Alma Robada

CAPÍTULO XV

Mirza se detuvo en seco, y al girarse con rapidez, tomó desprevenidos a los dos cuervos que tenía pisándoles los talones, y con sus garras los hizo literalmente tiras. Sin embargo, las cosas no podían continuar de esta manera, era una parvada numerosa, y pronto las alcanzarían; y aunque ella fuese buena peleando, su estatus como demonio seguía siendo bajo para ponerse de igual a igual con un demonio que obviamente era más poderoso que ella, y que para su desgracia aun no estaba segura de quien se trataba. Proteger su verdadera identidad en los demonios de alto rango era una prioridad.

      Ella volvió a retomar su camino tras Violeta, y al contemplar cómo sus movimientos se volvían más torpes y lentos a cada segundo, se pregunto si realmente lograrían salir de esto vivas. Entonces la duda que venía atormentándola desde que inicio esta locura, retumbó con más fuerza en sus pensamientos… ¿Por qué la estaba ayudando?. La respuesta era simple, no tenía ni idea.

        -¡¿Por qué mierda te detienes?!-. Gritó molesta al pararse en un lado de Violeta, que se había parado de repente.

       -La igle…-. Las palabras no querían abandonar sus labios, estaba tan cansada que sentía que en cualquier momento caería agotada. –La iglesia…-. Dijo finalmente señalando al otro extremo del panteón, donde la pequeña capilla se alzaba en una modesta colina, que en ese momento era acariciada por los rayos del sol.

       La súcubo observo el lugar indicado con ojos curiosos. Si no fuera por el terrible momento en que se encontraban, la forma en que la luz caía sobre aquel lugar se le hubiera antojado una broma… de muy mal gusto por cierto… ya que la capilla parecía ser la versión miniatura de una antigua catedral, y con los rayos del sol ya solo necesitaba de un coro celestial para verse consagrada.

       El edificio era pequeño o mejor dicho diminuto, estaba construido de piedra gris; la puerta de madera obscura se veía mucho más imponente que toda la estructura en general, y el techo pasaba a duras penas el tamaño de la entrada; probablemente decir que adentro podían caber quince personas era exagerado; y aunque el tamaño parecía ser un chiste, el arquitecto encargado de construirlo sin duda alguna había creado una obra de arte, estilo gótico y muy poco convencional, al incluir dos pequeñas gárgolas que cuidaban como centinelas la cruz que se alzaba en medio del techo. Pero eran justamente esos dos guardianes los que daban a entender, a cualquier demonio que pasara por allí, que era territorio santo y no eran bienvenidos.

       Suficiente para salvar a un humano.

       Entonces, una voz áspera y plagada de cinismo se coló entre ellas llamando el nombre de Violeta. Ella se giró con nerviosismo para ver quien clamaba su nombre, pero Mirza sujetó con fuerza su brazo captando su atención.

       -No lo mires…-. La súcubo estaba tensa y controlaba a duras penas el que su cuerpo no temblara. –Corre…¡Ahora!

       Pero la carrera estaba lejos de terminar sin obstáculos; y no solo se trataba del hecho de que Violeta a duras penas seguía de pie, sino que los cuervos estaban a nada de alcanzarlas; y que cada vez que esa terrorífica voz farfullaba palabras, objetos como piedras o troncos se movían a su alrededor tratando de golpearlas. Sin embargo, ninguna de las dos pensaba rendirse, la salvación se encontraba a solo unos metros, y si ponían algo de empeño estarían allí en cuestión de minutos. Esto se trataba de un asunto de vida o muerte… y ambas apostaban por vivir.

      Estaban a pasos de lograr su objetivo, cuando todo se detuvo. El terrible graznido que lanzaban los cuervos dejo de escucharse de repente, y  todo se quedó en completo silencio, como si nunca hubiese pasado nada. Ambas se detuvieron asombradas por este extraño suceso.

       -Algo no está bien…-. Violeta miró hacia la capilla, si solo daba seis pasos podría atravesar  sus puertas. Pero ahora que por fin estaba dándole un receso a su cuerpo, dudaba que pudiera volver a moverlo. -¿Qué rayos era esa cosa?-. Pregunto finalmente a su extraña salvadora, y por primera vez su cerebro reacciono ante lo que estaba pasando; esa mujer hacia pocos meses había intentado matarla…y ahora la salvaba. O al menos eso parecía.

        Mirza escuchaba en la lejanía las palabras de Violeta; no se creía que solo porque sí, todo esto se hubiese detenido. Ella miraba con especial cuidado a su alrededor, mientras que los engranajes de su cerebro estaban a punto de freírse tratando de averiguar que se le estaba pasando. No fue hasta que un espantoso olor a azufre inundo el ambiente, que lo entendió.

          De pronto, una densa neblina comenzó a salir de entre el suelo y cubrir la visión de la extraña pareja. El cuerpo de Violeta quizás se negara a moverse, pero fue imposible no hacerlo cuando la tierra bajo sus pies se movió tan fuerte que todo a su alrededor tembló sin excepciones; y en menos de un segundo, ambas fueron separadas cuando algo bajo sus pies intento salir de las profundidades.




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