Damon se levantó del sofá, y miró hacia la mujer que descansaba sobre este. Parecía dormida, pero estaba más bien inconsciente; seguramente cuando despertara tendría un espantoso dolor de cabeza; aunque claro con lo satisfecha que iba a estar, probablemente no se quejaría. Él suspiro pensando lo delicioso que hubiera sido matarla, pero la necesitaba viva para que acreditara sus papeles dentro de la escuela; por lo que con alimentarse un poco de ella fue suficiente.
Mientras terminaba de vestirse, y suspiraba pensando que era su primera vez haciendo de un “responsable estudiante”, un fuerte dolor en su pecho lo hizo detenerse. Era como si lo estuvieran quemando con un hierro a fuego vivo, miro en la dirección de donde provenía el dolor, y pudo darse cuenta que la cicatriz hecha por la flecha de Leo, con la cual se llevo a cabo el contrato, brillaba intensamente. Violeta estaba en problemas. Había firmado infinidad de contratos a lo largo de su existencia, y nunca antes le pasó algo igual; lo que no se explicaba era si esto sucedía por la naturaleza misma del extraño pacto, o debido al alma que sería su recompensa.
Pronto un círculo se dibujo bajo sus pies, seguido de otro más grande; unas letras aparecieron entre ambos, para luego en el centro dibujarse seguida por una flecha algo similar a un extraño candil, que terminaba con punta en cola. En cuanto el dibujo ceso de hacerse, un fuego azulado comenzó a salir de este, y pronto, Damon se encontró a sí mismo en una plaza, con vista a la imponente catedral.
Un escalofrió le hizo erizar la piel, pocas veces algo como eso ocurría, pero al verse rodeado por tantas palomas no pudo evitarlo. Aquellos espantosos animalejos sin cerebro, no eran más que un constante recordatorio de cierta gracia divina, y eso lo ponía terriblemente incomodo (y nauseabundo); así que sin pensarlo mucho, hizo un ligero movimiento con su mano, y un viento caliente ahuyentó lejos a la parvada. Que un demonio como él sintiera una fobia como esa era completamente ridículo… y sin embargo, pasaba. Algo que esperaba nunca nadie descubriera. Hizo un gesto de desaprobación con la cara, y se estremeció por última vez antes de comenzar a buscar lo que quería.
Por más que miró en todas las direcciones, no pudo encontrar a Violeta por ningún lado. De vez en cuando les sonreía lascivamente a una que otra mujer, distrayéndose de su cometido, pero no pasaron más de cinco minutos para cuando ya estaba entrando en desesperación. ¿Qué mierda se suponía que significaba eso? El iba a buscarla para rescatarla, no porque le gustara sino porque no le quedaba de otra, y la muy idiota desaparecía; sabía que no había llegado tarde porque aun podía sentir que estaba viva, pero entonces, ¿En dónde infiernos se metía?; o infiernos, si, quizás debería pensar muy seriamente en la posibilidad de llevársela a alguno de ellos cuando la encontrara.
Entonces, luego de dibujar en su mente algunas cuantas ideas de buenas torturas, para enseñarle a la estúpida a estar disponible para él siempre que la buscara; un resoplido de fastidio salió de sus labios sin poder evitarlo.
-Necesito encargarme de esto pronto, estar rodeado de humanos me hace contagiarme de su idiotez-. Se dijo como reclamo a sí mismo, cuando sus ojos se posaron fijamente en la iglesia. Claro que nunca la iba a encontrar si estaba adentro de un lugar santo… tal vez no era tan tonta como se veía.
Pasaron unos cuantos minutos más, antes de que finalmente la viera aparecer en las gigantescas puertas de madera. Desde donde se encontraba, pudo ver la herida que cubría todo su hombro derecho, y no tuvo que esforzarse mucho para saber que había sido hecha por un demonio. Al menos aun estaba viva; lo cual de cierta forma le hizo esbozar una sonrisa.
En cuanto Violeta posos sus ojos sobre él, Damon se dio cuenta del brillo con que lo miraba… no había nada más entretenido que despertar lujuria en una mujer, la pobre de seguro ya hasta se había olvidado de lo que había hecho en el día. Como sea, él necesitaba saber que era lo que había pasado, pero no le agradaba la idea de acercarse demasiado a terreno sagrado; así que, desplegando aun más sus grandiosas habilidades de seductor, la llamo tentativamente con un gesto de su mano… aunque de forma curiosa en su mente se dijo que ella se negaría. Y su cerebro tenía razón, ella se negó, lo que lo hizo sonreír aun más, pero no darse por vencido; volvió a llamarla, y esta vez, aunque Violeta tardó unos segundos en responder, con lo que pareció ser un esfuerzo sobrehumano, se negó enérgicamente con su cabeza. Damon por poco suelta una carcajada, pero logro guardar su compostura.
Ante la graciosa negativa, lejos de sentirse molesto, Damon se sintió curioso a acercarse a ella; por lo que sin darse cuenta de en qué momento, sus pies ya lo habían hecho cruzar el cerco de protección que rodeaba la iglesia. Estaba tan absorto en aquella incauta figura humana, que no se percato que desde las alturas una silueta atemorizante le observaba, hasta que un gruñido que le taladro en su cerebro lo hizo detenerse. Gárgolas.