Alma Robada

CAPÍTULO VII

La sorpresa y el dolor ahogaron el grito de Violeta en su garganta; no podía creer que Damon en realidad le estuviera enterrando la espada en el pecho, y dicho sea de paso,  fuera él quien estuviera molesto. El debate entre si esto era una pesadilla o un mal chiste, aun no tenía un ganador en su cabeza.

     Daniel a duras penas pudo ponerse de rodillas, acababa de dejar de sentir la presión del pie de Damon sobre él, sin embargo, al ver como el brillo de su espada se perdía dentro de su hermana hizo que sus pulmones dejaran de trabajar. Y aunque fuese el corazón de Violeta el que estaba en aparente peligro, fue el suyo el que por poco y muere al darse cuenta de lo que estaba pasando. Probablemente su tiempo de vida se había reducido más de diez años con esa imagen.

       -No deberías hacerme enojar Violeta-. El tono de voz de Damon era bajo y brusco, su enojo era evidente. –Lo único que necesito es mantenerte con vida…-. Incrustó unos centímetros más la espada. –Y eso puedo hacerlo tanto aquí como en el infierno-. Ocultar entre su enojo, el placer que le estaba provocando hacer esto, era simplemente imposible.

       En ese momento, las piernas de Violeta comenzaron a fallar, al igual que los músculos del resto de su cuerpo, los cuales estaban en completo estado de alerta segundos atrás, ahora se iban relajando poco a poco. Damon, que se dio cuenta de inmediato de esta reacción, debido al agarre que estaba ejerciendo sobre ella, decidió ser “amable” por una vez, y se agacho con especial cuidado para depositarla sobre el piso.

       Entonces el tiempo dejo de correr de forma normal, y se volvió en cámara lenta. Violeta sentía como Damon la iba depositando lentamente sobre el suelo; sus ojos ya difícilmente lograban enfocar, y su respiración había pasado de acelerada a casi inexistente; sin embargo, entre toda la neblina que se empezaba a adueñar de esa escena ante su vista, un color llamó su atención, una mancha de rojo escarlata que brillaba ante ella y se movía de forma extraña. Su cerebro no tardó en hacer el click.

      Los ojos de Violeta se abrieron de golpe, y luego se entrecerraron para poder enfocar hacia su objetivo, comprobando con temor lo que suponía. La herida que Damon había asestado con su guadaña minutos atrás contra Daniel, era mucho más seria de lo que ella hubiese creído, pues la playera de su hermano estaba  ahora empapada de sangre, y aunque este en sí, parecía no darse cuenta de la gravedad de su estado, ella no lo pasaría por alto.

      Daniel observó como las fuerzas de su hermana la estaban dejando, su cuerpo se veía cada vez más laxo, y era obvio como Damon era quien la sostenía en pie. Pero cundo ambos comenzaron a agacharse, Daniel pudo ver algo en la mirada de Violeta, un destello que se apoderó de sus ojos y que pareció volverla a la vida. Entonces, siguiendo el curso de estos, sus propios ojos fueron a dar hasta su abdomen, el cual ni siquiera había notado estaba cubierto de sangre. No necesitó pensarlo mucho para saber lo que iba a pasar.

     -¡Violeta no!

       El grito de Daniel, que hasta ese momento se había mantenido en silencio;  ya que su garganta se había cerrado y su voz lo había abandonado; distrajo la atención de Damon; Violeta no tuvo  tiempo de meditarlo,  era ahora o nunca, y aprovechándose de ese momento de distracción y de sus últimos vestigios de fuerza, sujeto el brazo de Damon que la envolvía por la cintura, y retiro la espada de su pecho para dirigirla con ímpetu, directo al rostro de su atacante. La cámara lenta se detuvo en ese momento dando paso al tiempo real.

      Damon sintió como su brazo fue tomado, y logro ver el destello de la espada de reojo; y más por instinto de supervivencia que por otra cosa, interpuso su mano izquierda frente a su cara. Se sorprendió al darse cuenta como la punta de la katana quedó a lo que parecía ser un milímetro de distancia de su ojo derecho, y aunque su mano no tuvo tanta suerte, por lo menos había servido como un buen escudo.

    -Eres tú quien no debería hacerme enojar…-. Su voz era jadeante y débil, pero sonaba tan decidida y amenazante que Damon no pudo más que sorprenderse aun más.

     -Recupérate de esto y hablaremos al respecto…-. Él le susurro con diversión esas palabras, luego sujeto con fuerza la espada que atravesaba su mano, y envuelto en llamas azules, desapareció con una sonrisa llena de promesas. 

       En cuanto Daniel lo vio desaparecer corrió hasta su hermana, la tomo entre sus brazos evitando que esta se estrellara de lleno contra el suelo, y rápidamente colocando una mano contra la herida, la cual se había convertido en una fuente de color escarlata, intentó con todas sus fuerzas evitar que la sangre se siguiera escapando de su cuerpo.

      -¿Por qué hiciste eso? ¡¿Por qué mierda hiciste eso Violeta?!-. Los ojos de Daniel ni siquiera intentaban contener las lágrimas que corrían por sus mejillas. Estaba totalmente alterado y fuera de sí. –Es mi trabajo protegerte, yo… joder yo….-. Fue inútil intentar continuar, su voz se había quebrado de la misma forma que su espíritu, ver a su hermana en esas condiciones era por mucho lo peor que le había ocurrido en su vida, porque ella era su vida.




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