El agua helada comenzó a salir y al sentirla sobre su piel, Violeta pensó que lo mejor era tomar la ducha a esa temperatura, para ver si así podía olvidar la terrible pesadilla que tuvo. Al salir, trenzo su cabello, se puso una sudadera con el nombre de su escuela y jeans, pues no tenía ánimos de arreglarse, se le antojaba más quedarse en pijamas, y esto era lo más parecido. Aunque tampoco quería salir, tomo su carro y se dirigió hasta la biblioteca central de la ciudad. Durante el camino pensó que tipo de libro le serviría para lo que quería averiguar, pero no estaba muy segura si decidirse por los que explicaban el significado de los sueños, o si era mejor uno referente a enfermedades mentales, ya que últimamente todo apuntaba a que se estaba volviendo loca.
Al llegar a la biblioteca, Violeta pregunto por los apartados de sueños; ángeles y demonios; y también por el de enfermedades mentales; la mujer ya mayor, con el aspecto típico de una bibliotecaria de cuento, acomodo sus anteojos y tecleo unas cosas en la computadora para después darles las indicaciones correctas; no sin antes advertirle lo cuidadosa que debía ser con los libros del lugar.
Violeta miro su reloj, eran las dos de la tarde, habían pasado ya más de tres horas desde que llego, y aunque se topó con cosas interesantes, su lógica le obligo a rechazar cualquiera de esas teorías; algo irónico tomando en cuenta lo que le sucedían últimamente. Ella aun no comía, y no tenía ganas de hacerlo, pero lo que menos necesitaba era malpasarse; ya que eso podía traer como consecuencia más alucinaciones; así que tomo los libros y se dirigió a los estantes para regresarlos; sin embargo, al ir caminando alguien tropezó con ella haciéndola tirar todo.
-Como lo siento de verdad, permítame ayu… Violeta?-. Dijo David, mientras se agachaba para ayudarla a recoger las cosas.
-Hola-. Respondió ella mientras intentaba acomodarse un poco el cabello.
-Parece que el destino se empeña en hacernos tropezar-. Comento divertido.
-Ya lo creo.
-“El significado de los sueños”, “Pesadillas”, “Ángeles y Demonios”, “Alucinaciones, proyecciones del inconsciente”; interesantes libros los que estás leyendo-. Comento extrañado.
-Si… bueno, solo investigaba algunas cosas-. Violeta intento ponerse de pie, pero al hacerlo su cuerpo no le respondió provocando que cayera. Le estaba pasando la factura de la noche anterior.
-Estas bien?!-. Le susurro David al oído mientras la sostenía contra su pecho. Había reaccionado bastante rápido, al dejar caer de nuevo los libros para poder sostenerla.
En aquel momento, algo se apodero de ella, un sentimiento de calidez comenzó a recorrerla; no tenía nada que ver con el fuego que la consumía la noche anterior, el cual de alguna forma recordó; esto era más bien algo lleno de paz y tranquilidad, algo a lo que le gustaría aferrarse de por vida. Sabía que estaba segura en los brazos de aquel extraño.
Contrario a ella, para David aquel momento se convirtió en lo que sería el principio del final. Sus ojos comenzaron a brillar como nunca antes lo habían hecho, y su mente se vio invadida por simple y puro egoísmo; que pasaría si solo pudiera mantenerla de esa manera por siempre…
Unos libros cayeron de unos estantes provocando eco a lo largo del pasillo; Violeta apoyo sus manos sobre David, para finalmente separarse.
-Has comido algo?-. Comento David, intentando recobrar su control, y mirando fijamente a los estantes… esos libros no habían caído por casualidad.
-Iba a hacerlo justo ahora-. Respondió ella al tiempo que se alejaba unos cuantos pasos más de él
-En ese caso…-. El sonrío de manera tierna y traviesa al mismo tiempo, como si intentase revelar algún secreto. –Vamos a comer, te invito.
-Qué?!!-. Ella sintió como se sonrojaba ante tan inesperada invitación. –No gracias, se lo agradezco de verdad, pero no es necesario-. Realizo algunos ademanes con sus manos para intentar ocultar el rojo en sus mejillas, luego se agacho a recoger los libros que seguían en el suelo.
-El hecho Violeta, es que no estaba preguntando-. El tomo los libros que ella sostenía. –Así estaré seguro de que te encuentras bien.
Ella lo observo durante unos segundos, vestía una camisa celeste, corbata azul marino a rayas, y chaleco y pantalón de vestir gris obscuro. Se trataba de un hombre bastante apuesto, más de lo que a cualquier maestro debería permitírsele; y que en aquel instante, parecía tener ojos solo para ella, unos ojos con aquel brillo inusual; de qué modo podría negarse.
-En ese caso, acepto, gracias-. Dijo ella mientras se encogía de hombros.