Alma Mia

CAPÍTULO XI (parte 3)

Estaba intentando ser valiente, tomarse las cosas como simples verdades, tipo el sol sale luego se esconde y la luna llega... esas son las entradas al paraíso y al infierno, existen cuatro estaciones al año... normal, todo normal.

-¡Mierda!-. Soltó con voz ronca gracias a que su garganta era un desierto. -¡No me jodas!-. Pero allí estaba, ese aterrador nerviosismo que cualquier ser humano común y corriente sentía en situaciones de riesgo, aflojándole la lengua en su retahíla más elegante de maldiciones. Igual que cuando Joel la había encontrado dormida en la Iglesia. -¡Por la p...!

-Mi Señora...-. La mano de Luc le tapó la boca, y Violeta pudo jurar que escuchó su propio nerviosismo mezclado con diversión... pero es que eso no tenía pizca de gracia.

¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Cómo reaccionar ante algo así? Seguramente cualquier cosa habría estado mejor que ponerse a gritar malas palabras. La Arcángel en cambio ignoró esa parte a consciencia... o quizás lo registraría para el día del juicio final, lo que le mandó un escalofrío de terror a la exorcista, al mismo tiempo que ahogaba una carcajada.

Todo era tan imposible que no se podía pasar por alto lo irrisorio. Por supuesto, recientemente ella había descubierto que la palabra "imposible" debía sustituirla por "improbable".

Al final, todavía con la cabeza dando vueltas, el martilleo de su corazón en sus oídos, y el estómago haciendo estragos en su lengua, logró levantar la mano para dar un ligero golpecito sobre la de su pilar. Malas palabras descartadas.

-Lo siento...-. Su aliento era casi nulo, pero no se quejó del milagro de su voz saliendo por sus labios

-No eres la primera con una reacción así de notoria...-. Respondió Uriel sin modificar ni un ápice su gesto

Los ojos de Violeta se abrieron aún más, y sintió como la una risa histérica araño su camino por salir. Logró contenerla solo por el apretón que le dio el semidemonio; hasta ese momento, no se había percatado de que una de sus manos la tenía abrazada por la cintura, y la otra le sujetaba una mano. Como si tuviera miedo de perderla.

-¿Por qué nos ha traído aquí a los dos?-. Luc miró de un lado a otro, y de nuevo se enfocó en la Arcángel. La tensión hacía que su cuerpo doliera, pero se negaba a mostrarse inseguro cuando Violeta a duras penas podía manejar lo que veía; no la culpaba, era joven y hasta hacía poco ni siquiera esperaba que todo esto fuese real... él por otro lado... era también joven, pero al menos había nacido para esperar por esto...

-Como dije, tenemos poco tiempo, así que seré directa.-. Ya no quedaba nada humano en Uriel; si bien su apariencia podía pasar por el de una mujer, lo cierto es que al verla, quitando ese destello solar inusual que ninguna persona podría poseer, sus facciones, sus gestos, sus movimientos, su voz, nada, absolutamente nada era humano. Todo era un borde filoso de perfección pulida, que el sello en aquellos seres sobrenaturales que vagaban en la tierra, ocultaban a la par que sus nombres. -La batalla que están librando, podría terminar por desatar el apocalipsis; no obstante, ni nosotros en el cielo, ni aquellos en las profundidades del infierno, podemos intervenir. Existen leyes que el perpetrador ha logrado utilizar a su favor, y si desatamos nuestro poder para detenerlo, solo adelantaríamos el final que busca...

-Pero nos estás ayudando ahora mismo...-. El pilar trataba de conectar lo que conocía... de encontrar la lógica

-Es mi deber establecer a los Guardianes. A falta de uno, debía nombrar a otro...-. Violeta ahogo un jadeo, pero eso no detuvo a Uriel. -Pero les he traído a ambos, porque quería que Violeta viera lo que está en juego...-. Ante el sonido de su nombre, una sacudida hizo vibrar el cerebro en su cráneo, mandando algo de orden a la locura de sus neuronas. Si, los nombres tenían poder sobre sus poseedores

-La eternidad...-. Susurró tan débil, que le extrañaría si la hubiesen escuchado. Notaba su sangre rugir en sus venas, los lamentos en sus oídos, y la paz que respiraba en sus pulmones... el choque de titanes entre las dos puertas; pero sobre todo, ella recordaba la locura fanática en aquel inquisidor al que le había arrebatado un pedazo de alma... -La eternidad...-. Repitió sin mayor éxito en el sonido, reconociendo la misma locura en sus pensamientos

Estaba pasando, esto de verdad estaba pasando. Ya lo sabía, obviamente, pero el lugar en el que estaba, con esa Arcángel hablándole, todo se volvía mucho más real, más impresionante, haciéndola sentir increíblemente pequeña; no como una niña, sino como una hormiga frente a un elefante. Tan insignificante aun en toda su gracia.

-Aún no sabemos que es lo que está planeando; pero el balance natural está cayendo, y el plano terrenal sería el primero en ser afectado. Si eso ocurre nada podrá resarcir el daño, y la batalla se volverá una guerra sin cuartel...

-Y de todos modos ustedes no harán nada...-. Desesperación picaba en su piel como miles de abejas furiosas; y su desequilibrio no era físico sino mental. Violeta estaba cerca de caer en un espiral que no tenía salida, y le estaba costando cada gramo de su concentración no ceder a la caída...

Por primera vez, algo de emoción turbó la belleza irreal de la Arcángel. Ternura suavizo el azul de sus ojos, el calor emitido del brillo de sus alas fue una caricia tierna en la mejilla de la exorcista.

-Hacemos lo que podemos, pero debes entender que no es nuestro momento... no de todos, al menos. Has hecho un gran trabajo invocando a algunos de los más poderosos a tu lado...-. Esta vez, al ver el intento de los labios de Violeta por moverse, levantó la mano con una severidad aplastante. Necesitaba darse prisa, no podía tenerlos allí demasiado tiempo. -No, ese no es tu poder, pero si es tu destino. Ellos están ligados a ti, y poco a poco, el hilo que los une se tensará tanto, que tendrán que encontrarte para aliviar la presión, de la misma forma en que ya han hecho los que esperan tu regreso. Cielo, infierno y tierra. Estas en el eje




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