Alma Perdida

CAPÍTULO I

Habían pasado ya tres días desde el incidente; y gracias al alta dada por el doctor unas horas antes, Violeta estaba decidida a salir de su casa esa tarde, sin embargo, Daniel no parecía estar muy convencido de que fuera una buena idea; él siempre se había tomado muy enserio su papel de hermano mayor, pero desde hacía cuatro años que su abuela falleció dejándolos solos, se había vuelto todavía más sobreprotector.

      -Estás segura que te encuentras bien como para salir, el doctor dijo que necesitabas mucho descanso. No fue cualquier cosa Vi, te caíste por las escaleras…

      -Estoy bien, ya pasaron tres días y no me he vuelto a sentir mal; además, tú vas a tener compañía, así que cual es el problema?-. El tono en su voz era neutral, pero plagado de celos. Su hermano tenía derecho a tener novia…SI; que a ella le gustara o no, era un asunto muy diferente.

      -Supongo que tienes razón.- Comento Daniel con un aire de seriedad tocando su barbilla, pero la mirada traviesa en sus ojos verdes le delataba. –Sea como sea, conduce con cuidado y si necesitas algo llámame. Tal vez más tarde los alcance también.

      Una vez que llego a la cafetería, y en compañía de sus amigos, el tema principal a discusión fue la noche del accidente. Los sucesos habían sido mucho más simples de lo que Violeta recordaba; al parecer cuando termino de hablar con Yaneth, ella se preocupó al ver que tardaba demasiado, por lo que decidió ir a buscarla y para su suerte, de camino se topó con Daniel, quien evidentemente se unió a la búsqueda; cuando llegaron a la escuela y se dirigieron al audiovisual, vieron a un joven que la llevaba en brazos inconsciente (esto le daba un poco de razón a los hechos que ella podía recordar), después él les explico que había escuchado un ruido dentro del edificio y fue cuando la encontró al pie de las escaleras; en cuanto Daniel vio que su hermana no reaccionaba llamo a la ambulancia; y lo demás era historia.

      Violeta presto gran atención todo el tiempo, no quería perder detalle de lo que sucedió en su estado de inconsciencia, pero le resultaba impresionante la cantidad de cosas que había “imaginado” por un golpe en la cabeza; todo era tan real, incluso las heridas que tenía coincidían con sus recuerdos; una en especial la hacía preguntarse si realmente fue su imaginación; la que se hizo poco antes de caer por las escaleras, “algo” le corto el brazo ocasionándole un terrible dolor, incluso ahora era la que más dolía y aunque habían pasado ya tres días, no tenía ningún signo de querer cicatrizar.

      Después de que todos escucharan la historia, se pusieron a hacer comentarios respecto a que ese tipo de cosas solo le podían pasar a ella, quien era un imán de extraños sucesos, y tenían razón…lo era. La conversación era bastante amena, todos estaban disfrutando y riendo, cuando Marta; una joven de hermosos ojos marrón y cabello negro, a la que Violeta describía como una persona feliz y de filosofía simple ante la vida, accidentalmente golpeo su brazo lastimado, el cual rápidamente empezó a sangrar. Marta parecía asustada mientras no paraba de repetir cuanto lo sentía, Violeta le sonrió asegurándole que no era nada, después tomo una servilleta, la puso sobre el vendaje, se puso de pie y les dijo a  sus amigos que iría al tocador a enjuagarse.

     Intentaba caminar entre la gente, pero le era difícil no tropezarse, el lugar estaba repleto; cuando escucho que alguien le gritaba “Cuidado!”, era Marta que venía caminando tras ella, pero las advertencias siempre parecían llegarle tarde; había chocado contra alguien. Primero pensó que se había golpeado contra una pared, pues el impacto fue tan fuerte que incluso la regreso al piso, se dio cuenta que se trataba de una persona solo en el momento en que se le acercó para susurrarle algo al oído.

      -Deberías tener más cuidado-. Le dijo el extraño con un tono bajo, áspero, y peligrosamente sensual.

      Ella no sabía si se trataba del dolor en el brazo, aquella voz, o ese fuerte pero sutil aroma a cuero, ámbar y cenizas que inundaba el ambiente, lo que la hizo que sintiera como si un pequeño cubo de hielo se le deslizara por la espalda. Pero la sensación se detuvo al dejar escapar un gemido de dolor, pues él la sujeto justo por su brazo herido para levantarla.

      -Podrías lastimar a alguien… o lastimarte tú-. Él le mostró la mano manchada con su sangre, y aunque tuvo curiosidad por verle la cara, el dolor que ella sentía era mucho más fuerte que ese deseo; parecía que le habían puesto un hierro al rojo vivo sobre la herida, que ahora punzaba y ardía, ni siquiera fue capaz de tocarlo. Cuando volvió a reaccionar, el extraño ya se había marchado; ella dio un vago vistazo hacia atrás, pero lo único que pudo ver fue su espalda.

     Una vez adentro del tocador, Violeta se quitó los vendajes y humedeció una servilleta para limpiarse la herida, pero se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que estaba totalmente cicatrizada, lo cual era imposible si hacía solo unos minutos había sangrado, los mismos vendajes lo comprobaban. Ella no entendía  bien lo que ocurría, y aunque el dolor estaba disminuyendo considerablemente, sentía que el suelo bajo sus pies se movía sin darle tregua; tal vez su hermano tenía razón al decirle que debía descansar más tiempo; sin embargo, un recuerdo se apodero de su mente e hizo que se sujetara con fuerza del lavabo que estaba enfrente, no tenía tiempo de sentirse mareada.  El aroma del desconocido con el que choco momentos atrás, era el mismo del que la sujeto en brazos cuando cayó por las escaleras. Ella salió corriendo para ver si podía alcanzarlo, dejando a Marta que apenas la había alcanzado un tanto confundida.




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