Alma Robada

CAPÍTULO XVI (parte 2)

Gabriel se levantó de la mesa de un brinco y corrió hacia Daniel seguido por Susan. Para cuando lograron llegar a él, el pobre ya se encontraba de rodillas en el suelo, luchando por mantenerse consciente; sin embargo, era difícil luchar contra… bueno, no tenía idea de que rayos le pasaba.

        Para Daniel, era como si el mundo hubiese decidido girar a mayor velocidad sobre su eje; la cantidad de imágenes que pasaban ante sus ojos cuando los cerraba le estaban provocando vértigo; y si se le ocurría abrirlos, las personas a su alrededor se veían distorsionadas y de diferentes colores. Aquello era un maldito arcoíris del infierno. Pero por si todo eso resultaba poco, un coro completo se había instalado en su cerebro gritando y cantando cosas sin sentido. Era como tener un mal DJ haciendo pésimas mezclas en su cabeza; no entendía absolutamente nada.

        -¡Necesito una ambulancia en la “Cafetería Monster”!-. A Susan en ese momento no le pareció mala idea solicitar ayuda profesional. La forma en que Daniel sujetaba su cabeza, y como cada musculo de su cuerpo parecía estar en tensión no era normal. Era como si el pobre en cualquier momento fuera a explotar de dolor. –Soy la detective Susan...

         -¡¿Qué estás haciendo?!-. Gabriel le arrebató el celular de las manos, provocando que ella lo fulminara con la mirada.

       -¿Tú qué crees? Solo míralo, sea lo que sea que le esté pasando necesita un doctor…

       Durante una fracción de segundo Gabriel la miró fijamente, y su cerebro reacciono al lugar en el que se encontraban. Su cafetería estaba llena de personas normales, para las cuales Daniel estaba teniendo algo así como un ataque. Necesitaba sacarlo pronto de allí antes de que alguien más tuviera la brillante idea de llamar a una ambulancia; lo que le estaba ocurriendo a  Daniel era de todos menos normal.

       -Eso no será necesario. Yo soy médico-. Replicó en tono serio, mientras que ponía a trabajar sus neuronas.

        La detective levantó una ceja y retrocedió un paso. En cualquier otro momento habría jurado que aquello era una pésima broma, se habría reído, y después le hubiera enseñado una lección a ese mocoso para que jamás volviera a mentirle a un agente de la ley. Sin embargo, cuando notó que Gabriel no tenía ninguna reacción ante el comentario que acababa de hacer, y su mirada acusadora no le afectaba, los ojos de LeBlanc se abrieron como platos.

        -No jodas… -. Susurraron sus labios sin querer.

        El comentario provocó una media sonrisa en Gabriel; la cual desapareció tan rápido como se mostró, pues en ese mismo instante Daniel abrió los ojos un par de segundos, y aunque nadie más pudo verlo, un reflejo como las luces del norte de la aurora boreal, se mantenía brillante en sus pupilas.

         Ahora si ya no había dudas, no importaba cuan normales parecieran los hermanos Cábala,  ambos tenían algo sobrenatural en ellos y era necesario averiguar de qué rayos se trataba; y cuanto antes mejor. Desgraciadamente para Gabriel, rodeado de personas que de hecho si eran normales, poco o nada podía hacer.

       -¡Teo, Nick!-. Gritó con voz firme y segura por entre la multitud que ya los había rodeado. Un par de jóvenes con el uniforme de meseros, tras algunos segundos, lograron colarse a  través de la gente. –Ayúdenme a llevarlo al almacén, por favor. Rápido-. La orden se cumplió en ese mismo instante.

       Quizás se lo hubiese podido llevar él mismo sin mayor problema; sin embargo, Gabriel recordó como aquel día en el hospital, cuando se entero de la extraña coincidencia de que Violeta tuviese el corazón ubicado en su lado derecho, quiso averiguar si Daniel también tenía esta característica y lo arrincono contra una pared; sus ojos brillaron de esa manera, y en cuanto lo tocó fue como si lo hubiese mandado a un trance.

       Ahora mismo, tocarlo delante de tanta gente no era una opción. Pero si había algo que podía hacer, corrección, algo que necesitaba hacer.

       -Encuentra a Violeta. Ya-. Tras esa frase corto la llamada. Sabía que era todo cuanto necesitaba decir para que David la buscara inmediatamente. Tenía el horrible presentimiento de que Daniel no era el único que estaba pasando un mal rato; aunque si estuviese equivocado en esos momentos la verdad sería muy feliz.

       -¿Cómo piensas que van a encontrar a Violeta?-. Susan lo sujetó del hombro, captando por completo su atención. –Tú tienes sus cosas…

       -Tranquila-. Gabriel le dio una de sus mejores sonrisas a la detective. –A quien acabo de llamar, no necesita de su celular para localizarla-. Él fijó su mirada en la de ella, y su semblante se volvió serio una vez más. –Susan creo que por hoy va a ser imposible que hables con Daniel. Yo después puedo…




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