Al notar como cada musculo en el cuerpo del ángel se tensaba, Damon sonrió maliciosamente. No era necesario haberle recordado que llegaba tarde… pero era tremendamente divertido. Sin embargo, por más entretenido que fuera molestarlo, ahora había cosas más importantes que solucionar.
-Deja de estar sentimentalmente dolido por tu inutilidad… y ponte a hacer algo. El sujeto que esta frente a nosotros debe tener algún título de nobleza; lo cual no es nada bueno.
-¿Qué te hace pensar eso?-. David habló entre dientes. Odiaba que tuviera razón, odiaba que estuviera cerca de Violeta, odiaba que hubiese llegado antes, odiaba tener que trabajar con él. Simplemente lo odiaba.
-Por si no lo notaste-. Damon adopto una postura relajada. Total ya esto estaba complicado y no era necesario estresarse más, si el ángel ya lo hacía por todos. –Hay una puerta astral abierta al infierno… no creerás que un demonio como ella pudiese abrirla…
David tuvo que hacer un gran esfuerzo para no girarse hacia atrás. Sabía que si veía a Violeta, la poca cordura que le quedaba se iba a perder por completo.
-¿Qué sugieres que hagamos?
Durante un par de segundos, Damon medito respecto a esta interesante pregunta. La verdad, no había una amplia gama de opciones entre las cuales elegir; sin embargo, era posible que al trabajar juntos esto fuera más sencillo. De hecho, tenía la certeza de que él solo podría derrotar a ese demonio, peeero…. En primer lugar, no quería descubrir su verdadera identidad, cosa que pasaría si revelaba todos sus poderes; y en segundo pero más importante, aquel motivo por el cual desde ese momento no haría nada para detener a su oponente, esa razón que le impedía actuar y mantenerse en segundo plano… simplemente no se le daba la gana.
-¿Hagamos?... ¿Qué harás tú?-. El ángel estaba loco si creía que aceptaría trabajar con él. Todo este lío estaba efectuándose precisamente porque no quería trabajar para uno de su clase, y este se pensaba que lo iba a ayudar solo porque tenían un objetivo en común… pobre iluso.
-Se supone que debemos trabajar juntos…-. David pensaba que como a él le habían ordenado ayudar al demonio, Damon también debía haber recibido el ridículo memorándum.
Damon estaba por replicar ante esta ridícula creencia, cuando un estruendo ensordecedor los calló a ambos; el ruido fue tan estridente, tan molesto, que los presentes se llevaron sus manos a sus oídos intentando mitigar un poco el horrible sentimiento. Aquello era un tormento.
Al mismo tiempo que esta onda de sonido alcanzaba al ángel y al demonio, las gárgolas se prepararon para cumplir su misión lo mejor que pudieran. Nada demoniaco podía cruzar la línea santa. Ambas soltaron un grito sordo que solo fue capaz de sentir Damon a causa de su naturaleza; sin embargo el suplicio del ruido anterior retumbaba con mayor fuerza en su cabeza.
La súcubo, que hasta ese momento había estado sumida en un mar de confusión ante la llegada de esos dos extraños… los cuales sabía cuidaban de Violeta; aunque no parecían ser exactamente fiables en esos momentos… se extraño al notar como ambos se retorcieron cubriendo sus oídos cuando el demonio que tenían enfrente gruñía molesto y frustrado hacia el cielo. Entonces, un pequeño zumbido como el ruido de una abeja se coló en su mente; era raro e inquietante, pero no molesto. Una curiosidad inoportuna le hizo dejar suavemente a Violeta en el suelo, pues la tenía recostada sobre sus pies; y levantarse tratando de averiguar lo que ocurría. En el momento en que dejó de tener contacto con Violeta, Mirza sintió como una fuerza similar a la gravedad comenzaba a jalarla hacia el frente, intentando alejarla de ella; un ruido estrepitoso le taladraba los pensamientos; y las gárgolas sin parar su grito ahogado, se giraron para verla con ojos enfurecidos. La súcubo no lo pensó dos veces, y volvió a tomar a Violeta. En ese instante la gravedad paró, el ruido se suspendió, y las gárgolas dejaron de verla. ¿Qué rayos significaba todo eso?
Como si el mundo entero se estuviera partiendo dentro de sus pensamientos, así era el horrendo crack que sentía David en su cerebro. Por más fuerte que presionara sus oídos, el volumen no descendía; y aunque el suplicio no podía ser peor, David era incapaz de dejar de pensar en Violeta. Si también lo estaba escuchando, su sufrimiento no sería nada comparado con el de ella. Por eso, sintiendo como si su cabeza fuera a explotar, giró para verla. Estaba equivocado, por supuesto que aun podía sufrir mucho más.
Ver a Violeta inconsciente, cubierta de sangre, y descansando su cabeza sobre las piernas del demonio que meses atrás había intentando matarla; por poco y lo mata a él. Sus promesas como ángel no valían absolutamente nada, ya que aparentemente era incapaz de cumplirlas. Pero había algo más, algo que tintineaba entre la realidad y la imaginación… un pequeño cambio, tan oculto, tan secreto… y tan presente… ¿Qué era? Ella se veía diferente, su rostro… su presencia… ella… no había palabras para describir lo que veía…