por la tranquilidad mental del idiota que pretendía cuidarla.




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