Alma Mia

CAPÍTULO X (parte 3)

El ángel se preguntó si ella lo sabía, si la exorcista conocía el nombre del demonio que sujetaba con tal fervor. Anunciar que era aterrador, y que nada daría más miedo que él si estaba cerca, era un peso poderoso en la balanza a favor de esta suposición; ya que, en perspectiva, compararlo cualquier otro ser del infierno, era como intentar poner en la misma escala a una araña y a un tigre... ambos eran peligrosos, pero si te encontrabas frente a ellos, era evidente cual resultaría más aterrador.

Así que sí, las sospechas en su interior derrumbaron el poco espacio que lo separaba del abismo, permitiendo que las dudas alimentaran los tentáculos de oscuridad que intentaban arrastrarlo consigo, devorarlo.

Sin embargo, no fue hasta que sintió el roce de estos, que logró entender verdaderamente lo que ocurría. Celoso. Estaba tan celoso, que incluso físicamente le dolía.

La confianza con la que se le acercaba, como lo tocaba, como lo miraba, la forma en que le hablaba; cada simple detalle de Violeta hacia Damon era un golpe a su cordura, que le recordaba todo lo que él no debía anhelar. Aunque irónicamente, también fueron esos los motivos por los cuales logró contenerse justo en el lugar que estaba.

Si ella pensaba que de esa manera lograría alejarlo, estaba muy equivocada.

Quizás ahora no podían estar juntos, y tenía que retener sus sentimientos para mantenerla a salvo; pero no por eso permitiría que el abismo lo consumiera antes de tiempo, pues tal como se había prometido antes, la única manera en que él caería, sería a través de los labios de Violeta. Por lo tanto, consciente de que la postura en que se encontraba era transitoria, usó hasta el último gramo de su control para dar su siguiente paso. Interiormente para alejarse del precipicio; y en el exterior, uno que lo acercaba a la última descendiente de Salomón.

Al mismo tiempo que sus pies se movían, sus alas se perdieron en un lugar donde los ojos humanos no eran capaces de alcanzarlas; mientras que en sus manos brillaron en plata sus armas. Antes de que alguien pudiese comprender lo que estaba haciendo, disparó tres flechas que atravesaron llamas azules para llegar a su destino; los hellhounds hicieron un ruido sordo al caer muertos sobre la tierra, y él finalmente se detuvo a solo un paso de distancia de la exorcista, evocando de nuevo el silencio.

-Pero tú no necesitas sentir miedo...-. Con la mano extendida en una invitación cordial, la voz de David se coló a través de la piel de Violeta como un ladrón en medio de la noche. Clandestinamente y sin poder ser detenido.

La tentación por corresponder cosquilleo en cada una de las terminaciones nerviosas de Violeta. Era tan fácil rendirse ante ese ángel, dejarse deslumbrar por esa hermosa luz que transmitía, y simplemente ceder a sus deseos, que probablemente nadie la culparía si lo hiciera. Sin embargo, si se dejaba llevar, si se permitía un solo segundo de debilidad, a él lo estaría condenando por toda una eternidad; por eso, y por ese sentimiento que jamás diría en voz alta, resistiría.

-Tienes razón...-. Sus ojos brillaron bicolor, mientras que una sonrisa sin ganas curvaba sus labios. -No lo necesito...-. Dijo con claridad, luego le dio un ligero apretón a la mano que sujetaba, y finalmente se soltó para acceder a la invitación que le daban, con el mismo aire glorioso de una reina siendo amable con su súbdito

Fueron solo dos pasos los que se quedó con él, los que sus manos estuvieron juntas ante las miradas de todos; en que la luz se impregnó a su cuerpo como el perfume más hermoso que el cielo creó. No obstante, en cuanto sus fuerzas flaquearon, y el poder de su sangre comenzó a querer más, a exigir que tomara lo que le ofrecían, de manera casual lo liberó.

-Ok...-. El detective Morgan todavía sentía el corazón a un ritmo nada saludable, y la adrenalina corriendo como caballo desbocado en su sangre; pero como sus neuronas solían trabajar bajo este tipo de influencia, siguieron con lo suyo dejando el asombro para más tarde. -Entonces ángel, ángel...-. Apuntó a Mika y David. -Semidemonio...-. Luc. Ya lo tenía fichado, pero todavía sabía muy poco de él; aunque sentía que estaba cerca de algo importante. - Y demonio... aliado...-. Trago saliva al enfocarse en Damon; no lo pudo evitar, fue una reacción de su puro y nítido instinto de supervivencia ante la bestia. -Aclarado eso ¿Creen que podamos seguir adelante? o ¿Prefieren que esperemos por el resto de la camada?-. Miró los lugares donde ahora solo quedaban manchas oscuras de lo que una vez fueron los cuerpos de los hellhounds...

-Seguimos...-. La voz de Daniel era una mezcla de gruñido con orden, que estaba dada directamente a su hermana; que al notar la forma en que la miraba, se olvidó un poco del drama  y pensó seriamente en recapitular su declaración anterior. Incluso con Damon cerca, el Profeta daba mucho, mucho miedo. -Pandora está esperando por nosotros en la entrada a la Cafetería...-. Especificó al mismo instante en que sus ojos comenzaban a brillar inhumanamente, buscando por el camino que seguir. Fue él quien los había guiado para no perderse; bueno, a todos menos a Damon

-Es cierto, deberíamos darnos prisa...-. Mika saltó de su lugar como si acabara de recordar que dejó algo en el fuego. Luego sus ojos se fueron hasta David, quién instintivamente había hecho lo mismo; cosa que Susan captó a la perfección, y lo puso entre sus notas mentales

Cinco minutos más tarde, y con la tensión elevándose a cada segundo, ya estaban todos sentados dentro de la cafetería.

La vampiresa era la única que parecía ausente de todo el asunto. Estaba sentada cerca de la barra, y tenía la vista en un punto fijo hacia la ventana dónde el carro de la policía estaba estacionado; pero de vez en cuando, cuando pensaba que nadie la miraba, su atención se dirigía hacia la exorcista. La plática que tenían pendiente se estaba volviendo imposible de evitar, pues el dolor por la pérdida de Gabriel la estaba corroyendo desde adentro, y si no hacía algo para aliviar eso, el monstruo que realmente era saldría a la luz.




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