Todo alrededor de Violeta comenzó a dar vueltas; parecía que estaba en un maldito carrusel y no en una oficina inmóvil; mientras que su estomago amenazaba de forma contundente con salirse por su garganta.
Las pocas imágenes que saltaron de la infernal carpeta estaban llenas de dolor, sufrimiento... y muerte. Violeta acercó la mano lentamente para tomar la primera, se detuvo a unos centímetros y fue capaz de notar el incesante temblor que recorría su cuerpo; sin embargo, algo en su interior le gritó por que siguiera adelante; cómo si ver aquellas fotografías fuera a resolver el misterio que la envolvía.
De forma retorcida e irónica, tal y como había dicho LeBlanc, algunas de las jóvenes fueron más creativas que otras, claro, sin salirse de lo básico… cortarse las venas en una tina de baño, volarse la tapa del cerebro con una pistola, consumir un frasco de pastillas en la cena, un cuchillo en la yugular, ahorcarse, saltar por un puente… una a una las fotografías taladraron en el subconsciente de Violeta ¿Por qué rayos, alguien se quitaba la vida con sus propias manos? Bueno, eso era algo, que al menos de sus bocas, jamás escucharía responder.
La carpeta tenía más que solo ocho fotografías como la anterior; en esta, se podían apreciar varias tomas de diferentes ángulos de las escenas en cuestión; y la verdad es que Violeta no tenía ni el temple y mucho menos el estómago de soportar algo como eso… no es que fuera la primera vez que veía imágenes tan fuertes, desafortunadamente ya había visto cosas similares y en vivo; pero saber que esa mujer que estaba sentada frente a ella pensaba que estas espantosas y trágicas muertes, se habían producido por culpa de su hermano, era lo peor de todo…
Violeta sintió que la temperatura del lugar comenzó a bajar estrepitosamente, aunque estaba segura que esto se debía al maldito sudor helado que le estaba cubriendo la frente, y que ya tenía varios minutos adueñado de sus manos; y como si una descarga eléctrica le hubiera hecho daño, arrojó de nuevo todas las fotografías al escritorio; mientras sentía como sus pulmones se negaban a absorber la cantidad de aire necesario para que su cerebro funcionara… parecía que ellos también estaban asustados.
La detective, que en ningún momento aparto la mirada de Violeta, comenzó a decirle algo, o eso parecía por la forma en que sus labios sé movían; sin embargo, ella no podía escuchar nada, un horrible y fuerte zumbido estaba haciendo estragos en sus oídos y en su cordura. Violeta miró a su alrededor, confundida, de pronto fue como si la maldita oficina se estuviera haciendo vertiginosamente pequeña, y ella sabía, que si no salía de ese lugar pronto se volvería loca.
Sin ser capaz de controlar completamente sus movimientos, Violeta se dio la vuelta y comenzó a caminar en busca de la salida. Las paredes verde aqua con blanco que la rodeaban, de pronto se volvieron más repulsivas; y el aroma rancio que percibía se transformó en un concentrado olor a hierro… a sangre… su subconsciente ya le estaba jugando malas pasadas, aunque tampoco lo podía culpar, lo que acababa de ver no eran precisamente unicornios vomitando arcoíris.
Violeta cruzó con pasos vacilantes todo el lugar, abrió la puerta de salida de golpe, y al sentir como la brisa que avecinaba la tormenta golpeo su piel, un escalofrío la hizo estremecerse aun más… si es que eso era posible. Sin embargo, y pese a que el viento alborotaba con fuerza su cabello, sus pulmones parecían seguir en estado de huelga, pues ella no podía respirar adecuadamente; entonces decidió que la culpa la tenía el maldito cabestrillo, ese aparato inútil que solo le obstaculizaba los movimientos, y sin importarle un cuerno que alguien la viera, se lo quitó y lo arrojó hacia un lado (lo que menos le importaba ahora era seguir disimulando); luego bajó corriendo las escaleras hasta llegar a la calle y colapsó. Su cuerpo se doblo con fuerza sobre sí mismo cuando ya no pudo controlarlo más, ahora era ella la que estaba vomitando, y tampoco eran arcoíris.
De pronto, una carcajada sorda llega hasta sus oídos, como si la misma brisa que la envolvía fuera su cómplice; y las arqueadas se detuvieron momentáneamente… al igual que todo a su alrededor. Violeta se enderezó de forma torpe y confundida, mientras que su cerebro comenzaba a mandar órdenes difusas por todo su cuerpo: tiembla de miedo, vomita, asesínalo, destázalo, huye, enfréntalo… era difícil decidirse por una en concreto.
-¿Tienes la hora?-. Damon estaba parado a un lado de ella; sus ojos azules brillaban con malicia, mientras que la comisura de sus labios se alzaba en una sonrisa torcida.
Haciendo un esfuerzo olímpico por no regresar lo poco que ya quedaba en su estómago, Violeta enfoco su vista en los ojos azules que la miraban divertidos; y por mucho que quiso evitarlo, le fue imposible no sentirse reducida ante semejante criatura… un ángel, un ángel infernal. Pararon varios segundos antes de que su cerebro pudiera hacer conexión con su boca… segundos, minutos, horas, una eternidad ¿Quién podría decirlo? Ella no.