Alma Robada

CAPÍTULO XX (parte 1)

Daniel entró a la cocina terminando de estirarse. Eran las seis de la mañana y ya se le había hecho tarde para su carrera vespertina; aunque podía culpar completamente a los recuerdo/pesadillas que lo hicieron levantarse a las tres de la madrugada.

        -Buenos días....

       La voz adormilada y ronca proveniente de la mesa le hizo ponerse en alerta, dio un brinco retrocediendo y sus ojos se hicieron tan grandes que el verde era como un manantial claro bajo el sol. Violeta estaba sentada a la mesa, con un vaso de leche, un delicioso croissant cortesía de Gabriel, laptop y un sin fin de cuadernos y libros esparcidos por todos lados.

        -¿Qué rayos?-. Él la miró fijamente unos segundos, después sus ojos se volvieron unas delgadas líneas, y una sonrisa traviesa se oculto en un lado de sus labios intentado mantenerse así hasta el momento oportuno. -A) estoy soñando; B) te caíste de la cama; o c) tú no eres mi hermana.

        -Muy gracioso-. Respondió ella frunciendo el entrecejo y sacándole la lengua. -Para tu información tengo despierta más de una hora-. Violeta tomó un enorme libro que tenía a su lado y lo balanceó con esfuerzo-. David podrá ser un ángel, pero es un verdadero demonio como maestro.... la cantidad de trabajos que exige es ridículo... sobre todo cuando no has estado presente en la mayoría de las clases.

        -No puedes culparlo por eso-. Daniel se encogió de hombros, camino al refrigerador, y a medio camino regreso la vista a su hermana. -Corrijo... puedes culparlo completamente.

       Violeta dejo caer su cabeza sobre la mesa y suspiro ruidosamente...

        -Ya que... tampoco es como que pueda justificarme diciendo que tengo a una gran parte del mundo sobrenatural tras mi cabeza.

         -Estoy seguro que ese imbécil te justificaría incluso si le dices que una paloma se comió tu tarea...-. Él saco la leche y se sirvió un gran vaso.

        -¿Qué no son los perros a los que se culpa normalmente por eso?-.Ella intentó restarle importancia al hecho de que su hermano no perdiera oportunidad para hacer notar cuan mal le caía David. –Y  en todo caso, tampoco tenemos uno-. Violeta levanto su rostro de la mesa, y de una gran mordida se metió prácticamente todo el pan en la boca.

       -Cierto-. Él sonrío ante el gesto de su hermana, pero al segundo su rostro se volvió serio y profundo. Los recuerdos de la noche aun estaban demasiado presentes en su memoria. -Es solo que estuve soñando con palomas...

       -Oh...-. Exclamo ella divertida, aun masticando el gran bocado. -Eso pudiera ser alguna clase de profecía...

       -Y con él....

       En cuanto Violeta escucho esto, todo rastro de diversión se borró de sus facciones. No tuvo que pensar mucho para saber a quién se refería su hermano cuando menciono este pronombre; siempre lo había llamado así, pues era como si cualquier otra palabra quedará demasiado grande o demasiado chica para nombrarlo. 

       -Acabas de ganarte una buena ración de envidia de mi parte...-.Ella finalmente relajo el rostro, y suspiró. Eso era algo que le gustaría poder hacer, pero que sabía su memoria se negaba a compartir.

        -¿En verdad no recuerdas nada de ellos?-.  Daniel sujetó con su mano el vaso, y caminó para sentarse a un lado de su hermana. Tuvo que mover de la silla algunos cuántos libros y colocarlos en otro lado para poder lograr su cometido.

       Violeta siguió con la mirada cada movimiento de su hermano, después se dejó caer sobre el asiento de la silla, y fijó sus ojos castaños en el techo como si en ese punto se estuviera desarrollando la teoría del big bang. Imágenes confusas, borrosas y distantes, se colaban a través de sus pensamientos, luchando por ser parte de un presente que les fue negado de tajo.

       Dos años y tres meses tenía ella cuando el horrible accidente había cobrado la vida de sus padres. Intentar recordar era como querer invertir la gravedad.

        -Solo detalles...-.Ella volvió a centrarse en el verde que más amaba sobre la tierra. –El cabello de mamá, que era igual al mío. Y los ojos de papá. Eran como el cielo más allá del cielo, profundos y...-. Un par de gemas azules asaltaron sus memorias cual ladrones en la noche.

         En ese momento, Daniel vio como cada músculo en el cuerpo de Violeta se tensionó. Aparentemente ella acababa de descubrir algo que él notó en su pesadilla. Los ojos de Damon con su forma humana eran curiosamente parecidos a los de él. No eran celestes ni comunes... eran como dos zafiros que brillaban con luz propia.

      Este tipo de cosas ciertamente habían dejado de ser casualidades en esta historia.

       -Sí. Eran increíbles... igual que él.-. Daniel se puso de pie, y le acaricio una mejilla con ternura. –Tú eras lo que más amaba, su princesa. Y yo le prometí cuidarte-. Él se acerco y depositó un beso lleno de amor en la frente de su hermana; no importaba como, él iba a mantenerla a salvo.




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