Con la mirada fija en el demonio, Violeta aguardaba pacientemente por una respuesta positiva. Una vocecilla en su interior estaba como loca preguntándose en qué rayos estaba pensando para hablarle de esa manera a semejante criatura del averno; mientras que otra intentaba tranquilizar a la primera con una seguridad que salía de quien sabe dónde. Probablemente ese no era el mejor momento para tener una pelea interna con su conciencia, pero de alguna forma esto era más bien como una lucha de poder entre ella y otra personalidad que aun no le era muy conocida.
Sin embargo, no era la única que en ese momento tenía dificultades para pensar correctamente.
El demonio sentía como el temor iba carcomiéndole poco a poco desde las entrañas; y mientras que su cuerpo se negaba a responderle, su cerebro estaba atascado en una serie de recuerdos de un pasado distante. Aun no creía lo que sus ojos estaban viendo.
-Ahora todo tiene sentido…-. Una sonrisa frenética se apoderó de él. –Ángeles intentando matarte…-. Él dirigió su vista hacia Mirza, quien aun intentaba zafarse de su agarre. – Demonios tratando de salvarte…
En el momento en que el demonio volvió a prestarle atención a Mirza, involuntariamente Violeta dio un paso al frente y levantó su mano queriendo alcanzarla; quizás ya no sintiera el miedo terrorífico que la devoraba minutos atrás, pero si sentía temor por la extraña que intentaba ayudarla.
Al notar como ella se acercaba, el demonio retrocedió el mismo espacio que Violeta avanzó; él no solo lo sabía, estaba plenamente consciente de lo peligroso que era tener a esa mujer cerca. Quizás no fuera un simple demonio inferior, pero desafortunadamente ni eso lo salvaría de alguien de esa especie.
-Déjala…-. Violeta se detuvo al notar la forma en que el demonio la observaba. Él tenía miedo de ella; y por alguna razón que aun desconocía, estaba segura que era un temor justificado.
-No te acerques…-. Las palabras habían salido sin su consentimiento, los nervios lo estaban traicionando; pues enfrentar este tipo de situaciones era difícil para un demonio que normalmente no siente temor ni respeto por nada.
La atención del demonio volvió hacia Mirza, él sabía que ella ya no podía ser salvada pues estaba totalmente contaminada, y además era solo un súcubo que no le serviría para nada; para nada excepto que para escapar. De pronto la revelación llegó a él como por gracia divina (bonita ironía); quizás no era del todo malo haberse topado con Violeta Cábala, al contrario, era tremenda fortuna.
Con una fuerza digna de su estatus, el demonio arrogó a Mirza contra Violeta, tomando esto por sorpresa a ambas, y mandándolas directo hasta la pared de la pequeña capilla. Mirza logró con un rápido y temerario movimiento girar el rumbo de la trayectoria, e interponer su cuerpo ante el de Violeta para recibir la mayor parte del impacto, pero lo peor estaba por comenzar.
En cuanto el demonio arrogo al súcubo, bajo sus pies un círculo mágico de color escarlata comenzó a brillar con intensidad. Varios estruendos similares a potentes truenos hicieron vibrar la tierra del cementerio, y otra serie de relámpagos salieron disparados hacia el cielo, seguidos por centenares de cuervos infernales. La cantidad de aves era tal, que pronto el cielo se vio cubierto en obscuridad por aquellas alas infernales.
Oscilando entre la consciencia y la inconsciencia, Violeta intentaba mantener sus ojos abiertos. Su cuerpo se negaba rotundamente a cooperar, había llegado a un punto en ya ni siquiera sentía el dolor… pero también ese era un problema, ya no sentía nada.
Un leve susurro llegaba a sus oídos, atravesando un bip que no la dejaba ni pensar, “levántate” decía la voz, y parecía estar bastante preocupada. Entonces sintió como alguien estrujaba su cuerpo con cuidado, solo tratando de llamar su atención; Violeta dirigió torpemente la vista hacia quien la movía.
-Tienes que entrar a la iglesia…-. Mirza gritaba con fuerza cada frase, sin importarle que el demonio las escuchara; notaba como el cuerpo de Violeta estaba bastante dañado, y aunque por alguna extraña razón él pareció sentir temor de ella antes, la chica seguía siendo una simple humana ante sus ojos… una humana que no dudaría mucho tiempo viva si seguía recibiendo tales golpes. –¡Tienes que levantarte!
Violeta intentó ponerse de pie, pero a duras penas pudo ponerse de rodillas; el silbido que tenía instalado como una alarma en su cerebro poco a poco iba disminuyendo, y aunque su visión no se había vuelto borrosa, era complicado ver bien a través de uno de sus ojos, pues la sangre que escurría de su frente no se lo permitía. Ella sabía que estaba seriamente lastimada, pero también sabía que no tenía tiempo para preocuparse por eso.