Violeta se levantó muy temprano a la mañana siguiente, e hizo todas sus citas con tiempo. Durante su visita al doctor, este le explico que el golpe que había sufrido en la cabeza por su caída de las escaleras, probablemente le afecto al grado de hacerle ver cosas, aunque en las tomografías no hubiese salido nada extraño, por lo que tal vez era una buena idea realizarle otros análisis, sin embargo Violeta se negó, pues las alucinaciones habían comenzado antes del golpe, lo cual le permitía descartar que fuese un problema físico; así que ahora era turno del psicólogo.
La primera sesión fue una hora después de su visita con el doctor general, el Psicólogo Antonio Borja era un antiguo colega de su madre, y su abuela... aunque él no recordaba ese hecho, ni ella se lo dijo. Se trataba de un hombre bastante apuesto para su edad; debía estar cerca de los cincuenta, tenía el cabello casi cubierto de canas, las cuales eran prácticamente del mismo color de sus ojos, y su cuerpo reflejaba los efectos de un ejercicio constante. Violeta comenzó a contarle los motivos de su visita; en un principio ella no se sentía muy segura de estar haciendo lo correcto, pues la fría y penetrante mirada del doctor tras sus anteojos le cortaba el aliento, sin embargo, ella estaba allí para averiguar si lo que tenía era algún tipo de enfermedad, por lo que termino diciéndole toda la historia, no se le escapo ningún detalle. El doctor le explico que en esta primera sesión no era posible determinar o resolver el problema, que debería seguir yendo con El, sin embargo, podía decir que solo se trataba de ansiedad o estrés. Violeta salió mucho más tranquila, el hecho de poder contarle todas estas cosas a alguien sin ser juzgada, para ella representaba un gran alivio, por lo cual de inmediato programo su siguiente visita.
Por la tarde, mientras cocinaba algo para comer, Violeta recordó que una vez su amiga Marta le contó acerca de una amiga suya que fue a ver a una mujer que leía las cartas, según le dijo era bastante buena, tenía "el don"; así que decidió llamar a Marta, para que le dijera en donde podía encontrar a esa mujer, además de insistirle un largo rato para que la acompañara a visitarla. En un principio Marta se rehúso rotundamente, pero termino aceptando ya que le dio curiosidad por escuchar las locuras que seguramente le dirían a Violeta, y quedaron de verse después.
Finalmente llegaron a la casa de la "bruja", pero no pudieron encontrar un estacionamiento cerca, así que tuvieron que dejar el carro a unas seis cuadras de distancia, frente a una tienda de antigüedades; cuando bajaron del auto, una mujer de edad avanzada observaba cuidadosamente a Violeta desde adentro de la tienda, Marta al darse cuenta le dijo a su amiga, pero Violeta se limitó a sonreírle a la anciana y darle las buenas tardes; después de esto las dos amigas empezaron a caminar hacia su destino.
Samia, era el nombre de la mujer que leía las cartas, tenía un aspecto normal, no llevaba ropas especiales ni nada parecido, sin embargo, el cuarto al que llevo a las amigas, estaba repleto de extrañas imágenes de lo que parecían ser santos, también había figuras de ángeles y unos extraños utensilios que según ella servían para ahuyentar el mal; además, tenía una alacena repleta de hierbas que le servían para crear sus brebajes. Violeta al ver todo pensó era una locura, y que seguramente la mujer no tenía ni idea de lo que hacía, solo engañaba a las personas; pero aun así decidió quedarse, después de todo ya estaban allí y no tenía nada que perder, a excepción claro del dinero que pagaría por el "trabajo", pero como no era mucho, no le dio gran importancia. Samia pronto acomodo el tarot, y le pidió a Violeta que se sentara frente a ella, mientras que Marta se acomodaba en un sillón cercano.
Los pensamientos de Violeta respecto a la "bruja" no estaban muy alejados de la realidad; Samia si tenía un "don", pero no era el de leer las cartas o ver espíritus, simplemente era una mujer observadora, podía ver de qué manera afectaba las cosas que iba inventando a las personas, para después ella darle el camino correcto a la conversación. No era algo complicado, a las jovencitas les hablaba de hombres apuestos que estaban tras su corazón; a las mujeres mayores les describía a las mujerzuelas que andaban tras sus maridos; mientras que a los hombres siempre les auguraba un buen aumento de sueldo; sin embargo, aquella tarde las cosas serían diferentes.
En cuanto la lectura de tarot comenzó Samia noto algo extraño, cada vez que sus dedos rozaban una carta, en su mente aparecían imágenes, eran confusas, no podía decir que describían algo en concreto, se trataba de lugares que jamás había visto y personas que no conocía; intento no prestarle atención, pero conforme avanzo la lectura le fue imposible concentrarse, así que prefirió simplemente terminar con el tarot; y como al final no pudo decirle nada convincente a Violeta, opto por utilizar una táctica diferente.