Alma Mia

CAPÍTULO XXIII

Era infinito, con cada segundo que pasaba, el mundo solo se hacía mucho más terroríficamente inmenso; y con eso, la distancia que la separaba de Damon.

¿Dónde estaba? ¿Dónde lo tenían? ¿Qué pretendían al capturarlo? Y con su sangre ¡Con su maldita sangre! ¿Él también podría morir por ella?

El miedo era como ácido bajo su piel, disolviendo sus huesos y quitándole la estabilidad, mientras que sus neuronas no procesaban el vuelco de sus pensamientos por la rapidez con que eran emitidos; y aunque sabía lo que este tipo de situación podía provocar en sus poderes, el peligro en que se convertía cediendo a sus sentimientos, sencillamente no podía evitarlo. No tenía control, se estaba desmoronando... hasta que ella la detuvo.

El avance de su desesperación de pronto se estrelló contra una pared invisible, que al instante comenzó a cerrarse regresando todo a proporciones normales. Las piezas de su cordura que estaban a punto de caer, se sostuvieron en su sitio gracias a la misma fuerza; y el descontrol en su cuerpo se estabilizó ante un susurro seductor.

El toque de Mirza fue una caricia a su subconsciente, que mandó una orden directa a sus terminaciones nerviosas para que se calmaran; al mismo tiempo que su hechizo de súcubo jugueteaba con la cosa sin nombre que había despertado en su interior, manteniéndola quieta (por ahora).

Era su escudo y primer pilar. Podía hacerse cargo de eso.

Violeta respiró finalmente tras lo que le pareció una eternidad sin hacerlo. Su corazón retomando el ritmo, y los engranajes en su cerebro comenzando a girar para funcionar a toda su capacidad, con el sello que firmaba su pacto con la demonio brillando en su mano. Quizás había logrado recuperar el control; pero eso no era suficiente para detener al completo lo que ocurría

-¿Qué dijo Daniel?-. Esteban iba unos pasos por delante de ellos, con los demás, pero le dio una mirada de reojo sobre el hombro. -¿Vendrá?

-No...-. Respondió la exorcista en automático, todavía tratando de poner sus piezas juntas. -Solo quería saber cómo estaba... la llamada se cortó...-. Pensando, pensando...

-Es por la nieve...-. Yaneth le estaba lanzando una bola de dicho elemento a Luis al decirlo. -Creo que se acerca una tormenta...

-Quizás pie grande aproveche para buscar una presa...-. Respondió Sofía con aire malicioso mirando hacia las montañas...

-¿Pie grande?-. Liz fue quien reaccionó en su dirección. Todavía tenía los ojos demasiado abiertos a través de sus lentes, y parecía más nerviosa que antes

-Sabes que ella ama las historias de terror...-. Contestó Martha

-Esa sería una buena manera de pasar la noche...-. Luis parecía brillar de emoción. -Con la tormenta, una buena fogata en la chimenea, y unos cuantos bombones para...

-¿Crees que Damon sea afectado por mi sangre?-. Le preguntó Violeta a Luc en un susurro, mientras sus amigos seguían caminando y tramando su noche

-No lo sé...-. El semidemonio miraba cautelosamente a su alrededor, pero había escuchado perfectamente la conversación entre los hermanos, ya que todavía sostenía a la exorcista para que pudieran avanzar. -Realmente no lo sé...-. No hizo mención alguna sobre la verdadera identidad del demonio, pero sabía que esa era la pregunta real ¿Si él siendo quien era, podía ser lastimado por un descendiente de Salomón?

-Necesitamos ayudarlo...-. El estómago se le hizo un nudo, y su agarre sobre su tercer pilar se volvió más fuerte. Que Mirza estuviera ayudando a controlar sus emociones, no significaba que no las sintiera. Bum bum. Bum bum

-Primero tendríamos que encontrarlo...-. Eso sería la parte difícil de lograr. -Después de que salió del escudo, no tengo idea de a dónde pudo haber ido; menos aún de dónde lo capturaron...

La exorcista notó como sus manos empezaron a sacudirse a causa del miedo, pero se aferró al poder de su primer pilar para seguir, sino tranquila, por lo menos lo suficientemente cuerda para pensar adecuadamente.

Habían llegado finalmente a la cabaña. La nieve caía sin parar, y el viento soplaba de tal forma que parecía una sinfonía de los espíritus del bosque; mientras que la temperatura había descendido y parecía no tener intenciones de detener su caída, volviendo el panorama gélidamente intransigente, y bastante acorde al estado de ánimo de la última descendiente de Salomón.

Era su sangre la que usaban para someterlo, era su sangre la que lo mantenía preso, y peor aún, la misma que tenía una posibilidad de terminar con su vida. Así que sin importar que tan fuerte la estuviera sosteniendo su primer pilar, en el interior Violeta sabía que no duraría mucho tiempo antes de que se perdiera de nuevo.

Damon... El nombre se volvió un mantra dicho con cada latido de su corazón. Damon... Era él quien siempre la había salvado, esa era la verdad. Damon... Lo necesitaba más que a nadie. Porque ¿Por qué? bueno... era aterrador, con él a su lado no debía sentir miedo; pero sin él...no... no existiría un sin él, porque sabía que se estaba quebrando en piezas diminutas que nunca podrían poner de nuevo juntas. Damon... Tenía que encontrarlo.

No obstante, el giro de sus pensamientos dio un alto cuando un grito aterrador taladró sus oídos. Por un segundo, Violeta dudo si había sido ella misma quien lo hizo exteriorizando así lo que ocurría en su interior; sin embargo, pronto descubrió que se trataba de Liz.

Su amiga parecía totalmente fuera de sí, mirando con verdadero pánico hacia el camino que acababan de recorrer, mientras que Esteban y Martha cruzaban de nuevo la puerta por la que acababan de entrar a la cabaña, y el resto de los amigos seguía en el porche.

-¡¿Qué ocurre?!-. La pregunta la hizo Luis, que era quien estaba más cerca de ella, e intentaba descubrir que la tenía así viendo en la misma dirección

-¿Amiga qué tienes?-. Yaneth se acercó y la tomó por los hombros, también buscando por lo que la tenía en ese estado. -¿Qué te pasó?




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