Alma Mia

CAPÍTULO XI (parte 4)

Fue solo un segundo, quizás menos. Los parpados de la exorcista se cerraron por puro instinto cuando notaron que el resplandor de la Arcángel estalló para cegarla; incluso a través de su piel, todo parecía ser peligrosamente brillante, abrumador, insoportable... hasta que la oscuridad suprimió la luz.

-Mi Señora...-. Un aliento de bruma sobre su oído. -Ya puedes mirar. Estamos de vuelta...

Con el corazón desenfrenado y extrañas cosas pasando en su estómago, Violeta abrió los ojos lentamente al sonido de la voz de su pilar, solo para enfocarse justo en el abrazo al que estaba sujeta con toda su fuerza.

Las manos de Luc la envolvían desde su espalda a través de su cintura, y ella se había aferrado temerosa de no encontrar el lugar exacto donde estaban apoyados sus pies; el universo parecía demasiado infinito como para encontrar el suelo en él, así que el semidemonio nunca la había soltado. No obstante, antes no había habido sombras donde ahora la envolvían como una segunda piel.

Los brazos del pilar habían pasado de un blanco puro como la nieve, a un negro profundo que se perdía en el espacio, y se impregnaba en la exorcista con movimientos ondulantes como si estuviese jugando con ella, tratando de incluirla en su misterio.

-Sombra...-. Dijo con una sonrisa bailando en los labios, a pesar de que sus neuronas no podían seguir el ritmo correcto de las cosas. -Muy apropiado...-. Relajó los músculos para poder liberarlo, y después le dio unas palmaditas para que la dejara ir. No había dado todavía un solo paso, cuando sus rodillas le fallaron desplomándose

-Es por el cambio de planos...-. Luc volvió a sujetarla, solo que esta vez con una sola mano; mientras lo hacía, el color de su piel comenzó a volver a la normalidad, al tiempo que las sombras se escurrían hacia el suelo fusionándose con las naturales... -Oh eso es lo que creo, es lo más probable de todos modos...

Ella se enderezó, respiró profundamente, avanzó como si estuviera ebria sin soltar la mano de su pilar, y cuando por fin sintió que sus pensamientos se ajustaban al tamaño de su cráneo, volvió a hacer el intento por si sola. Todavía estaba mareada y sentía el cuerpo raro, pero al menos ya no parecía pato recién nacido.

-¿Entonces ya estamos en casa?-. Preguntó mirando con sospecha hacia todos lados...-. El panorama familiar se ajustó a sus pupilas

-Si...

-Bien.-. Sonrisa inocente en todo su esplendor. -¡Puta mierda! ¡Esas eran las jodidas puertas al cielo y al infierno!-. No, de verdad lo suyo no era maldecir; pero en este caso resultaba paradójicamente adecuado

-¿Te estabas muriendo por repetirlo?-. La diversión en cada sílaba. Allí estaban, con nuevos poderes, terminando de hablar con un arcángel, y ella actuaba como niña en Navidad... bueno, no tan niña con semejante vocabulario...

-Las tenía atoradas desde hace rato...-. Le dio un guiño pícaro señalando ha su garganta. -En fin, dejaré mi trauma para más tarde, ahora centrémonos en lo importante ¿Crees que ella se refería a lo que ya sabemos, o algo más?-. Podía notar como temblores esporádicos atacaban su cuerpo, el sudor frío perlando su piel por el miedo, la confusión en su cabeza por lo que acababa de pasar, el sofoco en sus pulmones, el ligero tono seco de su voz por la garganta cerrada... Pero ya estaba harta de quedarse en el sitio esperando a que alguien la calmara; y si todavía seguía respirando, qué caso tenía echarse a llorar. No, eso solo sería perder el tiempo, y no tenía de sobra como para desperdiciarlo... -Y por cierto ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Luc metió la mano en el bolsillo delantero de su pantalón y sacó su celular para revisar la hora, al notar que ella le observaba con una perfecta ceja levantada, se limitó a encogerse de hombros.

-Ocho minutos-. Hizo recuento mental, y puso una alarma. -Creo que el tiempo no se alteró de ninguna forma. En cuanto a lo de la trampa, deberemos apegarnos a las mimas palabras del arcángel

-No pueden intervenir-. Le interrumpió

-Pero si un guardián falta...-. Complementó como si sus pensamientos se hubiesen alienado en ese pequeño hilo que los unía. Delicado, invisible, pero irrompible...

-Ella hace su trabajo...

-Así que solo nos confirmó lo que nosotros ya sabíamos...

-Si... aunque seamos sinceros, decir que ya sabemos algo, es pasarnos de presuntuosos...-. Violeta no pudo soportar más y se dejó caer en el suelo. Podía notar como el temor la arañaba desde el lugar oscuro en que lo tenía encerrado; la desesperación sacudiendo las cadenas que la protegían; pero se negaba a ceder a sus impulsos, después de todo, los necesitaría más tarde cuando llegaran a la trampa donde la esperaban; porque si sus sentimientos eran un catalizador para sus poderes, entonces planeaba usarlos... planeaba usar todo lo que estuviera a su disposición...

Él se fue a sentar a su lado, y levantó la vista al cielo nocturno. También tenía una revolución en su interior; las cosas que había dicho Uriel provocaron una ruptura completa en su mundo, y la realización de que su espíritu aceptara el apodo dado como pilar, más que su propio nombre, lo había vuelto a unir; no obstante, tal y como dijo, habían pasado solo 8 minutos. Podía ser increíblemente inteligente, pero ni siquiera siendo así tenía la habilidad para asimilar todo en ese escaso período de tiempo.

-Y bien ¿Qué quieres que hagamos? Deberíamos advertir a los demás para cambiar la fecha del viaje...-. Una sonrisa socarrona que torció los labios hacia el lado derecho, y la capucha que cubría su rostro se deslizó hacia atrás dejando al descubierto su rostro. El choque entre el negro de su cabello, y lo blanco de su piel lo hacían impresionantemente hermoso...

-Podríamos. Sería, en realidad, la cosa más sensata por nuestra parte; sin embargo, no la más educada...-. El linaje que marcaba su sangre se delató en su mirada, arrojando todavía más profundo su miedo, pero avivando la ira que mantenía su cordura en los límites. –Hemos dejado que las invitaciones de Leo queden a la deriva; esta vez para variar, responderemos




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