Alma Perdida

CAPÍTULO XI

Pasaban ya de las siete de la noche y Violeta no había llegado a la escuela, además, David tampoco se presentó a dar clases; Daniel pensó en salir a buscar a Leo por la escuela, pero de alguna forma estaba seguro que no lo encontraría. El llamo a Marta por teléfono para saber si había noticias, pero ella no sabía nada, lo cual empezó a preocuparlo.

      -Marta dónde estás?-, Pregunto Daniel de forma seria. -… espérame allí, llego en quince minutos… iremos a buscar a Violeta…

 

      Un fuerte dolor detuvo a Violeta cuando intentó ponerse de pie, tenía unos vendajes puestos alrededor de su cintura y llevaba ropa diferente a la que se había puesto ese día. Aun aturdida y mareada, realizo un gran esfuerzo para poder levantarse, camino un poco y se detuvo frente al espejo, entonces empezó a recordarlo todo, el almacén, los túneles, los perros…; ella abrió la puerta y se dio cuenta en donde se encontraba, el departamento de David.

      -Violeta no debiste levantarte!-. David se acercó rápidamente para ayudarla

      -Bienvenida al mundo de los vivos dormilona-. Leo le dio una gran sonrisa, pero ella estiro una mano haciendo que ambos se alejaran

      -Quienes, o más bien que, son ustedes en realidad?!-. Les dijo mirándolos fijamente

      -Saben, creo que yo salgo sobrando, mejor me voy-. Gabriel se levantó de su silla y se acercó a Violeta. –Me da gusto que estés bien, y lamento mucho lo que sucedió-. Hizo un ademán de despedida y se marchó.

      -En ese caso, creo que yo también…-. Leo estaba por marcharse, pero Violeta lo detuvo con su pregunta

      -Porque tienen alas, los dos?!

      -Alas… de que estás hablando?-. David estaba nervioso, e intentaba ocultarlo

      -Creo que el golpe fue más serio de lo que nos imaginábamos-. Comento Leo

      -Él tiene razón, cuando estabas en el almacén tuviste una caída bastante fuerte, nosotros te encontramos inconsciente después de un rato.

      -Si me caí, lo recuerdo…-. Dijo Violeta pensativa. –Pero también recuerdo los túneles, esas gigantescas bestias que casi me matan, y a ustedes dos… salvándome, y se los agradezco pero…

      -Violeta nada de eso paso, caíste en el sótano de la cafetería-. David se acercó a ella y tomo sus manos. –Gabriel está haciendo remodelaciones y quitaron las escaleras, no sé cómo pero tú te caíste allí, y estuviste inconsciente durante varias horas.

      -Nos diste un buen susto, no podíamos encontrarte-. Comento Leo como si sonara aliviado de decir esto

      -Que no podían encontrarme?!, tu mejor que nadie sabía en donde estaba, si fui al almacén fue para buscar el botiquín y así poder curar tu mano; después alguien apago las luces y cerró la puerta… por eso caí al … sótano…   

      -No sé de qué hablas, a mí no me paso nada-. Leo le mostró sus manos, y efectivamente, no tenía nada en ellas

      -Tal vez solo te perdiste y entraste al almacén por error-. David ayudo a Violeta a tomar asiento y le acerco un vaso con agua. –Pero ahora estas bien…

      Violeta le dio un trago al vaso e intento calmarse, pensó que no sería la primera vez que sufría alucinaciones de este tipo; antes cuando se accidento en la escuela, también vio a dos personas con alas… personas que aparentemente ni siquiera existían, además, de las cosas que vio esa tarde nada podía ser real; ella miro a los ojos a David, pero cuando volteo a ver a Leo, por alguna razón que ni siquiera él hubiera podido explicar, sus ojos cambiaron de color.

      -Leo tus ojos… han cambiado de color

      -Eso no es posible ya te lo dije antes, quizás es solo un efecto de la luz-. Leo se acercó a ella tratando de demostrarle su teoría, mientras que David lo miraba fijamente

      -No es verdad, y no es la primera vez que pasa, ese color es igual al que tenías aquella noche cuando hablamos con Luis, cuando los vi en los túneles, cuando tenían alas…-. Ella se puso de pie, David intento ayudarle, pero lo empujó hacia atrás.

      Marta entro al carro de Daniel, y le pregunto si estaba seguro de ir a buscar a Violeta, pero el no respondió con lo que le dio a entender que no se daría por vencido hasta saber en dónde estaba su hermana.

      Daniel se estaciono frente al café, y aunque ambos estuvieron tocando nadie se mostró para abrir la puerta; entonces, Marta recordó que Leo y David vivían justo arriba de la cafetería, en cuanto se lo comento a Daniel, este de inmediato quiso ir a buscarlos, solo que ella no sabía exactamente cuál era el departamento, pero esto no lo detuvo pues según el si era necesario preguntarían puerta por puerta.




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