Alma Perdida

CAPÍTULO XIII

      Eran cerca de las tres de la tarde, cuando Violeta realizaba una pasarela frente al espejo, para decidir cuál era el mejor atuendo para esa noche, no podía evitar sentirse emocionada.

      Se midió primero unos vestidos, que aunque no eran su vestuario preferido, quiso intentarlo pues se veía más femenina; sin embargo, al recordar que iría a una feria, pensó no sería muy buena idea a la hora de subir a algún juego, así que termino por escoger unos jeans negros  y una playera azul rey, la cual eligió porque le recordó el color de los ojos de David cuando lo vio con sus alas extendidas; después se metió a bañar y comenzó a arreglarse, aunque faltaban casi cuatro horas para que él fuera a recogerla.

      Faltaban cinco minutos para las ocho, cuando el timbre de la puerta se escuchó, Violeta tomo su bolsa y salió corriendo de su habitación, pero antes de llegar a la puerta, dio un gran respiro para tranquilizarse  (no quería demostrarle cuan emocionada estaba), y le abrió.

      Cuando finalmente lo vio esperando por ella, fue como si todo el mundo a su alrededor no existiera; llevaba jeans, una playera negra, y el cabello algo despeinado (lo cual le hacía tener un aspecto más relajado que lo habitual); pero lo que más sorprendió a Violeta, era que de alguna forma,, no completamente visibles, sus alas estaban allí; veía como irradiaban una tenue luz plateada a su alrededor; y le fascinaba la idea de saber que seres tan maravillosos como el caminaban entre nosotros sin darnos cuenta; aunque claro, la mejor parte era que esa noche, estaba allí solo para ella.

      Fueron solo unas cuantas cuadras las que caminaron antes de llegar a la feria, en la entrada se toparon con sus amigos, pero solo les dieron un saludo, pues esa noche querían disfrutarla solos.

      Las risas, los gritos, las luces, las melodías y los aromas, parecían competir entre sí. Los espacios por los cuales las personas podían caminar, aunque no eran pequeños daban esa impresión ante las multitudes que los recorrían.

      Uno a uno, fueron recorriendo los puestos y disfrutaban de los espectáculos.

      El primero en llamar su atención fue un hombre muy alto y delgado, tenía barba de candado y los brazos con un sinfín de tatuajes, su espectáculo: las serpientes; tenía varias especies en diferentes vitrinas transparentes, sin lugar a dudas todas eran magnificas, pero en especial la que tenía en sus brazos, una cobra real de aproximadamente dos metros y medio; con la cual montaría su show más tarde, y que ahora tenía fuera para que las personas que quisieran, la tocaran o incluso cargaran. Violeta quiso cargarla y demostrar lo valiente que era, pero no contaba con lo pesada que estaba, en cuanto lo intento sintió como su herida en el costado le dio pequeñas pulsaciones; al final solo pudo acariciarla.

      Después, al seguir con su camino, empezaron a notar como las personas los observaban sin perder detalle, no entendían muy bien que era lo que ocurría, hasta que entre la multitud Violeta vio a Marta, quien sonreía  y le hacía señas intentando decirle que miraran hacia atrás; al hacerlo se dio cuenta de que un mimo había estado siguiendo a David e imitando todos sus movimientos. Una vez que se dieron cuenta de esto, el mimo se acercó hasta Violeta y le obsequio una rosa, para después tomarla de la mano; a David le pareció divertido y entre los dos iniciaron una "pelea" por ver quién merecía seguir en la cita con ella. De pronto, unos tambores comenzaron a sonar fuertemente, y entre el círculo de gente que se reunió a ver lo que pasaba, irrumpieron tres hombres; el primero era alto y bastante musculoso, calvo, con bigote prominente, tenía un parche de calavera en su ojo izquierdo, y vestía un chaleco rojo y unos pantalones bombachos azul marino; ignorando a todos, tomo a Violeta por el brazo y la coloco tras de Él, para luego decirle a David que si la quería de vuelta tenía que enfrentarse a sus hombres, que al parecer eran los otros dos sujetos que habían irrumpido con él y llevaban ropas similares, solo que en distintos colores, además de ser mucho más delgados. Violeta creyó que David no se prestaría a tal espectáculo, para su sorpresa, parecía estar disfrutando de lo que ocurría; rápidamente acepto el desafío e incluso le pidió ayuda al mimo.

     "Baltasar, el rey de los ladrones", como se hacía llamar aquel gigantesco sujeto, se emocionó al escuchar que David aceptaba; y es que seguramente cuando empezaban semejante show las personas se negaban a seguirle el juego; pero ahora tenía a un valiente dispuesto a pelear.  Violeta al ver como todos se estaban divirtiendo, decidió unirse a ellos e interpretar su papel de damisela en peligro, y comenzó a gritar que por favor la salvaran; en cuanto David escucho sus palabras de auxilio, el "duelo" dio inicio.

      La gente aplaudía y gritaba palabras de aliento para David y su ayudante; Violeta estaba impresionada, el realizaba un gran trabajo al seguirles los pasos a aquellos hombres; y entre la lucha con espadas, los golpes y algunas que otras piruetas, por fin pudo "rescatarla".




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